¿Por qué el humano volverá a la Luna en el 2026 después de tanto tiempo?
La última vez que uno de los nuestros tocó la superficie lunar fue en 1972. ¿Qué ocurrió desde entonces?
La más reciente actualización del Programa Artemis de la NASA estableció el año 2026 para el regreso de seres humanos a la Luna. Si el plan se concreta, habrán transcurrido unos 54 años desde que el último de los nuestros tocó la superficie del satélite.
La curiosidad nos asalta: ¿acaso en estas cinco décadas no se consiguieron los avances necesarios para repetir la hazaña?, ¿por qué las agencias espaciales, además de la estadounidense, hicieron la plancha desde 1972 a esta parte? Además, ¿por qué solamente enviaron cohetitos sin tripulantes? Al explorar las respuestas a esos interrogantes, aparecen teorías conspirativas y algunas explicaciones mucho más aburridas que cualquier conjetura misteriosa.
Todos los que pisaron la Luna en las últimas cinco décadas
El 11 de diciembre de 1972, la misión Apolo 17 puso sus patitas en la Luna. Los astronautas Eugene Cernan y Ronald Evans estuvieron acompañados por Harrison Schmitt, que se destacó por ser el primer geólogo en caminar sobre el polvoso satélite. Ellos anduvieron la mayor distancia jamás recorrida en aquel paraje, a bordo de un rover, y Cernan fue el último humano en caminar allí. Los muchachos se marcharon el 14 de diciembre y llegaron a casa cinco días más tarde, amerizando en el Océano Índico.
El trío es parte de una reducida lista de humanos que llegaron a la Luna, compuesta por apenas 12 integrantes, todos ellos en seis misiones que volaron entre 1969 y 1972. Desde entonces, el satélite natural de la Tierra solo tuvo nuestra presencia a través de dispositivos creados aquí: robots de exploración, sondas y otros artilugios controlados a distancia.
Si hablamos de presencia humana en la Luna, Estados Unidos se lleva todas las fichas del juego. Pero otros países dijeron presente en la blanca moneda que agujerea nuestro cielo, con misiones no tripuladas. En ese grupo están la Unión Soviética, China, La India y Japón. Además, hace pocas semanas asistimos al debut de una nave espacial privada en aquel sitio espacial: Odysseus, de la empresa Intuitive Machines, se convirtió en la primera creada por un ente no gubernamental en pisar la superficie lunar. Por supuesto, sin viajeros a bordo. Para eso habrá que esperar.
La NASA quiere volver a la Luna a más de 50 años de la última visita
La agencia espacial de Estados Unidos había fijado el año 2025 para el reset de sus hazañas espaciales. Con entusiasmo, previeron regresar ese año a la Luna con una misión tripulada —por primera vez con mujeres a bordo—, para sentar bases allí y aprovechar esta movida como un trampolín para futuros viajes a Marte.
“Daremos más tiempo a los equipos”, dijo el administrador de la NASA, Bill Nelson, a comienzos del año en curso. Así, el director de la agencia informó que el plan, ahora, es viajar a fines de 2026. Antes, esperan concretar algunos vuelos de aproximación sin tripulantes y luego pasar cerca de la superficie, aunque sin alunizaje. Más tarde, hacia 2028, la ambición es intensa: quieren establecer la primera colonia de humanos en la Luna.
Todas las misiones que se aventuran hacia el satélite de la Tierra regalan aprendizajes y las lecciones explican, en parte, el extenso retraso. Por ejemplo, en Artemis 1 se probó el escudo término de la nave, que soportó las temperaturas del viaje, aunque tuvo carbonizaciones. “De la prueba en particular, obtuvimos un hallazgo importante en el que necesitamos un poco más de tiempo para trabajar en el rendimiento del sistema de protección térmica”, explicó el responsable del programa Moon to Mars, Amit Kshatriya. “Para Artemis 2 se están incorporando nuevas capacidades”, agregó.
¿Por qué ningún humano volvió a pisar la Luna desde 1972?
Una respuesta inicial es la de aquellos que aseguran que Estados Unidos jamás pisó la Luna y que el cineasta Stanley Kubrick fue el encargado de grabar las escenas que simularon la llegada de astronautas a ese paraje, con la banderita de aquel país flameando sin esclarecimientos razonables. ¿Cómo se onduló la tela, sin en aquel entorno no hay viento? Nota al margen: hay una explicación que derriba esta parte de la teoría conspirativa. Según se dijo, aquel fue un mástil especial que contaba, también, con una barra trasversal en el sector superior.
