El bronceado saludable no existe según los especialistas
Los mitos que necesitan romperse.
La piel nunca "se acostumbra a tomar sol", ni tampoco la ingesta de betacarotenos evita usar protección solar. A la vez, tampoco debe dejar de usarse protección en invierno y tener extrema precaución con las cabinas de bronceado. La exposición directa al sol favorece la aparición de manchas, con el riesgo de desarrollar cáncer años después, a la vez que se produce un envejecimiento prematuro de la piel con las consecuencias que esto conlleva. Existen, de hecho, varios mitos socializados actualmente a través de las redes que necesitan romperse.
Desde principios del siglo pasado, lucir una piel bronceada ha sido sinónimo de belleza en casi todas las culturas. Pero “estar moreno es señal de daño solar acumulado y, por tanto, de un mayor riesgo de cáncer de piel”, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
En tal sentido, el color dorado de la piel es una forma que la misma tiene de defenderse frente a la radiación solar, siendo promovido por los melanocitos, las células que dan color a la piel. Por ello, ningún bronceado es saludable según detallan los expertos.
Asimismo, la exposición solar intensa es la que más se relaciona con el desarrollo de cánceres cutáneos, entre ellos el melanoma, potencialmente mortal dada su mayor probabilidad de propagación a otras partes del cuerpo si no se detecta a tiempo. De hecho, los cánceres de piel son los más comúnmente diagnosticados en todo el mundo, según informó la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC).
La piel no se "acostumbra" al sol
Una de las informaciones relacionadas que más circulan por redes es el concepto de callo solar como una forma de tolerancia de la piel. Y es totalmente falso: “Exponernos al sol progresivamente y sin protección solo va a ocasionar envejecimiento prematuro y daño que, a largo plazo, puede traducirse en cáncer”.
Lo que ocurre más bien es que la piel se defiende de las radiaciones solares creando una pantalla de pigmentación más oscura, que mitiga lo que los rayos ultravioleta producen en el ADN, en especial los B (UVB). Dicho coloquialmente, “los rayos UVB rompen el ADN”, apuntaron.
Por eso los expertos valoran que la piel tiene "memoria", y, con los años, pasará la factura del tiempo de sol acumulado sin protección. “Una quemadura solar produce un eritema o enrojecimiento. Luego esa piel se descama, en algunos casos pueden aparecer ampollas, pero habitualmente es algo transitorio y después recobra la apariencia de una piel normal, como si no hubiésemos tenido nada”, explicaron.
La exposición solar daña el ADN
Aunque no pueda percibirse, junto con esos daños pasajeros, la luz ultravioleta del sol va dejando huella en el ADN de los melanocitos: “Provoca la formación de dímeros de pirimidina, unas mutaciones que se van acumulando. Y cuando ya se rebasa un cierto umbral, puede aparecer el cáncer de piel”, indicaron.
Los dímeros de pirimidina son lesiones moleculares que desestabilizan la estructura del ADN, abriendo huecos que impiden que se replique correctamente a la hora de renovar las células de la piel, como señaló un estudio publicado en la revista Science Advance en 2021.
Cuando esos daños producidos por la radiación solar superan la capacidad del organismo para repararlos, las mutaciones hacen que los melanocitos pierdan el control de su capacidad de multiplicarse. Si esta proliferación no es detenida por las propias células, o si el sistema inmunitario no es capaz de detectarlas y destruirlas, aparecerá un melanoma.
El uso de cabinas de bronceado
Además, también existe un mayor riesgo de melanoma en las personas que usan rayos UVA artificiales para broncearse. “Las cabinas de bronceado pueden emitir radiación UV de 10 a 15 veces superior a la solar. Su uso, y especialmente en población joven, se ha asociado con un incremento significativo en el riesgo de melanoma años después. La Organización Mundial de la Salud las clasifica como un agente causante de cáncer”, advirtieron.
Nada reemplaza al protector solar
Otros mensajes hallados en la redes sociales indican que los betacarotenos incluidos en algunos alimentos, como las zanahorias, pueden defender la piel del sol. “Es cierto que los betacarotenos tienen un efecto antioxidante. En cierto modo pueden ayudar a estar algo más protegidos, pero desde luego en ningún caso reemplazarían a la fotoprotección que proporcionan las cremas solares”, aclararon.
Pese a que en las redes sociales dan recetas para fabricar cremas solares “caseras” a base de zanahoria y palta con adición de ciertos minerales, a las que se califica de más naturales y se les asigna un factor de protección en algunos casos de 50, lo más seguro es recurrir a los productos de venta en farmacia que han sido debidamente testados y probados dermatológicamente.
De hecho, los expertos recomiendan un factor de protección alto. El número FPS que figura en el envase de los fotoprotectores indica el tiempo que la aplicación del producto retrasa la aparición de una quemadura. “Los primeros minutos de la exposición solar vamos a estar igual de protegidos con un factor más o menos alto. Pero cuanto más bajo sea el factor de protección, más frecuentemente habrá que renovarlo. Y como nos cuesta volver a aplicar el fotoprotector, habitualmente recomendamos utilizar un factor 50. Y si hay antecedentes familiares de tumores en la piel, mejor un factor 100”, continuaron.
La paradoja de la protección solar
Eso sí, llevar fotoprotector no debe incentivar a tomar más el sol. Algunos expertos advierten de esta tendencia engañosa a la que llaman la "paradoja de la protección solar", según la cual el uso creciente de cremas se correlaciona con una mayor exposición, porque genera una engañosa sensación de seguridad, como advertía un artículo publicado el año pasado en la revista Cancers.
Es más, después del periodo estival, en el que la piel ha recibido una ración extra de sol, no está de más acudir al dermatólogo para comprobar que no ha sufrido daños. Pero hay que dejar pasar un tiempo, porque la exposición solar estimula la pigmentación de los lunares, incluso en algunos casos estimula su crecimiento y puede inducir a error en la evaluación.