Fuerza histérica: cuando una persona es capaz de levantar un auto
De vez en cuando, ese tipo de hazañas parecen ocurrir realmente
En 2012, Lauren Kornacki, de 22 años, levantó un BMW 525i en una localidad de Virginia, EE.UU., para rescatar a su padre, tras soltarse el brazo hidráulico que sostenía el auto.
Siete años antes, Tom Boyle hizo lo propio con un Chevrolet Camaro, liberando a un ciclista que había quedado atrapado en Tucson, Arizona.
Peso relativo
Antes de seguir adelante se debe aclarar que la cantidad de masa levantada es menor de lo que se suele reportar en esos casos.
Hablemos de la persona que levanta un auto. Se trata, por lo menos, de una tonelada y media. Pero el récord de levantamiento de peso muerto en poder del lituano Zydruna Savickas es de apenas 524 kg.
En realidad la mayoría de ejemplos de fuerza histérica describen a una persona levantando una parte de un vehículo algunos centímetros y no todo el automóvil.
En todo caso, los científicos tienen un entendimiento incierto de lo que podría haber detrás de esos episodios.
Y es que las situaciones espontáneas de vida o muerte que aparentemente los provocan no se prestan para hacer estudios rigurosos.
"Uno no puede realmente diseñar un experimento de laboratorio haciendo pensar a un individuo que se va a morir", dice E Paul Zehr, profesor de neurociencia y kinesiología de la Universidad de Victoria, Canadá.
Aun así, numerosas líneas de investigación, especialmente relacionadas con atletas, ofrecen una fascinante perspectiva sobre los elementos fisiológicos y psicológicos detrás de la fuerza histérica.
"Claramente la tenemos dentro", dice Robert Girandola, profesor adjunto de kinesiología de la Universidad del Sur de California, EE.UU.
"No es causada por una especie de fuerza sobrenatural".
Más desde los músculos
Uno de los principales elementos de la explicación es que simplemente somos más fuertes de lo que pensamos.
Nuestros movimientos están controlados por la contracción de músculos, a través de señales transmitidas por los nervios.
En nuestra rutina tendemos a usar la menor cantidad de "unidades motoras" de músculos y nervios para ejecutar una acción.
"Tus músculos se activan normalmente de una forma realmente eficiente", dice Zehr. "¿Por qué usar toda tu masa muscular para levantar una taza de café?".
Los cálculos varían, pero los investigadores han fijado la cantidad de masa muscular empleada durante una prueba de ejercicio máximo en cerca del 60%.
Incluso los atletas de élite solo estarían aprovechando el 80% de su fuerza teórica.
Y la razón de mantener tanto en reserva esencialmente tiene que ver con protegernos de desgarros de músculos, ligamentos y tendones, y de fracturas de huesos.
"Nuestros cerebros siempre buscan asegurarse de que no nos excedamos demasiado hasta el punto de hacernos daño", afirma Zehr.
Dolor y fatiga
Sin embargo, en muchos casos podríamos hacer más sin lesionarnos.
Hasta hace unos 15 años, las disciplinas que estudiaban el ejercicio atribuían la fatiga muscular exclusivamente a factores fisiológicos dentro de los propios músculos.
Según el dogma establecido por el británico A. V. Hill, premio Nobel de Medicina y Ciencias Fisiológicas de 1922, el factor limitante en los ejercicios vigorosos era simplemente la capacidad del organismo para recibir y diseminar oxígeno que liberara energía a los músculos.
Ese "modelo sin cerebro", en palabras de Timothy Noakes, profesor emérito de Ciencias del Ejercicio y Medicina del Deportes de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, se ha debilitado en los últimos años.
El trabajo de Noakes y otros investigadores le da al cerebro un rol de "director central" con responsabilidad primordial sobre el rendimiento.
Bajo esa nueva concepción, el dolor de la fatiga muscular es más una emoción que un reflejo del estado físico de los músculos.
Es decir que, en gran medida, nuestro cerebro dice cuándo abandonar el esfuerzo.
¿Pero qué es psicológicamente lo que permite que atletas –y personas que emplean fuerza histérica- superen las protestas del cerebro?
Entrenamiento y motivación
El entrenamiento, que puede ser visto como la exposición frecuente al dolor psicológico del esfuerzo, ciertamente ayuda a acostumbrarse y "sobrepasar" la agonía.
Y un factor difícil de calcular pero enorme a la hora de descifrar la fuerza histérica es, por supuesto, la motivación. "Podemos forzarnos a ignorar algunas de esas señales de dolor", afirma Zehr.
La motivación seguramente será más poderosa para alguien que corre un peligro directo.
"Si estás en una situación en la que todo está en peligro y la recompensa es que vas a vivir, lo arriesgarás todo", sostiene Zehr. "No hay un próximo paso si no lo haces".
"Siempre actuamos con reserva, pero ese control puede ser abandonado", concuerda Noakes. "Sé de personas en peligro de muerte en una guerra que han corrido durante días sin consumir alimentos ni bebidas".
Torrente de adrenalina
Un agente clave para exigir más al cuerpo es la "descarga de adrenalina", en la que aumenta la secreción de hormonas como la epinefrina (también conocida como adrenalina) desde nuestras glándulas suprarrenales hacia la sangre y todo el cuerpo.
"Su liberación es rápida –aparentemente instantánea– para responder ante situaciones en la que tenemos que pelear o escapar", dice Gordon Lynch, un fisiólogo de la Universidad de Melbourne, Australia.
La adrenalina aumenta la frecuencia respiratoria y cardíaca, inundando nuestros músculos con sangre oxigenada extra para producir contracciones más fuertes.
Los nervios de la médula espinal que transmiten información hasta nuestros músculos tienen más facilidad para captar unidades motoras, aprovechando la fuerza total del músculo.
Además, durante una situación estresante activada por la adrenalina, el dolor del cuerpo parece disminuir.
En el caso de Boyle, el hombre de Arizona que levantó el automóvil, por ejemplo, se reportó que sólo sintió dolor al llegar a casa y darse cuenta de que se había partido ocho dientes, aparentemente al apretar la mandíbula durante su esfuerzo.