Según esta visión, no regresamos a la Luna en 50 años porque nunca estuvimos allí. Conspiranoia al margen, ¿acaso en este largo período no mejoraron las tecnologías espaciales con suficiente margen para volver? ¿Cómo es que fue posible hacerlo en 1969 y no ahora? ¿Qué ocurrió, todo este tiempo, para que ninguna agencia, no solo la NASA, se queden en casa, sin animarse a la aventura extraterrestre? En busca de lógicas para aplacar esos interrogantes, hay algunas variables que explican por qué ningún humano volvió a la Luna en más de cinco décadas. Algunas de las razones son más aburridas que intrigantes.
Las ambiciones de la política y los riegos presupuestarios
“Si no fuera por la política, estaríamos en la Luna ahora mismo. De hecho, estaríamos en Marte”. Esta sentencia, que se remonta al año 2018, fue dicha por Jim Bridenstine, que dirigió la NASA durante la presidencia de Donald Trump. En otras palabras, la explicación del demorado regreso de astronautas a la Luna no habría que buscarla en obstáculos científicos o tecnológicos. En cambio, en el dinero disponible para las misiones, una realidad que afecta a Estados Unidos y al resto de los países con capacidades espaciales.
Consultado sobre por qué EE.UU. no volvió a la Luna, Bridenstine respondió: “Fueron los riesgos políticos los que impidieron que esto sucediera. El programa llevó demasiado tiempo y cuesta mucho dinero”. Por entonces, en 2018, Trump apuraba a la NASA para que el regreso al satélite se realice lo antes posible. Pero con muchos años sin avances, la concreción del viaje no ocurre de la noche a la mañana.
En 2023, el presupuesto de la NASA fue de 25.400 millones de dólares, un 0,5% del gasto total estadounidense. Para tener dimensión, el presupuesto para el Departamento de Defensa de Estados Unidos estuvo en torno a los 858.000 millones de dólares, el año pasado.
Siguiendo un repaso del sitio Business Insider, la cifra parece altísima hasta que sabemos que se divide entre todas las divisiones y proyectos de la agencia: el Telescopio Espacial James Webb, el proyecto Space Launch System, además de las misiones que apuntan al Sol, Júpiter y Marte, entre otros destinos en el espacio.
Por otra parte, el presupuesto de la NASA es escaso en comparación con los gloriosos sesentas. “La porción del presupuesto federal de la NASA alcanzó un máximo del 4% en 1965″, detalló Walter Cunningham, un astronauta de la misión Apolo 7, durante un testimonio ante el Congreso en el año 2015.
Finalmente, no hay que dejar de lado las ambiciones políticas y el tironeo partidista. Ser el presidente que llevará humanos a la Luna por primera vez en tantas décadas es una medalla que algunos desean ostentar. Ahora, no sabemos quién estará en la oficina principal de la Casa Blanca en el 2026, conforme nos acercamos a las elecciones presidenciales de noviembre que tendrá frente a frente, una vez más, al demócrata Joe Biden y al republicano Donald Trump.
Sin plata, hay problemas
“El presupuesto de la NASA es demasiado bajo para hacer todas las cosas de las que hemos hablado”, comentó el antes citado Cunningham en aquel sincericidio de 2015, en referencia a las ambiciones de llegar a la Luna, a Marte y más allá. La lógica es evidente: sin el dinero necesario, los problemas emergen.
En el 2021, cuando la NASA informaba otro retraso en su carrera espacial contemporánea —por entonces, pospuso los vuelos tripulados de Artemis de 2024 hasta el 2025—, se supo que la demora también se debió a la falta de financiación. No fue una sorpresa. En la ocasión, un informe de la agencia detalló demoras en la producción de los tarjes que vestirán los astronautas que viajen a la Luna, señalando que la unidad encargada de diseñarlos no llegaría a tenerlos listos. ¿Falta de conocimientos? No: escasez de fondos que provocaron dificultades técnicas. En este punto, no hay que olvidar que el mundo —y también Estados Unidos— recién comenzaban a salir del impacto de la pandemia de Covid-19 y de las consecuencias que esa crisis tuvo en diferentes sectores.