critoras, investigadoras y editoras coinciden en un punto: la novela romántico-histórica de la Argentina, a la que tal vez convendría llamar novela sentimental, proviene de una obra del siglo XIX: Amalia, de José Mármol. Con ese melodrama folletinesco como modelo, donde la historia hería el destino de los personajes al estilo criollo, es decir, de manera sangrienta, la novela romántica ha evolucionado hasta convertirse en un fenómeno de ventas y de lectura que produjo cambios en la organización de las editoriales, que han debido crear áreas específicas para el diseño de colecciones, la búsqueda de nuevas firmas y la formulación de estrategias comerciales que a veces orillan el kitsch. Flavio Lo Presti, narrador y crítico cordobés, relató en su nuevo libro (Yo escribo mucho peor) los ataques que tuvo que soportar de las fans de Florencia Bonelli cuando osó criticar las novelas de la autora, escritas según él en un estilo infantil.
Pueril o no, ese estilo ha abierto la posibilidad de que nuevas autoras exploraran en la historia local para crear historias de dificultades, romances, desencuentros y, en general, finales felices: boda, procreación y triunfo social. Las novelas de Bonelli, Gloria Casañas y Viviana Rivero perduran en la lista de best seller por meses, en pocas semanas superan los 50.000 ejemplares vendidos, son traducidas a otros idiomas y, algo que José Mármol no pudo imaginar, se compran los derechos para adaptaciones al cine y la televisión.
"Nuestra novelística nace como novela histórica -dice María Rosa Lojo, investigadora del Conicet y escritora-. Aunque se esté refiriendo a un pasado muy reciente, se disfraza de histórica para ganar la credibilidad y el prestigio que no tenía entonces la ficción pura. La novela histórica argentina fundacional, de Vicente Fidel López a Eduarda Mansilla, incluye amor y aventuras, y es «romántica» porque surge en el Romanticismo: esa época en que también la conciencia histórica despierta y asume un papel fundamental en la ficción y en los estudios académicos. Pero ello no significa que tales textos se identifiquen con lo que ahora se llama «novela romántica», donde el eje está en la intriga pasional. "
Esa distinción que hace la autora de Árbol de familia no afecta, sin embargo, la matriz de producción de las novelas actuales, que utilizan la historia no sólo como decorado temporal sino también como cantera donde encontrar materiales narrativos. Así desfilan por las novelas la intimidad de San Martín, Belgrano y Güemes; las mujeres de Rosas, Urquiza y Avellaneda.
La colección Las Antiguas del sello cordobés Buena Vista, dirigida por Mariana Docampo, ofrece desde 2013 títulos de escritoras argentinas del siglo XIX, algunas de ella pioneras del género romántico: Juana Manso, Juana Manuela Gorriti y Eduarda Mansilla. "Es una actualización del género romántico que todos conocemos, encarnada en la historia local. Las autoras que se destacan, porque en un 95 por ciento son mujeres, son Florencia Bonelli y Cristina Bajo", dice Julieta Obedman, directora literaria del sello Suma de Letras.
Además de Bonelli, otra autora best seller es Gloria Casañas, cuya novela La maestra de la laguna (protagonizada por una de las maestras estadounidenses que Sarmiento contrató como educadoras) ya capturó público lector en España. Esto ocurre cuando las ventas de un libro en la Argentina superan los 10.000 ejemplares en pocas semanas. "Nuestra sociedad es mestiza en su origen, y ese mestizaje es una fuente inagotable para la novela romántica: la unión de los opuestos, la unión prohibida. Autoras como Eduarda Mansilla y Rosa Guerra lo han sabido destacar. También Vicente Fidel López en La novia del hereje", indica la escritora de El ángel roto. "La novela romántica, y en especial su vertiente histórica, se ha ubicado en un lugar visible en la preferencia del público. Tiene sus propias mesas en las librerías con el rótulo de «románticos». Muy distinto de lo que ocurría antes, cuando había que buscar las novelas en lugares de canje o aparecían escondidas en el último estante. ¿Quién se resiste a un romance bien escrito, y además dotado de la fuerza de la historia?"
