Cuando comenzó la cuarentena por el coronavirus, a Mateo Sauton, un joven de 21 años de edad, le preocupaba la situación de su abuela, que vive sola. Al estar en el grupo de riesgo, debería cumplir el aislamiento estrictamente.
Lo lógico hubiera sido que su propio nieto la ayudara, pero Mateo vive muy lejos como para ir a hacerle las compras. Sin embargo, la ayudó. Y no sólo a su abuela, sino a muchas otras personas en la misma situación, encerradas en sus casas por el coronavirus.
“Empecé a hacer cuentas. Si mi abuela lo necesitaba, tenía que ser mucha, muchísima, la gente que estaba en la misma situación u otra parecida. Así que recurrí a un grupo de amigos que se estaban organizando para colaborar. Pedí ayuda para ella y me ofrecí a ayudar”, dice Mateo.
“Al principio fue grande el impacto, tanto en la demanda como en la cantidad de personas que se ofrecían”, reconoce. “Así que tuvimos que armar una metodología. Yo estudio ingeniería, me gusta la organización y entre todos nos pusimos a pensar la mejor manera para hacerlo” contó el joven.
Mateo dividió la ciudad en zonas, con un referente en cada área que coordina a sus voluntarios. Para ingresar hay que llenar un formulario digital con los datos personales. También confeccionó un manual que explica cómo hacer las entregas, para cuidar la seguridad de los voluntarios y de los beneficiarios.
Cuida la desinfección de los productos, y tiene un sistema de pagos. Él se encarga de las compras de cuatro personas de su barrio, y otro voluntario (al que no conoce) le hace las compras a su abuela. El coronavirus despertó la solidaridad entre vecinos. Algunos se organizaron, otros ofrecen individualmente su ayuda.