Aunque es indudable que determinadas especies son capaces de detectar pequeñas vibraciones en la tierra o modificaciones en la composición química del agua -cambios que en teoría, le permiten anticipar desastres naturales- la ciencia no logró descifrar el mecanismo de esta “capacidad predictiva”. Para analizar este fenómeno, un proyecto de colaboración internacional planea instalar pequeños transmisores en algunos grupos migratorios para examinar la vida salvaje desde el espacio. La intención es utilizar a estos ejemplares como “sensores inteligentes” para anticipar terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas.
El proyecto de Cooperación Internacional para la Investigación Animal Utilizando el Espacio (ICARUS), que estará operativo este año, instalará una antena especial en el módulo ruso de la Estación Espacial Internacional (EEI) para iniciar el rastreo. En varios continentes, se están colocando diminutas etiquetas de radio en insectos, elefantes y otros mamíferos, para transmitir datos sobre sus movimientos, la posición geográfica, las funciones corporales o los sentidos. A esto se le suman indicadores significativos sobre desastres naturales inminentes.
Estos sensores, que se abastecen con energía solar, podrán ayudar a entender la transmisión de enfermedades, el cambio climático, la caza furtiva y la habilidad para predecir desastres naturales. Los datos recolectados se compartirán públicamente en el sitio MoveBank, un repositorio en línea gratuito para la información de investigación de seguimiento de animales.
“Si bien existe una teoría de que los animales son capaces de predecir los desastres naturales, obtener evidencia científica de ello no resulta fácil. Sin embargo, se pueden encontrar numerosos ejemplos de comportamientos que parecen predecir terremotos, tornados y otras situaciones naturales que expresan los diferentes taxones. Esto se debe a que los animales deben adaptarse al ambiente, que cambia constantemente, mediante la expresión de sus agudizados sentidos. Algunos reptiles por ejemplo, pueden detectar pequeñísimas variaciones en la temperatura o la composición química del agua, que los alertan cuando su hábitat natural cambia. Algunas aves como los albatros, o también los tiburones e incluso los animales domésticos pueden detectar cambios en la presión atmosférica, percibir modificaciones en la calidad del aire, deformaciones en el suelo, o micro temblores” explica Verónica D’Amico, doctora en Biología especialista en cambio climático, investigadora del Conicet.
La iniciativa ICARUS está a cargo de Martin Wiselski, director del Max Planck Institute for Ornithology en Alemania. El desafío hoy es reducir el tamaño de los rastreadores para poder sumar nuevos sensores en el mismo espacio. Los actuales, que pesan unos 5 gramos, incluyen un panel solar, GPS y sensores para medir parámetros ambientales tales como temperatura, presión, intensidad de luz y aceleración. El receptor ICARUS en el módulo ruso de la EEI circulará a 320 km por encima de nuestro planeta, cubriendo más del 90% de la superficie de la Tierra.
La ventaja del seguimiento orbital es que se podrán identificar actividades inusuales sin interferir en el espacio vital. Y al contrastar estos movimientos con registros sísmicos, se podrá confirmar si, para evitar estos desastres naturales, las especies alteran sus rutas migratorias. De esta forma, para Martin Wikelski, los ejemplares monitoreados podrán ser usados como sensores inteligentes.
“En el caso particular de los animales migratorios perciben movimientos del campo magnético terrestre para orientarse en sus rutas, las aves además también utilizan el sol, las estrellas y los sentidos de la vista, oído e incluso olfato, y por lo tanto también podrían ser capaces de percibir los cambios electromagnéticos previos a algunas catástrofes naturales. Estas aves tienen lo que podríamos llamar relojes biológicos, que son mecanismos fisiológicos complejos que las preparan para los ciclos de muda del plumaje, la reproducción y la migración”, resume D’Amico.
La intención es que durante los dos primeros años se etiqueten unas dos mil criaturas y seguir hasta llegar a 20 mil. Mediante el uso de algoritmos se podrá registrar desde el comportamiento inusual, hasta el aumento de la agresión de las serpientes, una caída en la producción de leche en las vacas o un cambio en la ruta de las aves migratorias. Esto indicaría un terremoto inminente o cualquier revés meteorológico. Al ser confirmada, la información podrá ser transmitida a los gobiernos, ONG y organizaciones de socorro para salvar vidas en el terreno.