¿Para qué sirven las cejas? Parece una pregunta propia de un niño de 4 o 5 años, sin embargo probablemente no muchos puedan ofrecer una respuesta adecuada. Lejos de ser un pregunta sencilla el interrogante fue objeto de un artículo especializado en la prestigiosa revista científica Nature Ecology & Evolution.
Según consignó The New York Times días a trás de acuerdo a esa publicación científica, un antropólogo evolucionista de la Universidad de York echó por tierra todas las hipótesis vigentes sobre el tema.
Ricardo Miguel Godinho creó representaciones digitales de un cráneo con entre 300 mil y 125 mil años y descubrió que no existe ninguna evidencia de que los arcos de las cejas (arcos superciliares) ofrecieran ninguno de los beneficios que sugerían otros estudios previos.
Los primeros humanos tenían arcos superciliares gruesos y huesudos mucho menos ágiles que los nuestros y se creía que esas cejas tenían un propósito estructural, como apoyo para masticar alimentos prehistóricos.
De hecho siempre se descartó que funcionaran como un beneficio evolutivo para demostrar agresión o intimidar a los contrincantes, como sí lo eran las cejas más llamativas de los humanos modernos.
"Se probaron todas las explicaciones posibles y, efectivamente, no hay razones para sustentar las teorías previas", dijo Penny Spikins, una antropóloga que llevó a cabo el estudio junto con Godinho.
Los hallazgos publicados en la revista científica indican que las cejas siempre han sido una herramienta esencial humana, y que las frentes más lisas y las cejas más expresivas de los humanos modernos podrían haber evolucionado para adaptarse a nuestras relaciones cada vez más complejas.
"Con una frente más plana, más vertical, toda el área arriba de los ojos obtiene más movilidad, y los músculos pueden realizar gestos comunicativos muy sutiles", explicó Spikins. Esos gestos, como levantar las cejas para demostrar que reconoces a alguien, dijo, "suelen usarse más para expresar amabilidad que intimidación".
Aunque una hipótesis como esta es difícil de probar sin una máquina del tiempo, Spikins dijo que surgió por las observaciones en la vida real de Paul O'Higgins, coautor del estudio. "Paul estaba muy frustrado de que sus hijas pasaran tanto tiempo en el espejo del baño perfeccionando sus cejas y se preguntaba: '¿Para qué son las cejas?'", recordó. "Entonces fue cuando nos dimos cuenta de que quizá sí son muy importantes".