Juan Román Riquelme perdió una batalla pero ganó la guerra. Luego de ser titular en el 1-4 sufrido por Boca ante Godoy Cruz en el comienzo del torneo, Falcioni decidió "desafectarlo de su consideración", un poco por convicción -sus planteos no conciben los enganches- y otro tanto por orgullo -él no le iba a torcer el brazo, como sí lo hizo con otros técnicos-.

Pasado el primer cimbronazo por el debut menos pensado, las aguas se calmaron con el 1-0 ante Racing en el que el enganche no jugó. Mediante la prensa, había hecho saber que no participaría de ese partido por un esguince de tobillo.

En la tercera fecha, Riquelme pidió jugar, pero su deseo no fue concedido. Falcioni no aceptó que el enganche impusiera sus decisiones y, como castigo, no lo tuvo en cuenta para jugar ante All Boys. Fue un 0-0 para el olvido, en un partido donde el murmullo por el descontento de juego del equipo se hizo notar.

La polémica llegó a su punto máximo en la previa del 0-1 con Vélez. El entrenador utilizó como artilugio la disminución física de Riquelme, que se había resentido de su tendinitis en la rodilla. Pese a que hasta último momento se especuló con el regreso del enganche, éste tampoco fue tenido en cuenta.

Fue el turno del primer clásico del torneo para Boca. Debía visitar el Nuevo Gasómetro para jugar con San Lorenzo. El enganche había trabajado la mayor parte de la semana con el kinesiólogo, para fortalecer su rodilla, y sólo el último día se unió al grupo. Tampoco fue tenido en cuenta. El equipo perdió 1-0 y jugó uno de los peores partidos del torneo.

Los rumores sobre el futuro de Falcioni al mando de Boca comenzaron a rondar. El técnico sabía que, un nuevo revés sería duro, pero éste se convertiría en letal con Riquelme afuera.

Así fue que, apenas comenzada esta semana, en la previa del choque con Olimpo, Falcioni salió a decir que Riquelme era su mejor hombre, el que podía "cambiar la ecuación".

Vuelve Riquelme. El hombre que Falcioni mira de reojo, pero el único que tiene para poder seguir en Boca