Murió Jeannette Arata de Erize, artífice del Mozarteum Argentino

Presidió desde 1955 la institución dedicada a la promoción y difusión de la música clásica; produjo importantes conciertos en el teatro Colón y visitas ilustres en el país; tenía 91 años.

Jeannette Arata de Erize, presidente fundadora honoraria del Mozarteum Argentino y quien dedicó su vida a la difusión y producción de la música clásica en el país, falleció hoy en Buenos Aires, según pudo saber LA NACION. Tenía 91 años y desde 1955 era la titular de la ilustre institución, que había sido fundada tres años antes.

Jeannette Arata había nacido 30 de junio de 1922 en un hogar donde la música y la literatura eran temas de conversación cotidianos. Era hija del cirujano argentino Dr. Luis Aratamadre y de Valentina Ruftz de Lavinson, descendiente de una familia de la nobleza francesa. En los años de la adolescencia, Jeannette asistió junto a sus padres a las temporadas de teatro que ofrecían las compañías llegadas de Francia. Con el tiempo, sucumbiría a la tradición italiana.

Según sus propias palabras, se enamoró de la música clásica cuando escuchó la ópera Tosca, de Puccini, en el Colón, cuando aún era una joven estudiante en el Colegio Santa Rosa de los Misioneras del Sagrado Corazón. "Quedé fascinada por la música y el drama que se desarrollaba en la escena", supo contar a este diario.

Tuve una adolescencia muy corta porque a los 19 años se casó con el abogado y jugador de polo Francisco Pacho de Erize. Con él tuvo dos hijos, Francis y Alberto.

Los Erize formaban parte de un grupo de amigos que se reunían en sus casas para estudiar y escuchar la obra de Mozart interpretada por músicos profesionales. Ese fue el germen del Mozarteum Argentino. Cirilo Grassi Díaz, uno de los grandes impulsores de la vida musical en el país, se dio cuenta de que Jeannette Arata podía ser útil para la causa de la música y le propuso que se convirtiera en la presidenta de esa, entonces, pequeña asociación. Corrían los primeros años de la década del 50. El proyecto pronto se convirtió en una profesión de tiempo completo para ella.

Cuando Jeannette Arata de Erize se hizo cargo del Mozarteum, en 1955, existían en Buenos Aires sociedades musicales muy importantes, por lo que la flamante presidenta tuvo la idea de que los conciertos de su asociación se realizaran en los museos que habían sido residencias de familias tradicionales, como el Museo Nacional de Arte Decorativo (Palacio Errázuriz) y el Museo de Arte Hispanoamericano (Palacio Noel).

Además, comenzó a cultivar importantes relaciones con los músicos extranjeros que visitaban Buenos Aires, tanto que junto a su esposo recibía a esas figuras en su propia casa.

Pese a su disposición, las grandes figuras de la música clásica mundial no llegaban hasta el Sur del mapa. Era difícil conquistar y convencer a los managers o a los directores de orquestas. Así fue como Jeannette Arata, junto a su amiga y directora ejecutiva del Mozarteum, Gisela Timmermann, encararon una serie de viajes durante los años 60 para comenzar a entablar vínculos que después de años podrían ver sus frutos.

Así fue como en 1965 vino a la Argentina la Filarmónica de Viena, luego de cinco años de viajes, encuentros y promesas siempre cumplidas. Ese fue el gran puntapié inicial para la llegada de grandes orquestas de la mano del Mozarteum.