José María Arancedo: "La Pascua es la fiesta de lo nuevo"

La homilía de este domingo del titular de la diócesis santafesina hace eje en la figura de Cristo y en el significado de la fiesta de este fin de semana. "En la Pascua el hombre y la creación ya participan de la victoria de la Resurrección", dijo

La Pascua de Cristo y nuestro compromiso es el tìtulo de la homilía de monseñor José María Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y arzobispo de Santa Fe. Este es el texto:



Al hablar del sentido de la vida del hombre es común recordar la frase del Concilio Vaticano II, cuando afirma que: “el misterio del hombre sólo se esclarece a la luz del misterio del Verbo encarnado” (G. S. 22). Jesucristo no es alguien ajeno al hombre, sino el camino para alcanzar su verdad. Por ello, el momento mayor de su vida, que se cumple con su muerte y resurrección, en su Pascua, se convierte para el hombre en fuente de vida y verdad. En ella se celebra el triunfo definitivo del hombre, que se vive como victoria de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio.

Ahora bien, ¿qué relación hay entre lo que aconteció en Jesucristo y mi vida? El elemento que nos une a Cristo es nuestra humanidad, que él la asumió y la hizo suya. Él se ha hecho hombre, uno de nosotros, para que el hombre, creado por Dios, tenga la posibilidad de vivir su triunfo definitivo. Esta conciencia de la Pascua de Cristo es la que llevó a san Pablo a decir, con la claridad de la fe: “¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? Porque lo que provoca la muerte es el pecado. ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo! (1 Cor. 15, 55-57).



La Pascua es la fiesta de lo nuevo, la muerte ha sido vencida, en ella el hombre no sólo recupera el sentido de su vida como un hijo al que Dios no abandona, sino que descubre en Jesucristo el camino que lo ilumina en su peregrinar por este mundo. Esto tiene su razón primera en que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y la “imagen perfecta de Dios” es, precisamente, su propio Hijo. Por ello, en Cristo, nos dice san Pablo, que es la verdadera “imagen de Dios” (2 Cor. 4, 4), encuentra el hombre su plenitud porque ha sido creado, precisamente, a su imagen. Esta certeza es la que lleva al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, a definir a Jesucristo como: “el prototipo y el fundamento de la nueva humanidad&rdq uo; (n. 431).



En la Pascua el hombre y la creación ya participan de la victoria de la Resurrección. Jesús inaugura un mundo nuevo y pone las bases para restablecer: “las relaciones de orden y armonía que el pecado había destruido” (Compendio, 454). Este es el fundamento de la esperanza cristiana, que lejos de ser una utopía sin raíces tiene su fuente en la Pascua de Jesucristo, como culmen de esa Historia del amor de Dios: “que tanto amó al mundo que le envió a su Hijo” (Jn. 3, 17).

El que vive en Cristo es, por ello: “una nueva criatura, lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente” (2 Cor. 5, 17). Además, toda la creación ya participa y vive a la espera de esta renovación que brota de la Pascua del Señor, pero que aún: “gime y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22), a la espera de dar a luz: “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap. 21, 1), como término de la salvación ya cumplida en Cristo. En el presente, en el hoy de nuestra vida, en el que aún caminamos con la riqueza del don de la pascua y la esperanza de su plenitud, estamos llamados a vivir y a predicar esta verdad cumplida en Cristo.

Como vemos, la visión cristiana lejos de alejarnos del mundo nos compromete más con él, nos pone en el centro. San Pablo nos alienta a vivir en esta dinámica de la Pascua, cuando nos dice: “…el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, y concluye, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor. 3, 22).