Cada día, nuestra identidad virtual se hace un poco más gregaria. Obviamente, en las redes sociales tenemos la libertad de elegir a nuestros contactos, los medios a los que seguimos y los temas que nos interesan, pero no es menos cierto que esta selección acaba derivando en una especie de endogamia que además es acentuada por los algoritmos mediante los que Facebook, Twitter, Instagram o Spotify nos recomiendan contenidos personalizados según nuestro comportamiento, nuestras preferencias y las acciones de amigos y conocidos.
Por eso, cada vez se escucha más hablar del filtro burbuja o de la burbuja social, conceptos que hacen referencia a aquellas circunstancias por las que nuestros perfiles en Internet se mueven dentro de un espacio acotado en el que todo les resulta afín. Según los defensores más acérrimos de esta idea, es la Red la que decide qué leemos y qué pensamos, lo que nos conduce hasta una situación que estos días está copando titulares en torno a la siguiente distopía: Un buen día te despiertas y te encuentras con que todo el mundo piensa como tú.
La alienación es tal que incluso existen aplicaciones móviles creadas para establecer flechazos virtuales (o matches, para los asiduos a los ligues desde apps) entre personas con fobias comunes. Este es el caso de Hater, de momento disponible solo para iOS aunque su versión para Android está anunciada para esta primavera y cuyo eslogan es “Conoce a gente que odia las mismas cosas que tú”. Al igual que Tinder, esta propuesta se basa en la geolocalización para encontrar afinidades cercanas con la intención de establecer posteriormente encuentros presenciales, de tal modo que la sensación de vivir en una burbuja trasciende el entorno digital para materializarse en el mundo real.
Según los responsables de Hater, es más fácil iniciar una conversación con alguien “si sabes que esa persona tiene la misma aversión que tú a una determinada cosa”. Pero tanto en este caso como en el de las otras burbujas propiciadas por las redes sociales convencionales, existe un gran inconveniente: la polarización de las opiniones. En otras palabras, la creación de un ambiente virtual en el que todos sus miembros piensan igual hace más lejanos e inaccesibles otros puntos de vista sobre un determinado asunto que, a su vez, se reorganizan en otras subredes.
¿Cómo salir de esas burbujas sociales sin renunciar a las conversaciones online? Mediante herramientas que propicien el debate y el intercambio de opiniones, al estilo de los foros de Internet que tanto éxito cosecharon a finales de los pasados años 90 y principios del presente siglo. Eso es lo que persigue, por ejemplo, Pinguin, una nueva aplicación (de momento, disponible únicamente para iOS en Estados Unidos) que organiza a sus usuarios en torno a todo tipo de canales de chats. Es posible moverse desde el dispositivo móvil por cada una de esas salas hasta encontrar temas de interés, conocer diferentes posturas sobre los mismos y aportar la propia opinión. Además, las conversaciones pueden establecerse en dos niveles distintos (local o nacional) e incluso charlar en tiempo real con otros usuarios que se encuentran en el mismo evento o en una ubicación específica, de forma muy parecida a las Historias en vivo de Snapchat.
El objetivo de Pinguin es crear conversaciones “más productivas y valiosas”
En palabras de sus creadores, el objetivo de Pinguin es crear conversaciones “más productivas y valiosas”, a diferencia de lo que sucede en las redes sociales tradicionales, donde simplemente existen “pensamientos vomitados”, según han declarado recientemente a la publicación Tech Crunch.
A la espera de conocer la aceptación de esta propuesta, lo cierto es que la idea recuerda a otros lanzamientos recientes, entre los que se encuentran Imzy, cofundada por un exdirectivo de Reddit, y un intento fallido de Google que se cerró definitivamente el pasado 17 de abril cuando aún no había cumplido un año de vida: Spaces. Esta aplicación social fue lanzada en mayo de 2016 para organizar grupos donde compartir opiniones y contenidos sobre temas concretos, con el objetivo de ordenar y enriquecer las conversaciones online que algunos ya no encontraban en otras apps debido a esas supuestas concentraciones de usuarios en torno a una única opinión. Sin embargo, Spaces no tuvo el éxito esperado y Google perdió una oportunidad para quitarse de encima el sambenito de creador de burbujas sociales. No en vano, el término “filtro burbuja” procede de The Filter Bubble, un libro publicado en 2011 por Eli Pariser que arranca explicando los cambios que la compañía de Mountain View hizo en su algoritmo en 2009, cuando su popular buscador comenzó a presentar resultados personalizados para cada usuario.