Leandro Bolmaro fue el último jugador albiceleste en disputar minutos en la NBA, y desde su salida en 2023, ninguna figura nacional volvió a formar parte de la liga. Es la ausencia más prolongada del siglo, una sequía que expone el recambio interrumpido tras el legado dorado de los Ginóbili, Scola, Delfino y compañía. Desde la 2000/01 hasta la 2022/23, Argentina tuvo presencia en 20 de 23 temporadas, un logro sostenido por generaciones que supieron ganarse un lugar en un escenario históricamente exigente.

El punto más alto de esa huella se dio en la 2007/08, cuando seis argentinos coincidieron en la liga y aportaron calidad y peso competitivo: Ginóbili, Scola, Oberto, Nocioni, Delfino y Herrmann. Aquella camada consolidó una imagen de jerarquía que se extendió durante más de una década, incluso cuando las presencias se redujeron. En la 2016/17 hubo un intento de relevo, con Laprovittola, Garino, Brussino y el propio Manu resistiendo el paso del tiempo, pero tras su retiro, la continuidad comenzó a resquebrajarse hasta desaparecer por completo dos años después.

El regreso del acento argentino en 2020, con Facundo Campazzo y Gabriel Deck en Denver y Oklahoma City, fue un espejismo que duró poco. Bolmaro y Luca Vildoza se sumaron en 2021, pero su estadía fue breve. Entre contratos duales, minutos escasos y decisiones tácticas, el margen de los argentinos en la NBA se fue achicando hasta evaporarse. Hoy, la competencia estadounidense sigue sin representantes nacionales, mientras los protagonistas de esa generación migraron de vuelta a Europa en busca de mayor continuidad.

Aun así, las raíces argentinas no desaparecieron del todo. Pablo Prigioni continúa afianzado en los Timberwolves como asistente técnico. Aún por confirmar también está la posibilidad de ver a Herman Mándole en el staff de Miami Heat. Mientras, en las estructuras de desarrollo aparece un nuevo nombre: Tomás Chapero, seleccionado en el draft internacional de la G-League, cuyos derechos pertenecen a los Capitanes de México. Un dato menor, pero que al menos deja encendida una chispa: la posibilidad de que, en un futuro cercano, el básquet argentino vuelva a sonar en la mejor liga del mundo.