Netflix lanzó un documental sobre como se grabó We Are The World
Hace 39 años, en apenas diez horas, las máximas figuras del pop y el rock estadounidense, entre los que estaban Michael Jackson, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Tina Turner, Stevie Wonder, Ray Charles y Lionel Richie, registraron la canción emblema de USA for Africa.
Entre la noche del 28 de enero de 1985 y la madrugada del 29, sucedió un evento único en la historia del pop mundial. En los estudios A&M de Los Ángeles se reunieron durante diez horas 42 artistas estadounidenses, varios de ellos entre los más aclamados de la industria por décadas, para grabar una canción benéfica sin recibir pago alguno ni regalías. Se trataba de una sesión ejecutada casi en secreto, donde un sencillo cartel escrito a mano pegado al ingreso de la sala principal sugería a los convocados: “Deja el ego en la puerta”.
Esa noche intensa e inolvidable del invierno californiano en que se grabó la canción We Are The World -el octavo single de mayores ventas en la historia-, con el propósito de ayudar al continente africano asolado por hambrunas en distintos países, especialmente Etiopía.
El legendario Harry Belafonte, actor y músico consagrado, de respetada trayectoria en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, había tomado nota de Do They Know is Christmas?, el single británico de 1984 promovido por Bob Geldof para llevar ayuda a Uganda, una de las naciones símbolo de la devastación infantil por la falta de comida.
Asociado con Ken Kragen, un peso pesado en la representación de artistas de primera línea, comenzó a acariciar la idea de replicar la experiencia británica. A Belafonte le inquietaba el hecho de que los artistas afroamericanos, no habían dado señal alguna de solidaridad con el tema, en tanto los músicos pop ingleses -mayoritariamente blancos-, se mostraban sensibles ante la catástrofe.
Mientras Do They Know is Christmas? -donde participaron Sting, Bono, Duran Duran, George Michael y muchos otros- apuntaba a Uganda como paradigma del desastre, los estadounidenses metieron a todo el continente en el mismo saco, resumido en la frase promocional USA for Africa.
La operación previa y la maratónica jornada de grabación son detalladas en el documental de Netflix La gran noche del pop del director vietnamita-estadounidense Bao Nguyen. Lionel Richie, protegonista y responsable de aquella noche única, es también productor ejecutivo del filme y una de las principales fuentes entrevistadas.
El ex vocalista de The Commodores, una de las bandas más trascendentes del funk, el soul y el pop de los setenta, se había convertido en un solista de extraordinario éxito. Según su relato, fue el tercer convocado para el proyecto en un momento en que estaba particularmente ocupado por una gira, y preparándose para animar los American Music Awards, donde además competía en varias categorías.
Richie sugirió a Quincy Jones como productor, símbolo de prestigio y éxito trabajando con los más grandes entre los grandes. “Tenía el respeto de todos los músicos del planeta”, sintetiza. El siguiente fue Stevie Wonder, pero el creador de Superstition no atendió el teléfono. La lista corrió hasta la estrella pop más grande del momento: Michael Jackson.
El creador de Thriller estaba en la cresta de la ola y se juntó con Lionel Richie a comper la canción que se grabaría apenas una semana más tarde. Según recuerda Richie, “Michael Jackson componía todos los arreglos y melodías tarareando”.
En paralelo, Ken Kragen sugirió abrir las invitaciones a cantantes blancos de renombre como Bob Dylan, Kenny Rogers y Paul Simon, y figuras en asecenso como Huey Lewis y Kenny Loggins.
La convocatoria general se centró en veteranos ampliamente respetados como Ray Charles, Diana Ross, Willie Nelson, Tina Turner y Dionne Warwick; consagrados como Bruce Springsteen, que a esas alturas sumaba una década de éxito, y estrellas pop en plena efervescencia como Billy Joel y Cyndi Lauper, cuya presencia fue impuesta por Kragen, a costa de Madonna, que quedó afuera de la lista por la rivalidad que mantenían.
Uno de los objetivos era lograr la participación de Prince, entre los principales nominados a los American Music Awards, en competencia directa con Michael Jackson.
La premiación, fechada para el 28 de enero en Los Ángeles, era clave en el proyecto de grabar la canción. Así, los costos de producción se reducían notablemente, porque la mayoría de los convocados asistía o participaba en la ceremonia, con la estadía pagada. Cerrado el show, el compromiso era asistir a la sesión dirigida por Quincy Jones, y con el sonido a cargo del ingeniero chileno Humberto Gatica.
El material a disposición de Bao Nguyen es extraordinario, ya que las cámaras estuvieron encendidas gran parte de la sesión. El montaje de We Are The World se desarrolla con urgencia y mucha tensión. El ambiente pasa por las fases de una sala de clases: risas, barullo, el progresivo llamado de atención de Quincy Jones como el maestro a cargo, y las dudas entre los artistas por quiénes serían elegidos para las voces solistas.
Apostillas de una noche única
La artesanía entre el productor, Gatica, arreglistas y los propios participantes sugiriendo cambios -Steve Perry de Journey demuestra particular talento proponiendo armonías-, es una clase musical exprés.
También se revelan las excentricidades de algunos y la suerte de escalafón entre ellos. El legendario Smokey Robinson por ejemplo, fue el único que se atrevió a discutir una decisión de Michael Jackson, a quien conocía desde niño.
Las imágenes muestran a un nervioso Bob Dylan, tratando de encajar en ese ambiente plagado de estrellas, en uno de los periodos artísticos más bajos de su trayectoria. Pero también se ve el momento de relax cuando todos los músicos, encabezados por Al Jarreau comienzan a cantar Banana Boat (Day-O) en homenaje a Harry Belafonte.
El documental revolotea, entre otras tensiones ligeras, en las idas y vueltas con Prince. A diferencia del resto, el creador de Purple Rain puso condiciones como grabar aparte un solo de guitarra, que Lionel Richie y Quincy Jones rechazaron para no generar problemas de cartel con las demás estrellas. El documental no da mayores pistas sobre la ausencia final de Prince, salvo la explicación de Sheila E. sobre su incomodidad en ambientes atiborrados. Entre las especulaciones ausentes en esta investigación figuran la rivalidad cierta con Michael Jackson, una supuesta mala onda con Bob Geldof -presente en la grabación-, y su pobre opinión sobre la canción.
La gran noche del pop no es solo un documental sobre una canción; es un recordatorio oportuno de la capacidad del ser humano para superar las diferencias y trabajar juntos hacia un objetivo común, un mundo más justo y equitativo, dejando el ego en la puerta de entrada.