Hay encuentros que dejan su huella. Reuniones que logran trascender al vínculo profesional o artístico por el que originalmente fueron convocados. Son las relaciones que perduran, las que se construyen a partir de un genuino encuentro humano entre quienes las protagonizan. Una coincidencia que, naturalmente, no en todos los casos se materializa. Porque no sólo no depende de la voluntad de las partes, sino que está sujeta –primordialmente– a sensibilidades compartidas. Ese tipo de vínculos es el que une a Oscar Martínez y Rodrigo de la Serna, desde el momento en que, tres años atrás, los actores se encontraron por primera vez para realizar Amadeus en el teatro. Y es la misma relación que signa a Felipe y a Tito en Inseparables, la comedia sobre una particular amistad que vuelve a “encontrar” a los actores en un mismo proyecto y que se estrena el próximo jueves.
Inseparables es el título que en argentina tiene esta comedia que es la adaptación local de Amigos intocables, la película francesa que fue un éxito en todo el mundo, cuando hace cinco años la convirtió en el film más taquillero de la historia del cine de su país. La versión de Marcos Carnevale (Elsa y Fred, Corazón de león), en su doble rol de adaptador y director, se detiene en la peculiar relación entre dos personas que desde la conveniencia mutua terminan solidificando una profunda amistad. Inspirada en una historia real, Inseparables cuenta con mucho humor y emoción el vínculo que entabla un almidonado millonario tetrapléjico con un acompañante terapéutico que llega para revolucionar su cotidianidad. Dos personalidades con orígenes socio culturales diferentes que, en la convivencia forzosa, descubren que en el otro está también el cambio de vida que ambos buscan sin darse cuenta. Alejandra Flechner y Carla Peterson completan el elenco de una comedia en la que De la Serna demuestra toda su ductilidad profesional en el papel de Tito, transitando con timming el registro humorístico que le requiere su papel.
“Es una película muy emocional, muy entrañable. La verdad es que cuando termina te quedás con ganas de seguir viendo más”, le cuenta Martínez a Página/12. “La película recupera el espíritu de un cine que cada vez tiene menos lugar en la pantalla. La gente va a valorar que haya una película con un mensaje positivo. Porque la verdad es que se ve mucho cine en el que se sale muy mal de las salas. Más allá de que la película pudo haber sido buena, siento que hay mucho cine oscuro, que no está mal, pero que satura al espectador tocándole siempre las mismas fibras”, subraya el actor a quien dentro de poco también se lo podrá ver en la pantalla grande en Ciudadano ilustre, la película de Gastón Duprat y Mariano Cohn que competirá en agosto en la Mostra de Venecia.
A su lado, De la Serna lo escucha con la atención de quien escucha a alguien que admira, más que a su amigo. Y también se muestra entusiasmado al hablar de la película. “Inseparables –agrega– tiene un relato muy accesible. Me parece que la historia transmite una verdad. Tal vez es por el vínculo que estrechamos con Oscar en estos años de laburo, pero la amistad entre ellos dos se plasma en la pantalla, no parece forzada. Lo precioso de la película es el guión. Por algo el film original tuvo millones de espectadores en todo el mundo. Hay pocos vínculos humanos tan genuinos como el de la amistad entre Tito y Felipe. Es la historia de un amor entre dos hombres, que logran anteponerse a sus orígenes tan ajenos. El relato te agarra de la mano y no te suelta hasta el final. Y el que no quiere dejarse llevarse, la puede pasar bien con la comedia. Es una película que no deja afuera a nadie, porque cuenta una linda historia, que además es muy divertida.”
–Inseparables tiene mucho humor, pero también pone en escena la amistad como vínculo capaz de sortear cualquier tipo de diferencia. ¿Creen que es un film “esperanzador”, en algún punto?
