En pleno otoño y con el invierno golpeando las puertas, comienza a crecer la preocupación por las enfermedades invernales, especialmente en los niños.
Así, los cambios de temperatura en esta época pueden jugar en contra de la salud de los más pequeños, favoreciendo la aparición de enfermedades.
Con el frío, los cilios (vellosidades que recubren la vía aérea nasal y que actúan como barrera ante los agentes dañinos) pierden movilidad, lo que impide que controlen el paso de contaminantes, gérmenes y virus. Además, disminuyen su capacidad de calentar el aire para que llegue a los pulmones de manera adecuada.
Los ambientes muy calefaccionados hacen que se resequen las vías respiratorias y disminuya la mucosidad de la nariz, bronquios y pulmones, que actúan como barrera ante el ingreso de microorganismos. Cuando los virus ingresan a un organismo con menos defensa y con una temperatura mayor, se activan y pueden producir desde una gripe hasta un cuadro respiratorio de mayor relevancia.
Los trastornos inflamatorios de las vías aéreas, sumados a factores ambientales y genéticos, por ejemplo, pueden producir una condición de respuesta de las vías aéreas que conduce a episodios como: estornudos, secreción nasal o bronquial, tos y fiebre (temperatura axilar mayor a 38°C y 37,5°C en los recién nacidos).
Para hacer frente a las infecciones respiratorias, es recomendable tomar algunas medidas precautorias como evitar los cambios bruscos de temperatura que alteren las barreras del cuerpo ante gérmenes u otros, o el contacto de los niños con personas que se encuentren resfriadas, con gripe u otros cuadros; no exponerlos a ambientes contaminados con humo de cigarro; ventilar el hogar diariamente y mantenerlo a una temperatura media; aumentar el lavado de manos para evitar contagios en los niños y personas con las que esté en contacto; mantener un adecuado nivel de humedad, ya que el ambiente seco agrava las enfermedades respiratorias al alterar las mucosas del sistema respiratorio; y cubrir boca y nariz al salir a la calle o a espacios libres, con el fin de mantener una temperatura interna estable que no modifique los sistemas de defensa del cuerpo.