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Domingo 24 de Mayo de 2015 - 14:19 hs

Júbilo popular por la beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero

 Bajo un inmenso halo solar que despejó repretinamente un cielo cargado de nubes, decenas de miles de personas vibraron ayer durante la ceremonia de beatificación de monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado 35 años atrás.

"La figura de Romero continúa viva y dando consuelo a los marginados de la tierra", dijo el prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos del Vaticano, cardenal Angelo Amato, durante su homilía en la plaza Salvador del Mundo, al este de la ciudad de San Salvador .

El ritual que elevó a Romero a los altares católicos se realizó con un intenso repicar de campanas, en medio de un ambiente festivo.

"En virtud de nuestra autoridad apostólica facultamos para que el venerado siervo de Dios, Oscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo, mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico de los reinos de Dios, reino de justicia fraternidad y paz, en adelante se le llame beato", proclamó el cardenal Angelo Amato al leer una carta del Papa Francisco.

Amato declaró como fecha de la fiesta del nuevo beato el 24 de marzo, por "el día en que nació para el cielo", en una referencia al día de su asesinato a manos de un francotirador de extrema derecha.

La proclamación de la beatificación fue saludada por los asistentes con un prolongado aplauso, mientras era develado un gigantesco retrato de Romero entre gritos de júbilo de una multitud entusiasta que coreaba vivas a su pastor y levantaba pequeñas estampas.

La beatificación del arzobispo asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba misa fue objeto de polémica al interior de la iglesia local y en el Vaticano, así como en una polarizada sociedad salvadoreña que aún no supera los problemas que originaron la guerra civil (1980-1992) y de la cual el magnicidio de Romero fue uno de los detonantes.

La guerra, que llegó a su fin con la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla en 1993, dejó más de 75.000 muertos y 12.000 desaparecidos.

El prefecto exhortó a los salvadoreños a que la beatificación "sea una fiesta de paz, fraternidad y perdón... Beato Romero, ruega por nosotros", dijo.

El acto de beatificación culminó con la lectura de textos de varias homilías de Romero, entre ellas la que pronunció la víspera de su muerte y a la cual muchos consideran el motivo por lo que el poder militar y económico ordenaran su ejecución: "En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!".

El presidente estadounidense Barack Obama dijo en una carta divulgada por la Casa Blanca que "monseñor Romero fue una inspiración para la gente en El Salvador y en las Américas. Era un pastor sabio y un hombre valiente que perseveró frente a la oposición de los extremos de ambos lados. Sin temor se enfrentó a los males que veía, guiado por las necesidades de su amado pueblo, los pobres y los oprimidos de El Salvador".

Obama visitó la cripta donde yacen los restos de Romero, en la catedral de San Salvador, en marzo de 2011.

Al inicio del acto, Amato leyó la declaración de beato emitida por el Papa Francisco.

Inmediatamente ingresaron las reliquias de Romero: la camisa que usaba el día en que lo asesinaron y una palma, ya que su funeral se realizó un Domingo de Ramos. Las reliquias recibieron ofrendas de representantes de la sociedad civil, entre ellos el hermano del arzobispo asesinado, Tiberio Romero.

Los organizadores dijeron que a la ceremonia asistieron más de 260.000 personas entre invitados especiales e integrantes de las comunidades eclesiales de diferentes puntos del país y del extranjero.

Monseñor Escobar Alas leyó la petición de beatificación enviada hace más de una década al Vaticano y agradeció al Papa Francisco, en nombre de la Iglesia y pueblo salvadoreño, por haber declarado beato a Romero, mientras el postulador de la causa en la Santa Sede Vicenzo Paglia leyó una biografía del arzobispo asesinado.

Entre los invitados especiales se encontraban el presidente ecuatoriano Rafael Correa y representantes de gobiernos centroamericanos.

PUNCTUATION_SPACESignificativo.EN_SPACEEl ex mandatario salvadoreño Alfredo Cristiani, primer presidente de la derechista Alianza Republicana Nacionalista también se encontraba entre los invitados. Durante su mandato (1989-1994) se firmaron los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil y se emitió una ley de amnistía para los responsables de las violaciones a los derechos humanos, entre ellos los autores intelectuales y materiales del magnicidio de Romero.

También participó el diputado de Arena Roberto d\\'Aubuisson, hijo del mayor del ejército del mismo nombre acusado por una Comisión de la Verdad de Naciones Unidas de ser el autor intelectual del asesinato de Romero.

Las autoridades colocaron 27 pantallas gigantes para los feligreses que se congregaron en un radio cerrado de 5,6 kilómetros cuadrados.

Muchos fieles acamparon en los alrededores de la plaza la noche anterior y celebraron una vigilia con la participación de sacerdotes y una misa oficiada por el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga.

"Podrán matar al profeta, pero no la voz de la justicia; su voz nunca la van a callar", entonaron los feligreses de la parroquia de la Señora de La Asunción, en uno de los suburbios del norte de la capital.

Muchos jóvenes, la mayoría nacidos después del asesinato del arzobispo, relataban que conocieron la vida y muerte de Romero a través de sus abuelos, padres y las parroquias de las comunidades.

Cristina Fernández adhirió a la celebración

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner resaltó ayer la "alegría del pueblo argentino" por la beatificación del obispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado por grupos paramilitares de derecha de ese país en 1980, y afirmó que con ese hecho el Papa Francisco "hace caminar una vez más a la Iglesia junto a los pobres y perseguidos".

"Con alegría el pueblo argentino se suma a los pueblos del mundo para celebrar la beatificación del obispo Oscar Arnulfo Romero", expresó la presidenta en una carta dirigida al mandatario de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, que fue difundida ayer.

"El 24 de marzo de 1980 —agregó la mandataria en su misiva— fue un día doblemente triste para el pueblo argentino, ya que mientras un sicario destruía el corazón del obispo salvadoreño, se cumplía en nuestro país el cuarto aniversario del inicio de la dictadura cívico-militar, enemiga del pueblo y de los curas que acompañaban el sufrimiento y la persecución de los más débiles y humildes".

Recordó, asimismo, que "fue duro reponerse de la muerte del obispo Romero a quienes ya habíamos sufrido el asesinato de nuestro obispo, monseñor Enrique Angelelli en 1976. Ambos derramaron su sangre por su apego a las enseñanzas del Evangelio. Pero antes, ambos supieron transmitir que la religión está vacía de sentido si no se llena de la lucha por un mundo más justo y más solidario", destacó.

La carta agrega sobre Romero: "Así como dijo «la oligarquía, al ver que existe el peligro de que pierda el completo dominio que tiene sobre el control de la inversión, de la agroexportación y sobre el casi monopolio de la tierra, está defendiendo sus egoístas intereses, no con razones, no con apoyo popular sino con lo único que tiene: dinero que le permite comprar armas y pagar mercenarios que están masacrando al pueblo y ahogando toda legítima expresión que clama justicia y libertad»".