Oscar Martínez: –Es un vínculo que tiene algo zen, porque los dos personajes son maestros y alumnos del otro. Felipe aprende de Tito, y Tito aprende de Felipe. Los dos personajes salen fortalecidos de la relación. Los personajes empiezan la película siendo unos y terminan siendo otros. De hecho, la aparición de Tito cambia el clima de toda la casa de Felipe, con su espíritu y sus maneras. Incluso, lo hace conocer a la mujer, que de otra manera se hubiera mantenido como la mujer de las cartas. De hecho, Felipe elige a Tito y no a otro porque al verlo discutir con tanta vehemencia con el jardinero, con tanta dignidad, imagina que no lo va a tratar condescendientemente.
Rodrigo de la Serna: –Lo que sucede es que en su condición física, con sus millones y con toda esa corte de alcahuetes que tiene a su alrededor, él necesita construir un vínculo distinto. Es un hombre empalagado de una condescendencia interesada. No es alguien que esté rodeado de afecto. Y él es consciente de eso. Incluso, sabe que en su cumpleaños vienen sus familiares a ver si sigue vivo o cuánto le queda de vida, para repartirse la herencia, para saber quién se queda con el “rancho”.
O. M.: –No tiene un marco afectivo que lo contenga, tiene gente pagada, sus asistentes. El afecto más grande es el de su secretaria Ivonne (Flechner), donde el vínculo traspasó lo laboral pero sin llegar a ser genuino e íntimo al cien por ciento. Es una película que cuenta una historia hermosa, que además es verdadera. La primera vez que vi la película, me emocioné como si no hubiese conocido la historia. Nunca me había pasado algo así con una película mía.
R. S.: –Mi personaje viene a romper con el almidón que impregna a las relaciones humanas alrededor de ese hombre tetraplejico y cajetilla. Tito, con sus maneras barriales y populares, rompe con esa formalidad respetuosa.
–Hay un lugar vacante en lo emocional que viene a ocupar Tito en la vida de Felipe, que parece necesitar tener un vínculo “real” para mantenerlo “vivo”.
O. M.: –Tito lo lleva de joda, lo hace fumar, incluso marihuana, lo hace viajar en el auto deportivo que tenía guardado... Lo ayuda a dar el salto a ponerle el cuerpo a la vida, esté como esté.
R. S.: –Lo que pasa es que Tito también es un tipo que ha sufrido mucho, que tuvo muchas carencias y sinsabores. Eso lo pone de igual a igual. Son dos personajes sufridos que juntos se potencian. El vínculo profundo se solidifica desde la carencia que tienen los dos personajes, de su necesidad de encontrar motivos para salir adelante. Una vez que se confiesan todos sus sufrimientos, la relación deja definitivamente de ser laboral.
–Inseparables cuenta la historia de dos personas de clases sociales y culturales muy alejadas, que en su encuentro se mejoran. El rico aprende del pobre y viceversa. En una sociedad con la idiosincracia argentina, con tanto prejuicio y visiblemente polarizada, ¿creen que al público le va a resultar verosímil esa empatía?
R. S.: –Provenir de clases sociales, culturales y económicas disímiles puede ser un problema en el comienzo de cualquier relación, pero que puede ser saldado si hay sensibilidades compartidas. La nobleza no es condición de clase. Tampoco los sentimientos. El que no entiende que la bondad es humana y no clasista tiene un problema. Tal vez hay muchas personas que pueden llevar a a observar con cierto prejuicio a la clase social de Tito. Tal vez la película les sirva para tender un puente hacia desterrar esos prejuicios, a acercar a la gente. De igual manera, la historia también derriba prejuicios a la inversa, los que tienen muchas veces las clases bajas de las altas. Hay nobleza en los dos. La nobleza no es un título. Uno puede estar en la miseria más absoluta, o en el trono más alto, y puede ser noble o no. El corazón no conoce de dinero.
O. M.: –Absolutamente. La película cuenta una historia que no es común pero sí posible. De hecho, está basada en una historia real, es una historia que pasó. La película no es la fantasía de un autor. Yo conozco relaciones similares.
–Pero más allá de que pase o puede pasar, el tema es si el espectador es lo suficientemente abierto como para dejarse llevar por el relato.
