Por qué los perros se parecen a sus dueños
Cuáles son los estudios que interpretan esta llamativa semejanza
Desde expresiones que se asemejan hasta cortes de pelo similares, esta curiosa coincidencia de la semejanza de los perros con sus dueños intrigó a la ciencia, que interpreta que posee una base psicológica y evolutiva.
El proceso de domesticación, que data de hace entre 11.000 y 16.000 años, tuvo un papel clave en la capacidad de los canes para integrarse en el mundo humano. La experta en comportamiento animal Stefanie Riemer, de la Universidad de Berna, Suiza, explica que la selección natural y la convivencia prolongada con personas han facilitado que estos animales desarrollen habilidades que reflejan características humanas.
Un informe encabezado por el psicólogo Nicholas Christenfeld y Michael Roy de la Universidad de California, desarrollado a principios de los 2000, halló que los voluntarios podían emparejar fotos de perros con sus dueños sólo observando sus rostros. Inclusive, cuando se les tapaban los ojos en las imágenes, la tasa de aciertos se reducía a la mitad, indicando que la mirada es esencial en este parecido.
Según Katrina Holland, investigadora del equipo de comportamiento humano en Dogs Trust del Reino Unido, esta tendencia de elegir canes que se parezcan a sus dueños es específicamente notable en las razas puras. Ella manifiesta que este suceso se asocia con el “efecto de mera exposición”, un método psicológico que lleva a las personas a sentir atracción por lo que les resulta conocido, como sus propios rasgos físicos. Este efecto explicaría, según Holland, por qué tantos escogen mascotas con las cuales, sin darse cuenta, comparten algún atributo físico.
Además de los parecidos físicos, las personalidades de ambos también presentan llamativas similitudes. El psicólogo social William J. Chopik realizó un estudio en el que evaluó a 1.681 individuos, encontrando que las mascotas manifiestan la personalidad de sus humanos e incluso tienden a desarrollar actitudes similares en aspectos como la sociabilidad y el aspecto espontáneo.
Además, sugiere que estas semejanzas pueden surgir desde el momento de la elección de la mascota, ya que tienden a escoger perros que acompañen su estilo de vida y, con el tiempo, la convivencia y el contexto refuerzan estas características compartidas.
Yana Bender, investigadora del Grupo de Investigación DogStudies del Instituto Max Planck de Geoantropología en Alemania, indica que la relación entre un perro y su dueño puede compararse a una conexión humana cercana, en la cual ambos individuos, a lo largo del tiempo, regulan sus emociones a la par y ajustan sus conductas en función de la reacción del otro. Esto podría explicar por qué, mientras comparten experiencias, se vuelven cada vez más parecidos en su carácter y respuestas ante diversos acontecimientos.
El lazo que une a ambos va más allá de una simple relación mascota-dueño. Según Borbála Turcsán, de la Facultad de Ciencias de la ELTE en Hungría, este vínculo es tan fuerte que puede asemejarse al que se forma entre un padre y un hijo. Desde este lugar, explica que, gracias a la domesticación que evolucionó a lo largo de miles de años, los canes desarrollaron una profunda dependencia de los humanos, a quienes vislumbran como figuras de confianza. “Es lo mismo que el vínculo entre el niño y la madre”, indica.