Como saben, ando siempre a la caza de software interesante, sin cargo y, de ser posible, de código fuente abierto. Algunos programas constituyen para mí una verdadera obsesión. Es por épocas. Una década atrás probaba clientes de correo electrónico sin descanso, y ninguno terminaba de convencerme; el incomparable Thunderbird logró dar de baja esa búsqueda. Otra categoría que me desveló durante mucho tiempo, por razones obvias, es la de los procesadores de texto (empecé con el PC Write en DOS, así que imagínense). También ahí tuvimos buenas noticias con OpenOffice y, más tarde, con LibreOffice.
Pero si hay una categoría de software que siempre encuentra obstáculos para obtener mi bendición es la de los reproductores de música; en especial, los móviles. O son feos. O no tienen reproducción sin saltos (gapless). O dejan de actualizarse. O ponen demasiados avisos. O tienen algún bug odioso y persistente. O son demasiado complicados. O no aceptan atajos de teclado globales. O no consiguen leer las etiquetas y reproducen las pistas en cualquier orden, excepto en el del disco original. Yo entiendo que estamos en la era de las canciones sueltas, las listas de reproducción personalizadas y el streaming, pero a los que nos gusta, por ejemplo, la música clásica, el que una sinfonía arranque por el tercer movimiento es un crimen.
En todos estos años he recomendado muchos, pero la partida por el Santo Grial de los reproductores de música parece no terminar nunca. El excelente Winamp empezó su larga decadencia cuando AOL compró Nullsoft, la compañía que lo había creado originalmente. La última versión es del 29 de enero de 2014. MusicBee me encantó, hasta que lo actualizaron y se volvió demasiado enredado, por lo menos para mí, que tengo una marcada inclinación por la simpleza.
En Linux, los debates sobre el mejor reproductor de medios tienen la virulencia de una batalla campal entre barras. Me gustan, en este sistema, Rythmbox y Audacious, que también está para Windows.
En Android usé durante mucho tiempo JukeFox, pero no la actualizan desde 2012, y en algunos teléfonos tiene una falla muy fea en el listado de discos. La tapa de los álbumes se sobrepone al título. Se los informé. Nunca me respondieron. Así que supongo que entró en un callejón sin salida. Black Player es muy bueno, y me sirvió de reemplazo. Pero, aún en este caso, todavía queda una deuda pendiente. Uno termina usando un software en Windows, otro en Linux y un tercero en el teléfono.
Pues bien, hace poco, volví a encontrarme con Foobar2000, un programa con mucho millaje (nació en 2003) que, así como se lo instala, tiene un aspecto tan paupérrimo que uno tiende a pasarlo por alto. Que fue exactamente lo que ocurrió la primera vez que lo instalé.
Tras lanzar versiones para Android y iOS en 2016, volví a echarle un vistazo; esta vez, con un poco más de tiempo. Aprendí así que tras su aspecto sencillo y austero se esconde uno de los mejores reproductores de música que haya probado. Eso, en sólo 10 megabytes (MB) de espacio de disco y con un uso de memoria RAM de escasos 23 MB.
Por supuesto, Foobar2000 es gratis, aunque no de código fuente abierto. Es, tal vez, su único defecto importante. El SDK (Software Development Kit), por su parte, sale con la licencia BSD de tres cláusulas.
Características
Fuera de eso, el reproductor acumula una cantidad de características que (como ocurre con XnView en el caso de las imágenes) hace que uno se pregunte cómo se ha hecho tiempo su autor, Piotr Pawlowski, para meter tantas cosas en el programa.
Para empezar reproduce casi todos los formatos de audio: AAC, MP3, CD, WMA, Ogg Vorbis, MP4 y FLAC (¡sí!), entre otros. Además, es posible sumar nuevos formatos (aunque dudo que lo necesitan) mediante el SDK y lo que Pawlowski denomina componentes, que son equivalentes a las extensiones. Existen más de 120 de estos componentes disponibles en el sitio. Impresionante (aunque no todas funcionan con igual fortuna).
Foobar2000 ofrece reproducción sin saltos y un tipo de normalización del volumen conocida como Replay Gain. Da soporte completo a Unicode para nombres de pistas y etiquetas. Implementa una herramienta muy consistente para administrar bibliotecas de música, funciones de etiquetado avanzadas y atajos de teclado globales (es decir, no hay que cambiar de ventana para subir o bajar el volumen, avanzar a otra pista, reproducir o pausar, etcétera). Y, de forma predeterminada, viene con una docena de módulos para el procesamiento de señales; en este caso, claro, de audio. Por ejemplo, un ecualizador de 18 bandas, remuestreo, conversión a mono y a estéreo, conversión de estéreo a 4 canales, y así.
Asunto no menor para los que solemos oír álbumes completos: al revés que casi cualquier reproductor que he probado -con honrosas excepciones, como Rythmbox-, Foobar2000 interpreta bien las etiquetas con los números de pista y las ordena correctamente siempre. No importa si es un disco que convertí a MP3 en 1999 con una aplicación de bash o si lo hice la semana pasada en Windows 10. Se requiere, sin embargo, un toquecito en las Preferencias. Hay que ir a File> Preferences> Shell Integration y en el campo Sort incoming files by poner:
%tracknumber%
o bien:
%album% - %discnumber% - %tracknumber%.
