El libro "Un muchacho como aquel, una historia política cantada por el rey", escrito por Abel Gilbert y Pablo Alabarces, explica el surgimiento de la figura de Palito Ortega a partir de la coincidencia en el espacio y en el tiempo de una serie de razones, bastante complejas, como el postperonismo, la llegada de los "cabecitas negras" a la gran ciudad, el apogeo de la idea de la meritocracia y la presunta autenticidad del muchacho pobre que cantaba canciones alegres, "un caso peculiar que exige explicaciones bastante minuciosas", explican los autores.
En el texto publicado por la editorial Gourmet Musical, los investigadores dejan en claro que no existe una receta para generar un ídolo popular. Alabarces señala que buena parte del fenómeno de Palito Ortega es interesante porque se intentó explicar a través de una receta y el propio cantante, con suficiencia y cierta jactancia, ironizaba: "He intentado fabricar más ídolos pero el que triunfó fui yo".
Los autores no dudan en que hay un proceso de fabricación y que para esa fabricación se aplican ciertos criterios, pero no dejan de ver que eran los comienzos de los 60, cuando tuvo lugar el primer momento de mercadotecnia, aplicada sin mucha cientificidad en la creación de Palito Ortega. Sin embargo, al caso del cantante tucumano lo ven como un trabajo bastante artesanal e intuitivo, que lleva a la conclusión de que "no hay una receta que inevitablemente te condene al éxito".
El compositor y escritor nacido en 1960, Abel Gilbert, y el doctor en Sociología nacido en 1961, Pablo Alabarces, descubren nuevas facetas que reproducen en su obra, en el cual aparece un Palito Ortega lector de César Vallejo, seguidor del cine de Luchino Visconti y coleccionista de arte. Además, consignan que el músico tomó clases con Carlos Alonso, uno de los más grandes pintores argentinos. Los autores no quisieron usar en el texto la etiqueta de "autodidacta tucumano" porque siempre se usó de modo peyorativo. Sin embargo, concuerdan que el también compositor y actor es un gran representante de la tradición del autodidactismo en la Argentina.
A lo largo de su trayectoria, el cantante decide con cierta prudencia no exhibir su conocimiento: por el contrario, muestra su trayectoria vital diciendo "no se olviden que yo fui un lustrabotas en la provincia de Tucumán, fui un pobre que no tuve educación formal". Esa condición biográfica es fundamental para la "máscara" en el sentido teatral, que instala a Palito como una figura que llega a la cima viniendo muy de abajo. El libro muestra, además, ese aspecto desconocido, y sobre todo, el hecho de que Palito Ortega quiso filmar el "Adán Buenosayres" de Leopoldo Marechal, allá por 1975. "Eso podría mostrar una contradicción o alguna fisura en su máscara", señala Alabarces.
—¿Se puede decir que Palito Ortega es un ídolo popular que rompe el molde del ídolo trágico argentino?
—Pablo Alabarces: Tampoco hay una regla que hable del ídolo trágico. En mi experiencia puedo ver que coexisten los ídolos trágicos y los no trágicos. El hecho de que Maradona, por ejemplo, haya muerto a los sesenta años, no sé si lo transforma en un ídolo trágico. El caso de Gardel y el de Eva Perón sin ninguna duda. El caso hoy olvidado de Julio Sosa, que nosotros contamos en el libro, también sin ninguna duda; se trata de muerte de jóvenes, accidentales o por enfermedad, pero no sé si hay una regla estricta. Sí es el caso de Gilda y, sin embargo, no necesariamente es el caso de Rodrigo. Podríamos seguir pensando en cantantes muertos jóvenes y que eso no los ha transformado en ídolos. No sé si esa condición trágica es un componente fundamental o parte del molde.
—¿De alguna forma Palito Ortega también es considerado como el que detuvo la caída de otro ídolo, Charly García?
- P. A.: No. Palito no detuvo la caída de Charly García, si no que sencillamente le salvó la vida. La historia concreta es que en el momento en el que Palito interviene en la internación de Charly, éste estaba judicializado, dependía de una jueza, no de un diagnóstico médico y la jueza había decidido mandarlo a una granja de recuperación. Charly dijo "esto es matarme" En ese momento interviene Palito ofreciendo su espacio. La historia es más compleja porque tuvo entradas y salidas, pero lo cierto es que no detuvo su caída.
Por otro lado aquellos que lo han visto tocar a Charly García después de la recuperación, y especialmente los que lo han visto cantar, no han quedado muy conformes con los resultados de "esa recuperación". Por eso se puede decir que sí es cierto que le salvó la vida. Y el tipo de respuesta que sostuvo en el ámbito cultural y espectacular en la Argentina fue sin duda muy positivo. Uno de los argumentos centrales del libro es que ese gesto con el otro cantante es una de las de las tres redenciones de Palito Ortega: la primera es ganarle Tucumán a Antonio Domingo Bussi, la segunda es salvar a Charly García y la tercera es autoimponerse como padre fundador del rock argentino.
—¿Cómo puede leerse el éxito y la permanencia del cantante durante la dictadura? ¿Puede haber más de una mirada de este hecho?
— Un argumento central del libro es que hace falta más que una mirada. Esto es: habría que hacer una mirada mucho más compleja sobre la cultura y el espectáculo durante la dictadura, para percibir que la trama de Palito Ortega no es excepcional, sino absolutamente normal. Durante la dictadura se siguieron grabando discos, se siguieron imprimiendo libros, siguió habiendo teatro, siguió habiendo cine, la televisión siguió funcionando sin ningún tipo de interrupción: incluso no necesitó hacer grandes modificaciones respecto de lo que ocurría poco antes de la dictadura, en el último ciclo de la presidencia de Isabel Perón, el cual fue duramente represivo y persecutorio. Entonces sí, hace falta una mirada más amplia que explique por qué todo el espectáculo "gira a la derecha" (entre comillas) y se vuelve relativamente cómplice. Hay que esperar hasta el año 1981 para que aparezcan con alguna eficacia y fuerza ciertas voces disidentes (el caso clarísimo de Teatro Abierto) Luego de Teatro Abierto, lo voy a decir de manera muy práctica, nadie puede hacerse el pelotudo.
—¿Cómo surgió la idea de un análisis sobre esta figura?
- P.A.: Hay un momento en el libro en el cual decimos que Palito Ortega es una especie de metáfora de la Argentina deseada. No decimos en ningún momento que es un reflejo, porque esta idea estaría lejos de nuestras convicciones teóricas: no hay nada en la cultura que refleje la sociedad. Sí hay, por supuesto, formas de representar lo social y formas en la que las sociedades se intentan leer a sí mismas. Palito es una de ellas. Es una metáfora de lo que a la sociedad argentina le hubiera encantado que fuera la sociedad argentina, es decir, una sociedad feliz, sin mayores problemas, en la cual los sectores populares ocuparan espacios subalternos, disciplinados y obedientes…