John Zorn y sus templarios
Los proyectos del saxofonista y compositor John Zorn son tan variados como las interpretaciones que se pueden hacer de cada uno de ellos. Palabras como Moonchild pueden definir tanto a los nacidos bajo el signo de cáncer como a piezas del iniciático King Crimson, a una canción de Iron Maiden o a proyectos discográficos como el que Zorn encaró a mediados de la última década, con aliados como Mike Patton, Trevor Dunn y Joey Baron.
El disco al que se refieren estas líneas está presentado como John Zorn Templars in sacred Blood y alista a los mismos músicos que gestaron Moonchild con el agregado de John Medeski. Y habrá que decir que no es de manera casual que este seleccionado de músicos se presente el próximo viernes, en el Teatro Coliseo. Tomemos este CD como aperitivo del show que darán en Buenos Aires.
Así como Crimson o Maiden rondaron lo onírico, lo religioso, lo esotérico en sus "Moonchild", Zorn hizo lo propio con la inspiración de su trilogía favorita Artaud-Varese-Crowley. Pero en este disco hay otra musa: los templarios. Toda la obra gira en torno a ellos y se desarrolla a través de una composición que parece estar a la medida de sus intérpretes. Ahora sí, todos juntos son John Zorn, en letras, músicas, arreglos y dirección; Mike Patton, voz; John Medeski, órgano; Trevor Dunn, bajo, y Joey Baron, batería.
Templos secretos, liberaciones, asesinatos de magos, almas proféticas y ceremonias secretas son parte del breve repertorio que les dedicó a los soldados de Cristo, que actuaron durante unos doscientos años, hasta que fueron enjuiciados al ser acusados de herejes, a principios del 1300. La narración de Zorn no es, en realidad, un relato de prosa, sino una apreciación poética, muchas veces lacónica. De haber querido hacer una contextualización real y documental con la composición, habría recurrido a las formas musicales de los siglos XII y XIII. Pero para eso debió haber convocado a un grupo dedicado a la música antigua; uno de esos que son especialistas en piezas como las Cántigas de Santa María de Alfonso X el Sabio, que vivió por aquellos años. Pero no, eligió encarar una versión trash del rock progresivo. Y hay que decir que, a buen volumen, las distorsiones y las voz crispada de Patton en el tema que abre el álbum, realmente meten miedo. Algo similar puede provocar la evocación de Baffometo, supuesto ídolo pagano al que los templarios habrían adorado (o por lo menos eso fue lo que confesaron algunos hermanos de la orden, presión de torturas mediante, cuando fueron enjuiciados).
Zorn, Patton y compañía son en este disco muy buenos provocadores de climas. A veces las músicas son simples ostinati y las voces guturales sirven para hablar en pocas palabras de este tema que a tantos apasiona, más allá de sus creencias religiosas. Todo está cubierto de un tono lúgubre, de oscuridad, quizás más propias del metal gótico (aunque la música no tenga que ver con esto) que de una historia verídica de los templarios. De cualquier modo, el misterio en torno a estos caballeros de la cruz seguirá instalado y las atmósferas apuntan al suspenso.
También habrá que dedicarles un párrafo a los desarrollos instrumentales, esos con los que el grupo se luce. Porque la elección que Zorn hace de los músicos con los que se embarca en este tipo de proyectos no es para nada fortuita. Por eso son tan buenos los resultados.