La idea de matria, una noción polifónica que se reconfigura al calor de los feminismos y de las crisis ambientales y políticas, al punto de haber sido admitida en la jura de grado de una universidad nacional, puede constituir desde una "demanda ideológica justa", aunque de eficacia historiográfica "relativa", hasta una exhortación contra la sobreexplotación del capital más concentrado y predador, según opinan el historiador Ricardo Cicerchia y la filósofa Alejandra Ciriza.
El año pasado la Universidad Nacional de Cuyo tomó una decisión impensada y en lo que calificó como "un acto político de ampliación de derechos" autorizó a una graduada a jurar "por la matria y su honor": es momento de "cuestionar y revisar estructuras establecidas", fundamentaron las autoridades de Uncuyo y llamaron a "reflexionar constantemente sobre la construcción social de las palabras respecto de su alcance en la generación de sentidos".
Jurar por la matria y su honor, era entonces, "jurar desde una perspectiva de género con una visión Latinoamericana" e implicaba "la puesta en valor de la cosmovisión de pueblos originarios".
Con motivo del Día de la Patria, Cicerchia y Cririza reflexionan respecto a si ese término, matria, podría iluminar otra forma de leer el pasado y de construir relatos históricos, donde puedan ponerse en juego politicidades que no sean patriarcales.
No es casual la fecha en que se refresca este debate. La revolución del 25 de mayo de 1810 carga el signo histórico de ser el origen de la patria de los argentinos y reflexionar sobre los sentidos que el concepto matria alberga, podría servir para reconfigurar la histórica masculinización sobre los atributos de nacionalidad, raza, género, tradición y origen.
Cicerchia, doctor en Historia, profesor de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) e investigador del Conicet, dice a Télam que el término matria, de la misma manera que la noción de patria, responde a un "dilema historiográfico sobre los hitos originarios" que si bien representa "una demanda ideológica justa y necesaria" tiene una "eficacia relativa".Su explicación viene acompañada con un ejemplo muy gráfico, tomado de un ciclo de films remasterizados de Humphrey Bogart, donde reemplazaron a cada uno de los cigarrillos con que Bogart aparecía en escena por una pluma, un lápiz, cualquier accesorio que cupiera entre sus dedos.
Esa intervención -"ciertamente bizarra", dice-, apunta a que "la historia podía ser mejorada", pero "el cambio debe ser cultural, teórico y popular. Será de largo plazo. Aunque esta performance del hecho en cuestión, debo reconocer, tal vez colabore a su despliegue".
Desde el punto de vista de la Historia, reemplazar un término por otro, es "desconocer la verosimilitud que porta nuestro decir, siempre sostenido en las fuentes. Así se hablaba... y tiene un sentido siempre vinculado a las circulaciones y redes discursivas de cada época", puntualiza Cicerchia.
Pero revisar los términos, debatirlos, es sumamente necesario, porque, "el capitalismo actual reforzó estructuras patriarcales y prostituyentes que dominan las relaciones sociales con una desigualdad creciente y obscena. Hoy se habla de campos de exterminio. ¿De quiénes? De pobres, de mujeres, de jóvenes, de etnias, de nuevas identidades", asevera.
Sin embargo, la historiografía actual fue tomando esas realidades y cuestionó su propio discurso, dice Cicerchia, "aceptando la necesidad de democratizar los relatos" y "recuperando a 'lxs excluidxs' de las historias oficiales".
Impulsada por los debates sobre un decir que mantenía "improntas jerárquicas y sexistas", así como por la "revalorización de fuentes" y la "contundencia y coraje del movimiento de mujeres y del feminismo actual", se hizo necesaria "una cartografía del protagonismo femenino en cada proceso social, invisibilizado por cierta ortodoxia historiográfica", asegura el historiador.
"Las efemérides y sus relatos fueron inquiridos a recomponer un pasado con nuevos sujetos históricos y a deconstruir la voz siempre masculina que los manipulaba", subraya y concluye: "de la perspectiva de género y la historia de los conceptos se obtuvieron dos aprendizajes definitivos: uno vinculado a la diversidad del cosmos social en tantas identidades ocultadas o reprimidas y otro relacionado a la posibilidad de un léxico aprehendido por cada circunstancia histórica".
Por su parte Alejandra Ciriza, doctora en Filosofía, docente de Uncuyo e investigadora del Conicet, se adentra en la característica polifónica del término matria, es decir, "de un significante en el que confluyen múltiples formas de decir, de actuar y pensar".
"Si bien los feminismos procuran, bajo el amparo de la matria, establecer un lazo pasado-presente que incluya a las mujeres en la historia de estas tierras -como la madre de la patria, Remedios del Valle, afrodescendiente liberada e incorporada al ejército del Norte en la lucha anticolonial- la idea adquiere otros matices en la defensa de los territorios que muchas mujeres de la tierra encarnan", asevera Ciriza.
Es decir que, "si por una parte la idea de matria disputa en el terreno de la historia la hegemonía masculina, blanca, criolla, procurando un pasado que recupere de la independencia la dimensión 'nuestroamericana' y las múltiples vertientes de la lucha, por la otra remite a la crisis ecológica que afrontamos como planeta y humanidad".
En ambos casos, advierte, "la noción de matria, ya sea como procura por una memoria otra, ya sea como Pachamama, welmapu, etcétera, se liga a proyectos políticos que podríamos llamar antipatriarcales en un momento de conmoción de esa forma de dominación y explotación".
Para Ciriza "es interesante pensar las ambivalencias de la idea de matria en conexión con las cosmovisiones mapuches, tehuelches o lencas", porque "en las concepciones de estos pueblos existe una continuidad entre la naturaleza exterior, eso que llamamos territorio, y la corporalidad humana. A la vez que la fuente de vida, la tierra, la naturaleza, es el lugar de 'lxs muertxs'. Tiene un costado, por así decir, nutricio, pero también es fuerza destructora".
"De esta forma de vernos -remarca-, en y con la naturaleza, procede la necesidad de preservar un cierto equilibrio, de evitar la sobre-explotación, las prácticas predatorias y también el reconocimiento de la continuidad entre la vida y la muerte".
"No es casual que estas concepciones hayan adquirido visibilidad en momentos de una ofensiva que bajo diversas formas -fracking, agronegocio, megaminería- pretende avanzar sobre la vida de montes, ríos y montañas en beneficio de las fracciones más concentradas y predatorias del capital", concluye la especialista en pensamiento feminista.