El impacto del estrés sobre la salud cardiovascular de los chicos es mayor que sobre los adultos. Por eso a los avances médicos y a la promoción de una alimentación más sana y la actividad física debe sumarse otro factor de protección, que es brindarles diariamente un entorno de cariño y comprender que no son “adultos en miniatura”. Este es el eje de la Campaña Nacional que lanza este mes de agosto la Federación Argentina de Cardiología (FAC), llamada “El corazón de los niños es un tema de adultos”.
Es que, según se expresa un comunicado de la FAC y reproduce elonce, a menudo los adultos encargados de proteger y cuidar a los más chicos terminan, sin darse cuenta, transmitiéndoles una cotidianeidad de nerviosismo. Y esas situaciones de estrés pueden producir en los niños hipertensión arterial, dolores de cabeza, agotamiento físico, trastornos del sueño, conductas compulsivas (como estar todo el día pegado a los videojuegos o Internet), dolor de pecho y falta de aire, además de afectar sus relaciones sociales y su aprendizaje.
“Uno puede hacer que un chico baje de peso y se alimente mejor, promover que haga ejercicio o llevarlo al médico cada vez que es necesario, pero el amor es lo único que puede hacer que bajen el estrés, que es un factor de riesgo demostradamente potenciador de todos los demás factores de riesgo de enfermedad”, destacó la cardióloga infantil y especialista en hemodinamia Sandra Romero, quien asegura que tanto la práctica clínica como la evidencia científica demuestran sobradamente la relevancia de la contención emocional en la prevención y en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares en los niños.
El poder sanador de un abrazo
La falta de atención y de cuidado que tanto afecta a los más chicos no consiste simplemente, según la doctora Romero lo explica, en el caso extremo de “no querer” a los hijos. Más bien tiene que ver con creer que sólo se trata de satisfacer ciertas necesidades materiales para que crezcan sanos física y emocionalmente.
“Hay muchos otros factores que debemos tener en cuenta: no somos cardiovascularmente sanos por comer pescado y brócoli y hacer deportes todos los días solamente, si bien mantener esos hábitos saludables es muy importante”, grafica.
Es que las demostraciones de afecto también son una necesidad material. “Si el niño se siente querido y cuidado, va a querer tener una vida saludable. Esto que parece tan obvio y evidente, no lo es. Pero, ¿cuántas veces al día se les da un abrazo? Porque eso es lo que les calma el estrés, les da confianza y autoestima, y una capacidad de defensa que de otra manera, la criatura no puede adquirir”.
Si las personas adultas no logran ponerle límites a su mundo de estrés y de permanente exigencia, ¿cómo esperar que logre hacerlo un niño? En medio de esa vorágine es fácil perder conciencia de todos los otros ítems que, además de los abrazos, se van “tachando de la lista” de la cotidianeidad familiar, y que sólo los adultos pueden proporcionarles a sus hijos: interesarse por sus actividades y sus sentimientos, conversar, ayudarlos a entender el mundo y a descubrirse a sí mismos, mitigar sus miedos e incertidumbres brindándoles la seguridad que un niño no puede lograr por sí solo sin el apoyo de adultos responsables.