R. S.: –Creo que sí. La historia se cuenta con una naturalidad que ayuda a esa verosimilitud. El vínculo que estrechamos nosotros como compañeros, al conocernos tanto, ayuda a que el espectador entre rápidamente en la convención. Nuestra relación fuera del set, nuestro conocimiento por haber hecho Amadeus, es un punto a favor a la hora de hacer creíble la historia que contamos. En eso tenemos un aspecto a favor por sobre la versión francesa. Además, esta historia real se dio en Europa, entre un un aristócrata francés y un asistente tunecino, donde las barreras culturales son mucho mayores a las nuestras. Mejor prueba de que es posible, no hay. Y encima en Europa la película gustó mucho y fue vista por un montón de gente. Si nosotros hablamos de la brecha, la que existe en Europa respecto de los inmigrantes es mucho más grande.
O. M.: –Lo que pasa es que la historia esta cruzada por una situación humana tan extrema, como es la situación física de Felipe, que la vuelve aún más posible. Es un asistente terapéutico que convive todo el día con su paciente. Tito también es un necesitado, es un huérfano, que está en la calle, no tiene laburo, no tiene donde poner su irracundia, tampoco dónde poner su corazón. Los dos están en una situación muy especial de sus vidas. Es un encuentro que, como en los enamoramientos, se produce en el momento exacto, cuando las piezas encastran armoniosamente. La condición de necesidad que tiene Felipe vuelve genuina la posibilidad de que aparezca un Tito en su vida y se pueda entablar una relación de este tipo. En otra condición, probablemente Felipe no se cruzaría emocionalmente con Tito.
R. S.: –Los dos advierten que hay algo en el otro que ellos no tienen. Los dos son maestros y alumnos del otro. Si bien formalmente es Tito el que recibe un sueldo por su trabajo, lo cierto es que también él está siendo ayudado a crecer por Felipe en diferentes aspectos de la vida. Tito encuentra en esa casa, incluso en la pintura, el lugar en el cual poner todo su mundo interior. Tito vuelca artísticamente toda su iracundia en los cuadros que pinta. Eso es muy valioso. No se descubre de la noche a la mañana. Yo tuve la suerte de descubrir que podía expresarme a través de la actuación, que podía canalizar mis deseos, miedos y carencias en ese arte. Pero hay muchos chicos y chicas que no saben dónde poner toda esa locura interior.
–Lograr que una relación de amistad tan estrecha traspase la pantalla siempre es una tarea compleja. ¿Cuánto creen que influyó su relación personal, a partir de su experiencia en Amadeus, a la hora de componer a estos dos personajes?
O. M.: –Más que por haber hecho Amadeus, lo que nos favoreció fue el encuentro artístico y humano que tuvimos. Podíamos haber hecho Amadeus y no haberlo tenido. No es que con todos los actores con los que trabajo tengo afinidad artística y humana. Supongo que a Rodrigo le pasa lo mismo. La mayoría de las veces uno tiene muy buenos colegas, trabaja muy bien en un proyecto, pero que se produzca un encuentro en el que se comparta la intimidad, el afecto, la admiración y se construya una amistad, no es frecuente. Mis amigos no son actores. La experiencia de Amadeus hizo que nos encontremos.
R. S.: –Ese vínculo nos permitió haber llegado a la película como si hubiéramos ensayado un año y medio. El conocimiento llevó a que las escenas salieran con cierta facilidad, en una o dos tomas. Nos sentimos muy bien jugando juntos. Nos conocemos de memoria. Al confiar mucho en el otro, si hacíamos dos tomas nos permitíamos modificarlas, agregarle alguna cosa nueva. Fue un rodaje que se pasó volando, porque había muy buena onda y no tuvimos ninguna traba. Marcos Carnevale es un director fantástico en ese sentido. De hecho, fue tan placentero el rodaje que estaba pensado filmarse en ocho semanas y lo terminamos haciendo en seis.