Hernán Fratto, el periodista argentino que triunfa en Chicago y ganó tres Emmy
Estaba trabajando en América Noticias cuando quiso buscar otro destino.
Ya hace nueve años que Hernán Fratto emigró desde la Argentina a los Estados Unidos. En agosto del año pasado regresó al país, y sintió mucha tristeza: “Uno no puede estar bien si todo el mundo no está bien...”, confiesa. Hoy, sigue eligiendo el mismo destino en el que buscó desarrollarse. Su presente es más que auspicioso: se desempeña como conductor en tres ediciones del Noticiero Telemundo Chicago. Y conserva la felicidad de haber recibido tres premios Emmy en una misma noche
En una charla sincera con Teleshow, Fratto cuenta porqué decidió irse de su país, repasa sus inicios como reportero en Miami y el cambio de vida de sus hijos. Advierte que ser inmigrante no es fácil, y no comparte la idea de ir a probar suerte: “Uno no puede llegar y ver qué pasa, si venís acá con los papeles bien hechos vas a crecer, te va a ir bien. Ahora, no vengas a ver qué pasa. Para ver qué pasa, quedate en Buenos Aires”, dice, antes de dejar un mensaje esperanzador a todos los argentinos y argentinas.
—¿Cómo está? ¿Cuéntenos dónde está viviendo y trabajando?
—En enero del 2014 llegué a trabajar como reportero y periodista a una ciudad súper linda en Florida, que se llama Naples, a dos horas de Miami. Me quedé trabajando ahí dos años. Hace siete que estoy trabajando en la ciudad de Chicago. Empecé como reportero y a los pocos meses estaba conduciendo un noticiero los fines de semana. Fui creciendo con ayuda del público y de empresas, y hace ya tres años que conduzco el noticiero de las 11 de la mañana, solo, y conduzco también el de las 4 y las 4:30, así que de lunes a viernes conduzco tres noticieros en español para la comunidad hispana de Chicago.
—De reportero a conductor y ganador de tres Emmy. ¿Cómo lo consiguió?
—Nuestro medio tiene cosas que son terribles, pero a veces te da estos grandes mimos, estos grandes abrazos, que los recibí con mucha alegría. Fueron tres Emmy en una misma noche, es un montón... Estaba nominado para los tres y los tres los gané. Dos son categorías personales, por dos informes que propuse, ideé, produje, escribí y trabajé. Uno de ellos es la historia de la primera santa norteamericana, que se llama Santa Francisca Javiera Cabrini, la conocen como la Madre Cabrini, tiene casa de estudio en Buenos Aires, falleció acá en Chicago y es la patrona de los inmigrantes. Fue la primera santa norteamericana porque si bien ella nació en Italia se nacionalizó en norteamérica. La segunda nota fue por un libro que se llama La calle de los héroes. Es una historia de mucho coraje, y cuando veo que se basa en un pequeño pueblo que queda a solo tres horas de acá, de Chicago, le propongo a mi jefa de ir. Resulta que una calle muy pequeña, de 150 metros, con una casa al lado de otra, es la cuadra y media que mayor cantidad de soldados mandó a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra de Corea. La mayor cantidad fallecieron en cumplimiento del deber. En estos 150 metros tenías a 120 familias que mandaron a sus hijitos de 18 años a la guerra. Una historia de calor, coraje, inmigración y segregación que la pude contar en tres entregas. Y el tercero fue en calidad de conductor, ese lo comparto con un grupo de personas con las que trabajé. Los jueces eligieron un programa especial que se llamó Covid, a dos años y ese es un premio grupal en el que el productor ejecutivo elije a diez personas cuya participación fue crítica dentro de esta producción.
—¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza o en quién pensó al sostener esos premios?
—Agradecer, porque me emociono solamente en pensarlo. Uno le pone tanta energía y tanta fuerza de trabajo que lo primero que quise hacer fue agradecer primero a mi familia, que me acompañó en todos mis sueños y mis locuras. Imaginate que, un día, de la nada, les dije: “Vámonos a Miami”. Yo había vivido allí casi dos años como estudiante porque había ganado una beca, había visto otra forma de vivir y siempre quise vivir en la playa. Entonces, como se habían dado un montón de situaciones les dije: “¿Por qué no probarlo?”. Y ellos me acompañaron en esta locura. Pensé en mi esposa, Karina, que sin ella hubiera sido imposible, en mi hija Lola, que hoy tiene 19, y en mi hijo Luca, de 17. En ellos pensé cuando recibí el primero… Ser inmigrante es muy difícil.
