¿Quién fue César Luis Menotti, impulsor de Argentina a la elite?
Lo mejor de la carrera del entrenador campeón mundial en 1978: la anécdota antes de su debut, el Huracán del 73, el llanto de Maradona, y su "enemigo" Bilardo
César Luis Menotti nació el 22 de octubre de 1938 en Rosario, provincia de Santa Fe. Por curioso que suene, su natalicio ya atestigua una vida interesante y llena de anécdotas que vale la pena conocer. El Flaco aseguró en alguna ocasión que aquella era la fecha correcta, pero su padre lo inscribió el 5 de noviembre, por lo que ese es su cumpleaños según los documentos nacionales. Antonio llevó a su hijo a la cancha de Rosario Central religiosamente durante diez años. Hasta que, en 1955, cuando César tenía 16, falleció a raíz de un cáncer. Desde entonces, la situación económica de la familia Menotti cambió drásticamente y el Flaco debió tomar decisiones. Y apostó por el fútbol. Tal vez, de no haberlo hecho, Argentina no tendría tres Mundiales, Carlos Salvador Bilardo seguiría buscando un enemigo, Maradona se hubiera ahorrado una frustración. ¿Quién sabe? Y la historia de Huracán, seguro, sería muy distinta.
Su debut: el billar y la camiseta del Rojo
Alguna vez contó Menotti que, durante su infancia, desde Newell´s y Rosario Central lo habían ido a buscar para las divisiones inferiores. Pero aquello nunca se concretó: “Mi viejo los echaba a patadas, decía que el fútbol era para jugar entre amigos, era muy severo con el estudio”. Luego del fallecimiento de su padre, su realidad cambió y César Luis Menotti comenzó a jugar al fútbol por plata; su familia la necesitaba. Empezó haciéndolo los domingos en Atlético San Jerónimo, de la Liga Carcarañense. “Ganaba más que mi amigo que trabajaba en el ferrocarril”, dijo alguna vez el Flaco. Al poco tiempo, un “doblete” en un entrenamiento entre la Primera de Central y la Reserva, al que había sido invitado, le valió la contratación del Canalla.
César Luis Menotti jugó menos de ocho partidos en la Reserva de Rosario y Central y ya conformó el primer equipo. Debutó en una victoria por 3-1 frente a Boca Juniors en la que anotó el tercer gol. Pero lo más interesante de aquella semana seguro tenga que ver con la noche previa. Menotti estaba relajado, jugando al billar en la concentración, cuando el por entonces presidente del club Federico Flynn llegó y preguntó “quién iba a jugar”. Según el propio César, en ese momento el entrenador Enrique Lupiz le dijo a quien tenía 22 años que le mostrara al presidente lo que “estaba haciendo recién”. Menotti agarró la bola de billar, hizo algunos “jueguitos”, y volvió a dejarla en la mesa. “Mañana juega él en primera”, le dijo el DT al presidente, con los ojos fijos en el mediocampista desgarbado. “Casi me agarra un infarto”, confesaría Menotti tiempo después. Central debía usar la camiseta alternativa, por la similitud de sus colores con los de Boca, por lo que el entrenador Lupiz propuso vestir la de Independiente, que según él “tenía de hijo” al Xeneize. Utilizaron la roja; y fue victoria por 3 a 1.
El Flaco jugó tres temporadas más en el Gigante de Arroyito, hasta que pasó a Racing. Luego, en 1965 lo contrató Boca. Allí ganó un título, en el año de su arribo, y también protagonizó un hecho que generó el enfado de Alberto J. Armando, entonces presidente de la institución. Luego de un 1-1, Menotti erró un penal frente al Real Madrid, por la Copa Mohamed de Marruecos, en 1966, y se cree que Armando “nunca lo perdonó”. En 1967, el nacido en Rosario comenzó su etapa en el exterior. Primero, en Estados Unidos y, luego, en Brasil. Fue campeón del Campeonato Paulista en 1968 con el Santos de Pelé. De allí su enorme admiración por el brasileño: “Hay uno que no, no se puede comparar, es imposible. Hay uno que si hubiese jugado hoy ganaría él solo los partidos. Los partidos 5 a 0, solo él contra todo. Con Pelé nadie se puede comparar”, dijo hace algunas semanas sobre quien lo forzó a ser suplente en esa época.
