Fueron apenas 30 minutos y 500 metros en el Parque Olímpico los que separaron el 111-107 sellado por Manu Ginóbili ante Brasil en el básquet del 5-7, 6-4 y 7-6 (7-5) de Juan Martín del Potro sobre Rafael Nadal en el tenis. De la Generación Dorada a la lucha por la dorada, esa medalla que Del Potro buscará mañana, desde las 15.30, ante Andy Murray para convertirse en campeón olímpico.
Impensable, épico y asombroso Del Potro. No porque su tenis no pueda imponerse al de Nadal, sino porque una semana atrás ni él mismo se atrevía a soñar con rozar tanta gloria. Tras un año ausente del circuito, a escasos meses de su regreso y martirizado aún por el recuerdo de su maltrecha muñeca derecha, era poco menos que un delirio suponer que se quitaría del camino a Novak Djokovic en la primera ronda y le arrebataría a Nadal la ilusión de su segundo oro en individuales.
Pero es así: Río de Janeiro, la ciudad en la que todo el mundo tiene puesta la vista, lo verá luchar con el británico por un oro que para él fue bronce cuatro años atrás en Londres 2012, ese oro que se colgó Murray en las cancha de Wimbledon. El escocés derrotó hoy 6-1 y 6-4 al japonés Kei NIshikori.
El plan de Del Potro y Nadal era claro hoy. Mandar con la derecha, buscar el revés del rival y desgastarlo. Del Potro, además, con la ventaja de un servicio muy superior al del español. ¿Dudas? El tandilense las despejó ya en el inicio: quebró con una feroz derecha invertida el saque de Nadal en el primer game y ganó su servicio a continuación con tres aces y un saque ganador. Empezaba mandando, que es lo que cualquier deportista sueña cuando lo que está en juego es saltar a la lucha por el oro olímpico. Pero Del Potró dudó con su revés, Nadal olió sangre y quebró para 3-3.
Hasta que Del Potro falló con su saque y algunas decisiones en el momento justo, sacando 5-6, y Nadal se llevó el set por 7-5 para desatar la euforia en un estadio con muchos argentinos, sí, pero muchísimos más brasileños.
El partido tenía a esa altura más errores que aciertos, y podía pensarse que Del Potro sentiría en el segundo set el trajín de los últimos días. Nada de eso: su derecha volvió a funcionar como una escopeta y quebró el saque de Nadal para adelantarse 2-1.
Paralelo al duelo en la cancha, en la tribuna había otro casi tan intenso, aunque no explosivo ni irrespetuoso: el de las hinchadas. Varios cientos de hinchas argentinos llegaron al estadio central de tenis del Parque Olímpico, pero la superioridad numérica brasileña era abrumadora y obvia.
Así, con los argentinos alentando a Del Potro y los brasileños a Nadal -fueron muy pocos los hinchas españoles-, lo más agresivo que se escuchó fueron algunas menciones mordaces a Dego Maradona. Del "Brasil, decime qué se siente", ni noticias.
Un segundo saque de Del Potro sobre el revés de Nadal selló el 6-4 en el segundo set para llevar la definición a un tercero: uno de los dos lucharía al dia siguiente por el oro; el otro, por el bronce.
Nadal celebró su defensa del saque en el quinto game como si hubiera ganado el partido: lógico, Del Potro, cada vez más insistente con la derecha invertida, había tenido dos break points.
Pero entonces llegó la argentinidad al extremo: si a sólo cinco cuadras de distancia del tenis Manu Ginóbili sellaba el 111-107 sobre Brasil y el pase a cuartos de final en el básquet, Del Potro dejaba pasar dos minutos después una pelota de Nadal convencido de que había picado fuera. Y el hawk eye dijo que fue fuera.
Quiebre de saque, ventaja de 5-4 y el pase a la final en sus manos. Tras bordear varias veces el abismo, Del Potro tenía que ser su propio Andrés Nocioni, meter sus propios triples cuando ya el tiempo se agota: si se trataba de conectar saques o derechas cuando ya todo parece perdido, sólo él y nadie más que él. En el tenis, a diferencia del básquet, se está solo.
Lo mismo vale para Nadal, que quebró en cero a su adversario para que el partido, la ambición de luchar por el oro, desembocara en un tie break, porque Del Potro no pudo aprovechar dos break points con Nadal sacando 5-6. Y ahí se impuso Del Potro sobre todo con ese arma que Nadal no tiene, el saque. En el tie break, Del Potro mostró frialdad y una convicción de titanio. Se desplomó cuando la bola de Nadal se fue ancha. Levantó los brazos y se dejó caer. Su sueño tiene tintes dorados.