Un viejo amor que vuelve
Graciela Ramos, autora de La capitana, se adscribe a un linaje nacional. "Desde nuestros comienzos, tenemos antecedentes que fueron marcando nuestro camino: Amalia, una novela que contiene todo, amor, historia, drama -dice-. Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla, donde narra su propia experiencia. María Esther de Miguel, con El general, el pintor y la dama y La amante del restaurador, es exquisita en su estilo. Talentosos escritores nacionales nos legaron sus obras y nos abrieron las puertas a este maravilloso mundo donde podemos novelar la historia." Los amantes de San Telmo, la nueva obra de Ramos, perfila historias de inmigrantes con el trasfondo de la presidencia de Roca y la conquista del desierto. "Cuando empiezo con una novela nueva, lo primero que hago es elegir el contexto histórico donde voy a desarrollar mi ficción. Investigo cada detalle de la época, sobre todo las costumbres, las comidas (mi debilidad), cómo vestían. Luego sobre ese escenario y con mis personajes de ficción adaptados a las costumbres de la época, cuento mi historia."
Córdoba parece campo fértil para las autoras románticas; de esa provincia son Cristina Bajo, Florencia Bonelli, Reyna Carranza y Viviana Rivero. Esta última, autora de la flamante Los colores de la felicidad, se distingue de sus colegas porque ha empezado a recrear sus tramas sentimentales en el siglo XX: el período de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial o la Revolución Cubana condicionan los avatares de los personajes, casi siempre de manera amenazante. "La novela histórico-romántica ha tenido una gran evolución entre nosotros. Algunas autoras se han inclinado por lo erótico, otras por lo histórico, algunas se interesaron por el argumento literario y hasta hay quienes hacen hincapié en las aventuras. Hay para todos los gustos", dice Rivero. Formula además una hipótesis para explicar el fenómeno editorial: "Es un género que vino a suplir una necesidad que teníamos en la Argentina de conocer nuestra historia desde un punto de vista humano. No sólo las fechas y datos que nos enseñaron en el colegio, sino también saber cómo se vivía en el país en el 1900, cómo era ser mujer o ser un joven. Esta información en países del hemisferio norte se la ofrece al común de la gente sus miniseries y producciones cinematográficas, pero en nuestro país eso es imposible. De allí el interés que tiene la gente en el género. Y si la autora escribe bien, se produce entonces un boom". Como un deseo cumplido, su novela Y ellos se fueron, de 2010, donde Rivero cuenta una historia de ida y vuelta de emigrantes españoles en la Argentina, se convertirá en una serie televisiva de 120 capítulos coproducida por nuestro país y por España.
Una genealogía que cruza épocas
Precursoras y descedientes de un género destinado al éxito
Juana Manso (1819-1875)
Fue de una de las precursoras de la novela hispano-americana. Publicó coplas, análisis filosóficos, obras de teatro
María Esther de Miguel (1929-2003)
Maestra de la novela hisórica, escribió La amante del restaurador, Las batallas secretas de Belgrano y El general, el pintor y la dama
Eduarda Mansilla (1834-1892)
Fue prima de Manuelita Rosas y hermana de Lucio V. Mansilla. Escribió, entre otros títulos, Lucía Miranda y Creaciones
Florencia Bonelli
Aunque, como Cristina Bajo, nació en Córdoba, pasó varios años en Europa. Publicó su primer libro, Bodas de odio, en 1999. Tuvo su gran éxito con Me llaman Artemio Furia, las dos partes de Indias blancas y la trilogía Caballo de fuego.
Su primer libro fue En alas de la seducción, una historia de amor con paisaje de los Andes y sangre Tehuelche. Escribió después Y porá, con una trama recortada sobre el fondo de la guerra de la Triple Alianza
Viviana Rivero
También cordobesa, fue productora y conductora de televisión. Publicó su primera novela, Secreto bien guardado, en 2009. Si guieron Lo que no se dice, La dama de noche y Basta, antología contra la violencia de género.