Huracán, su obra maestra
El traspaso de jugador a entrenador fue veloz. En 1970, Menotti dejó el fútbol profesional y se convirtió en DT. Rápidamente estaba dirigiendo a Newell's, aunque fue el rostro de una pésima campaña (en realidad, acompañaba a Miguel Antonio Juárez como ayudante de campo). Al año siguiente llegó a Huracán, el club que sería su vitrina y donde dejaría, tal vez, su más grande impronta. Como en un guiño novelístico, ocupaba el lugar que dejaban Osvaldo Zubeldía y un joven aprendiz que lo secundaba, llamado Carlos Salvador Bilardo. El primer año en el Globo fue luchado y con más derrotas que victorias; el segundo, considerablemente mejor. Y en 1973, los de Parque Patricios se convirtieron en, para algunos, “el mejor equipo de la historia”.
Basile, Brindisi, Houseman, Menotti. Se trata de solo algunos apellidos que transformaron la historia del equipo y que, con el título del 73, inmortalizaron su estampa en el fútbol argentino. Fue el primer trofeo en la historia de Huracán. Desde la primera fecha, el 4 de marzo de aquel año, se vislumbraban motivos para la ilusión quemera: 6-1 a Argentinos Juniors. Luego les convirtieron cinco goles también a Ferro, Racing y Central; y el Globo se consagró campeón con dos fechas de anticipación, pese a que Omar Sívori, DT de la Selección argentina, se había llevado prácticamente medio equipo de Huracán para disputar las Eliminatorias mundialistas.
Aquel plantel expresó plena e inmaculadamente la idea de Menotti: vocación ofensiva, posesión, estética, dominio. Entre las creaciones del Flaco estuvieron Carlos Babington y Miguel Ángel Brindisi, de las juveniles de Huracán. Y Omar Larrosa y Jorge Carrascosa, entre otros. Pero, sobre todo, estuvo René Houseman. Ese “loco” que sería campeón mundial cinco años más tarde llegó proveniente de la Primera C. Alguna vez contó su compañero Babington: “Cuando estábamos en la pretemporada en Mar del Plata, Menotti nos dijo que iba a sumarse Houseman. Con ese apellido alemán, pensamos en un grandote de área. Cuando vimos entrar a René creímos que era una broma: flaquito y chueco. ¿Este es el refuerzo?”. Y ese era el refuerzo: un wing escurridizo de un talento pocas veces visto que anotaría más de 100 goles en 10 temporadas con la Quema. Un delantero sobre el que, antes que nadie, posó su pupila Menotti.
En la Selección: del llanto de Diego a la cima del mundo
Su labor en Huracán le valió la contratación nada menos que de la Selección argentina. Comenzó como DT en septiembre de 1974, luego de un papelón del equipo albiceleste en la Copa del Mundo de Alemania (al Mundial de 1970 Argentina no había clasificado), y pacientemente fraguó el equipo que sería campeón al cabo de cuatro años. Antes del campeonato mundial de 1978, hubo decenas de amistosos, recambio de jugadores y una concentración de 50 días. Y hubo una situación que ningún fanático del futbol olvidará: el Flaco “dejó afuera” del Mundial a Diego Armando Maradona.
La lista mundialista debía estar conformada por 22 jugadores y Menotti todavía contaba con 25. Era 19 de mayo, faltaban doce días para la Copa del Mundo, y el DT debía comunicar los tres ausentes. “Los que salen son Bravo, Maradona y Bottaniz”, le dijo al plantel. Diego tenía 17 años; jugaría otros cuatro Mundiales y ganaría títulos de todos los colores. Pero jamás olvidó aquella frustración: “Lloré mucho, lo sentí como una injusticia. A Menotti no lo perdoné ni lo voy a perdonar nunca por aquello, pero nunca lo odié. Me la veía venir. El plantel tenía cinco que jugábamos de diez: Villa, Alonso, Valencia, Bochini y yo. Lo peor fue cuando volví a mi casa. Parecía un velorio. Lloraba mi vieja, mi viejo, mis hermanos... Ese día, el más triste de mi carrera, juré que iría por la revancha. Fue la desilusión más grande de mi vida, me marcó para siempre”, escribió el de Fiorito en su libro biográfico.