Interfaz de usuario
Todo esto lo pondría en las ligas mayores, pero hay más. Foobar2000 brilla con su interfaz. Sí, esa que parece tan sencilla. Lo cierto es que se la puede configurar hasta niveles inconcebibles. En mi caso (adjunto imagen) puse la tapa del disco arriba a la izquierda y, al lado, el listado de pistas. Abajo de la tapa, el análisis de espectro, configurado a 80 bandas. Y abajo de la lista de temas, el espectrograma. Ah, ¿no les había dicho? Sí, señor, al revés que todas esas lindas -pero generalmente inútiles- visualizaciones de los otros reproductores, Foobar2000 ofrece un analizador de espectro, un osciloscopio, un indicador de pico, un vúmetro (digital) y un espectrograma (en tiempo real). Datito para entender el espectrograma: el canal izquierdo está arriba y el derecho, abajo; y el momento presente del análisis se muestra en el borde derecho de la ventana.
Además de la posición y tamaño de los sectores, es posible cambiar las fuentes y los colores de la interfaz, y la lista de reproducción ofrece un gran número de opciones, más allá de las convencionales; por ejemplo, el códec del archivo y la velocidad a la que está corriendo. Uno diría que es suficiente con esto, ¿no?
No para Pawlowski, que ha añadido todavía un apartado de configuración avanzada con varias docenas de opciones; por ejemplo, el que Foobar2000 se vea translúcido (y que, eventualmente, sólo lo haga cuando está inactivo). La configuración avanzada cubre las siguientes áreas: Decodificación, Pantalla, Redes, Reproducción, Etiquetado, Herramientas, Actualizaciones y Depuración. Descubrirán, por ejemplo, que Foobar2000 viene con un ripeador de CD. En serio.
OK, parece demasiado bueno para ser cierto. Pero no sólo es cierto (tanto que circula un virus con el mismo nombre, así que sólo descárguenlo del sitio oficial), sino que todavía quedan dos grandes noticias. Primera, como adelanté, también está para Android y iOS. Por supuesto, la interfaz está adaptada a la pantalla de los móviles y no ofrece ciertas funciones que se comerían la batería del teléfono en cinco o seis canciones (el espectrograma, por ejemplo). Pero sí viene con varios módulos para el procesamiento digital de señales, un servidor FTP y soporte para UPnP (Universal Plug and Play). Entre otras cosas, que no mencionaré porque ya sería abuso.
La segunda gran noticia es que Foobar2000 puede ejecutarse en Linux, mediante Wine, un software que sirve para correr aplicaciones de Windows en Linux, aunque no es exactamente un emulador; de allí su nombre, que viene de Wine Is Not an Emulator.
No tenía mucha fe en que Foobar2000 fuera a andar en Wine, porque si el software necesita acceso a hardware especial (como el de aceleración 3D o una tarjeta de audio de alta calidad), puede fallar o volverse inestable. Pero funcionó a la perfección.
Si Wine no viene en la distribución que usás, como es el caso de Ubuntu, el primer paso es, por lo tanto, instalarlo. Lo más seguro -aunque no lo más sencillo para los que recién empiezan con Linux- es seguir las instrucciones que aparecen en el sitio del software. Una vez que Wine está en el sistema, pueden bajar el instalador de Foobar2000 y correrlo con un doble clic, como lo harían en Windows. Aconsejo la instalación portátil (portable, en inglés), porque de ese modo el reproductor aparecerá dentro de una carpeta en el Escritorio y resultará más fácil ubicarlo. En el modo estándar, quedará instalado en:
/home/{carpeta personal}/.wine/drive_c/Program Files/foobar2000/
(Las carpetas con un punto adelante del nombre están ocultas en Linux; es de rigor que con Ctrl+H se muestren en el navegador de archivos; con Ctrl+H otra vez volverán a ocultarse.)
El resto es automágico. Al darle doble clic a Foobar2000.exe se iniciará Wine y aparecerá la ventana del reproductor. Bajo Linux tampoco es problemático en términos de uso de memoria y de cómputo, y lo he tenido horas andando sin que se cuelgue ni una vez.
Si encuentran alguna dificultad en usar Wine mediante el mouse, pueden ejecutarlo directo desde un terminal. El comando es wine, y si, por ejemplo, el instalador de Foobar2000 estuviera en la carpeta Descargas, el comando sería así (todo en una sola línea y seguido de Enter):
wine /home/{carpeta personal}/Descargas/foobar2000_v1.3.14.exe
Recuerden que en el terminal pueden apretar Tab para autocompletar nombres de archivos y carpetas.
Y una última cosa. Puesto que el diseño de la interfaz se puede exportar (como un archivo con la extensión .fth, imagino que por Foobar2000 Theme), es posible tener un aspecto consistente en Windows y en Linux. ¿Qué más se puede pedir?