Verano: tiempos de sol, de insolaciones y deshidrataciones, de golpes de calor, de asfalto caliente, de temperaturas por encima de los treinta grados. La población se refugia en la sombra y en la tecnología. En la época estival donde el calor apremia, oficinas, locales, viviendas, centros comerciales y transportes públicos seducen a la sociedad con ambientes refrescados. Las consecuencias de estos oasis urbanos tienen implicancias en la salud: el ingreso y el egreso constante de estos lugares genera el mal del cambio brusco de temperatura.
Por fracciones cortas de tiempo, escapar del calor, someterse al frío y volver a la intemperie del verano es lo mismo que pasar de 30 grados centígrados, a 18 y a 30 de nuevo. Esa dinámica produce severos resultados en el organismo.
Según la doctora Nora Zonis (MN: 117.822), los cambios bruscos de temperatura alteran la capacidad de responder de las mucosas del aparato respiratorio y otras frente al medio: "Diferentes gérmenes, alérgenos o simplemente el hecho de requerir adaptarse a las diferentes temperaturas y sequedad del ambiente genera una predisposición a sufrir resfríos, anginas, irritación ocular, entre otros".
Los expertos advierten que pasar sin escalas de 30 grados centígrados a menos de 20 reduce las defensas pulmonares entrenadas de manera mecánica: el frío minimiza su función y seca el ambiente. Las horas de tregua térmica producto del frío artificial es una negociación con dividendos positivos y un eventual corolario negativo. El cambio de temperatura puede provocar desde un simple catarro a enfermedades infecciosas, como faringitis, rinitis, neumonía, parálisis facial, dolores articulares y contracciones musculares.
Estas alteraciones en la percepción del frío y el calor reta al sistema inmunológico del cuerpo humano, que debe adaptarse a los cambios de temperatura con la amenaza de que en esos momentos virus y bacterias invadan el organismo. Incluso, hay investigaciones que certifican que los cambios estacionales pueden provocar espasmos coronarios y agravar la amenaza de infartos de miocardio.
De acuerdo a un artículo publicado en la revista British Medical Journal, la reducción de un grado centígrado en las temperaturas está directamente relacionado con un aumento del dos por ciento en el riesgo de infarto de miocardio.
La doctora Nozis redactó una serie de consejos para obtener los mayores beneficios del aire acondicionado sin perjudicar la salud. Recomendó mantener la temperatura de 22 a 24 grados centígrados, de modo constante y uniforme a todos los ambientes, en procura de disminuir la diferencia con la temperatura exterior; ventilar una vez al día los lugares cerrados, donde se suelen concentrar los gérmenes; limpiar con regularidad el filtro del aire acondicionado donde se acumulan gérmenes, ácaros y polvo; alejar a los niños del frío directo que emite el aire artificial; recordar llevar una prenda de abrigo a establecimientos cerrados con temperaturas bajas; y disminuir progresivamente la temperatura del hogar antes de salir para permitir que el cuerpo se adapte mejor al calor del exterior.