A los dos días de quedar exiliado de la nómina, Maradona se puso la camiseta de Argentinos y anotó tres goles frente a Chacarita. Hugo Pena, defensor rival, pese al 5-0 que sufría, le dijo a Pelusa: “Si no fuera porque tengo otra camiseta, festejaría los goles que nos estás haciendo. Quedate tranquilo que vas a tener muchos Mundiales más”. La profecía de Pena sería cierta, pero de poco le sirvió a Diego para menguar su angustia. Lo que siguió es conocido por todos: un Kempes brillante, un Fillol necesario y un Menotti sinfónico para que, luego del 3-1 frente a Holanda en la final, Argentina se consagrara campeón del mundo por primera vez en la historia. Sin Diego.
Boca, River, Bilardo y Maradona otra vez
Luego del título obtenido en el Monumental, Argentina tuvo un mal Mundial en España, en 1982, y quedó eliminada tras las derrotas frente a Italia y Brasil. Tras el torneo, Menotti dejó el cargo como DT de la selección mayor. Desde entonces, condujo varios equipos de renombre: Barcelona, Boca, River, Independiente, Atlético de Madrid, entre otros. En 1983 llegó a Cataluña para dirigir al Barça; dato no menor: en el conjunto blaugrana jugaba un Maradona ya un poco mayor. Allí, Menotti no tuvo grandes resultados pese a sus tres títulos de la mano de Diego. Después de aquella Supercopa española, el tercero de los trofeos que alzó en Barcelona, Menotti no volvería a ser campeón como entrenador. Tuvo dos ciclos en Boca, dirigió a River, Independiente, Peñarol; mas sin consagrarse.
Como DT de Independiente vivió, en 1996, un partido muy especial: enfrentó en la Bombonera al Boca de Bilardo. Fue el único duelo que tuvo frente a quien durante toda su carrera fue su “archirrival ideológico”. Ambos representan dos miradas y formas antagónicas que han marcado el fútbol argentino y, a la vez, han llevado a la selección nacional a la cima. De un lado, la belleza, la tenencia, el “fútbol total”; del otro, pragmatismo, eficiencia, preocupación defensiva. Pero la disputa Menotti-Bilardo no fue solo futbolística. Y merece la pena ahondar un poco en ella para dimensionar la trascendencia de aquel Boca-Independiente de noviembre de 1996.
Tal vez el comienzo del conflicto date en 1983, luego del primer partido de Argentina con Bilardo como entrenador. El Flaco criticó el juego de aquel equipo y el Doctor lo acusó de ser “amigo de los militares”. Enseguida comenzaría el conflicto eterno. En los años posteriores, se oirían chicanas de todo tipo: “El fútbol es tan generoso que sacó a Bilardo de la medicina”. O: “Si a mí me dicen que hay que acostarse a las seis de la mañana, entrenar a las cuatro de la tarde, no conocer al rival o no preparar jugadas, estoy en contra. Esto no es solo vivir de la inspiración y lo que salga. Eso hace Menotti”. Tras años de enemistad, el destino quiso que se cruzaran en un duelo icónico. ¿El resultado? 1-0 a favor del Rojo que dirigía César Luis Menotti, en una tarde sin saludos ni calma.
A principios de este siglo, el Flaco tuvo algunas experiencias como entrenador, mas ninguna muy positiva. También ejerció como manager, en Independiente, y como director de Selecciones nacionales de la AFA, desde 2019 hasta su muerte, el 5 de mayo de 2024. Semanas atrás, a sus 85 años, había superado un cuadro de severa anemia y se recuperaba en su domicilio tras haber estado diez días internado.
César Luis Menotti, aquel joven de Rosario Central que comenzó haciendo jueguitos con una bola de billar y acabó inaugurando mucho más que un estilo: una forma de vivir el fútbol.