¿De dónde vienen y por qué aplaudimos en ciertas ocasiones?
Es una acción y una costumbre muy extendidas entre las culturas.
Las cortinas se cierran y todos a tu alrededor empiezan a aplaudir. Cuando te quieres dar cuenta te ves aplaudiendo también sin saber muy bien por qué: el espectáculo tampoco fue para tanto. Probablemente te quejes sobre eso más tarde, sobre cómo el cantante desafinaba o cómo la actuación fue aburrida. Pero estás aplaudiendo de todos modos, y te explicamos su origen y por qué aplaudimos.
El origen de la costumbre de aplaudir es un tanto incierta, pero es una acción muy extendida entre culturas. La variedad de sus formas está limitada solo por la capacidad de idear medios para hacer ruido (pisotear el suelo o golpear con las manos cualquier superficie) o levantar las manos y agitarlas de lado a lado en caso de personas sordas.
Los antiguos romanos tenían un conjunto de rituales en las actuaciones públicas para expresar grados de aprobación: chasquear el dedo índice y el pulgar, aplaudir con la palma plana o hueca o agitando las servilletas. En el teatro romano, al final de la obra, el protagonista gritaba "Valete et plaudite!", y la audiencia coreaba sus aplausos antifonalmente. Esto a menudo era organizado y remunerado.
Por otro lado, en el cristianismo las costumbres del teatro fueron adoptadas por las iglesias. Los historiadores cuentan que Pablo de Samosata animaba a la congregación a aplaudir sus sermones agitando sus ropas de lino, y en los siglos IV y V los aplausos de la retórica de los sermones populares se habían convertido en una costumbre habitual.
Actualidad de los aplausos y por qué aplaudimos
Actualmente, los aplausos son una forma de expresar la aprobación después de una actuación, como un concierto musical, un discurso o como señal de disfrute. Aplaudir es un movimiento de manos muy popular entre la audiencia para producir ruido constante: los aplausos tienden a sincronizarse naturalmente en un grado progresivo y aunque no estés muy satisfecho con lo que has visto, aplaudes. ¿Por qué?
La mayoría de los aplausos tiene que ver con la audiencia que te rodea, no con lo mucho que disfrutaste del espectáculo. La esencia de un estudio realizado por matemáticos de la Universidad de Uppsala (Suecia), revela que los aplausos son un comportamiento humano muy contagioso y que, cuando asistimos a un evento, al concluir los individuos se sienten más presionados a unirse a los aplausos cuanto mayor es el número de espectadores.
Los autores del estudio sugieren que los aplausos se contagian del mismo modo que se extiende una gripe, se podría medir cómo se difunden las nuevas modas o se adoptan ciertos hábitos de comportamiento entre la población, pero aplicado a las matemáticas. "Los aplausos se contagian en un grupo de personas como una enfermedad que salta de individuo a individuo hasta que todos los espectadores están infectados", aclaraban los autores.