—Estaba en Buenos Aires, en Argentina, cuando dijo: “Chau, me voy”. ¿Por qué decidió irse y cómo fue embarcarse en ese sueño?
—Fue muy difícil. En ese momento era reportero de América Noticias, tenía muy buenas notas, conducía. En ese último año, el 2013, me había ido a Europa a trabajar con cuestiones que habían pasado, había estado en México siguiendo el caso de Lorena Martins, viajé con ella cuando hizo la denuncia de trata de personas. No estaba mal, tengo que ser honesto: me iba de vacaciones al exterior. Sin embargo, no hay una sola razón por la que uno decide emigrar: son un montón de razones. Yo recién había cumplido 40 años, quería vivir en la playa, quería vivir en esa cultura que yo había vivido cuando había emigrado. Como había vivido en el exterior y sabía que había algunas cuestiones que Argentina, en ese momento, que no se me estaban dando, entendía que quería crecer desde otro lugar. Tengo nacionalidad italiana, podría haberme ido a Europa, pero de nuevo: hay muchas cosas que uno no controla. Me puse en ese camino de querer crecer, querer cumplir mis sueños y trabajé un montón para lograrlo, porque al emigrar tenés que hacerlo con una visa. Tuve que obtener una visa de talento, con la que debía justificar que habiendo tanta gente en Estados Unidos que puede hacer lo que yo hago, ¿por qué contratarme a mí? Tenés que demostrar que tenés aptitud y talento.
—¿Viajó con todos los papeles en regla?
—Claro. Entré con un trabajo y fue muy loco porque venía ya buscando esta idea. Podría haber estado, incluso, vendiendo casas, pero en realidad mi pasión es el periodismo y nunca me alejé de eso. Acá ingresé con una visa, ingresé con todos los papeles, fue un proceso complejo… Mi primer trabajo fue en Naples, una ciudad maravillosa en la que me gustaría volver algún día a vivir ahí porque es una burbuja. De hecho, nos costaba conseguir notas relacionadas con crímenes porque es casi todo perfecto. Estuve trabajando ahí dos años, pero me di cuenta de que había llegado a mi techo porque Naples es una ciudad pequeña. Entonces, decidí aceptar la aventura de agarrar otro puesto en una ciudad tan competitiva como es Chicago.
—Tiene dos hijos adolescentes. ¿Cómo es la vida con ellos allá?
—Tiene sus cosas lindas y sus cosas distintas. Cuando recién llegué se me llenaba el cuerpo de preguntas porque mi hijo Luca tenía seis años, estaba muy bien en Buenos Aires, tenía amigos y primos, jugaba al fútbol e iba a una escuela bilingüe, pero esa escuela no le daba como para ser trasplantado a una escuela donde todo el tiempo hablaran en inglés. Me acuerdo de que yo me moría porque él todas las noches lloraba porque, claro, no entendía nada. Yo le decía que se quedara tranquilo, que lo único que quería era que se hiciera un amigo y que a la noche me contara una palabra nueva que haya aprendido. Con el tiempo se hizo un amigo; obviamente, para hacerse un amigo tenía que hablar, y ese proceso lo ayudó a hablar. De hecho, hoy él habla 10 veces mejor inglés que yo. Cuando tengo que escribir algo, se lo paso a él para que me lo corrija.
—¿Qué hacen sus hijos?
—Luca está terminando el colegio: le va muy bien, de hecho tiene todo A, estoy muy orgulloso por la persona que es. Y Lola está estudiando teatro, consiguió una beca. El año en la universidad sale 65 mil dólares, que es mucho dinero, pero consiguió becas totales en base a su mérito, sus estudios, a la cantidad de A que recibió, de calificaciones, y no está pagando nada de su educación.
—¿Algo que quiera decirle a los argentinos?
—Sí, a todos: que no dejen de soñar. Parece una tontera, pero no dejen de soñar. Yo siempre tuve mi foco en que me iba a ir bien y sigo teniéndolo. Y me va bien. Sigan soñando que les va a ir bien. No hay otra opción.