“Es como si hubiesen pasado los 20 años de experiencia pero no los 20 años que te avejentan. No éramos personas convencionales y tampoco lo somos ahora", dice Javier Calamaro en charla con Télam, reflexionando sobre lo que fue la banda que irrumpió con fuerza en la escena del rock a fines de los 80 y comienzos de los 90 y los significados de la nueva reunión.
"Hasta ahora -cuenta- grabamos nueve temas de la vieja época pero versionados, con más nivel y otros arreglos, que presentamos en Palermo, y ahora estamos empezando a componer temas, para un nuevo disco, que calculo sacaremos en junio”.
La banda, que fue soporte entre 1992 y 1993 de Joe Cocker, Brian May y Guns N' Roses, se formó en 1988 con Calamaro (guitarra y voz), Herrera (guitarra), Karina Brossio (teclados), Daniel Ávila (batería) y Ándrea Álvarez (percusión) y lanzó su debut “Prostitución y vagancia” (1989), “Rosas En Tu Pecho” (1990), con canciones populares como “El Diablo está caliente” y “Panamericana”.
Tras el segundo álbum Pablo Duchovny reemplazó a Brossio, Marcelo Mira ocupó el lugar de Ávila y el Zurdo Alaguibe se encargó de la percusión de Álvarez, y con esta formación, que es la que se cruza sobre el escenario nuevamente, los músicos lanzaron en 1991 “Los Guarros”, álbum que incluyó “Bajo tu piel” y el clásico “Vamos a la ruta”, y en 1993 “Veneno”.
Entre “Veneno” y su último álbum “Pampas lisérgicas” (1996) pasaron tres años y en ese ínterin, Herrera vivió en Estados Unidos y Calamaro se involucró en otros sonidos. “Cuando volvió, hicimos el disco enseguida. Era buenísimo pero no teníamos contrato con ninguna compañía local. Estábamos convencidos de la música pero no del proyecto, el Gitano tenía la cabeza en Estados Unidos y yo había cantado con grandes del tango. Fue el destino separarnos en ese momento como lo fue encontrarnos”, expresa el menor de los hermanos Calamaro.
¿Qué fue lo que los volvió a unir?
Javier Calamaro: Estábamos de gira y en uno de los recitales el percusionista me avisa que detrás del vallado estaba Chizzo (cantante de La Renga), entonces lo busqué, lo hice pasar del otro lado y le pregunté qué canción conocía para que la tocase conmigo. Me contestó 'Vamos a la ruta' y tocamos ese tema. A raíz de esto, el baterista (Mira) me preguntó cuánto hacía que no hablaba con el Gitano y me pasó su contacto porque justo se lo había encontrado algunas semanas antes. Después de 20 años volvimos a hablar y sentí tanto cariño en la conversación y tanta curiosidad, que todo se dio naturalmente. El "Gitano" me dijo que no iba a volver a vivir a Argentina y yo le dije que no se haga problema, que nos juntábamos cuando venía. Y a la semana nos encontramos. Tenía que pasar porque el capítulo de Los Guarros no estaba bien cerrado.
En ese momento, ¿se te cruzaron recuerdos de los primeros años de la banda?
JC: Sin duda. Como los primeros meses del reencuentro fueron exclusivos para el Gitano y para mí, lo primero que revivimos fue aquella frescura, las ganas de hacer música juntos, el sentido del humor.... Hasta me contaba los mismos chistes de 1990. Después nos juntamos con la banda entera y la onda volvió al instante, como si no hubiese pasado el tiempo... Recuerdos de lindas giras en micro por el país, los shows de estadios, grabaciones de discos... De todo.
Hablabas de los chistes del Gitano y la frescura, como si el tiempo no pasara; ¿reaparecieron también críticas o asperezas?
JC: Lógicamente y se dieron charlas larguísimas donde entre otras cosas hablamos de las deficiencias que teníamos en los 90, en la relación con la banda internamente... autocríticas. No hablamos de que ahora somos mejores, como los buenos vinos que mejoran con el tiempo... eso se vio a la hora de tocar. Nosotros ni siquiera nos separamos en aquella época, el Gitano se fue a vivir a Estados Unidos y yo al toque arranqué una carrera solista y eso simplemente se dio así, sin peleas... Simplemente un impasse de 20 años.
Leí que decidieron llamar a la banda Los Guarros por los desenfrenos y los excesos con los que se identificaban. ¿Existía una relación directa entre los excesos y el rock o se trataba de la estética? ¿Cómo ves hoy en día esa relación?
JC: Empecemos a desmitificar viejos dichos: la verdad es que le pusimos Los Guarros porque nos sonaba lindo, más que por las connotaciones. Cada vez que nos preguntaban “¿qué significa guarro?” respondíamos algo cercano a la verdad...nunca nos declaramos guarros. No éramos personas convencionales; tampoco lo somos ahora. También es cierto que alguna vez varios de nosotros cometimos algún que otro exceso...personalmente cambié eso por ser más intrépido; es mucho más divertido. En el Buenos Aires de los 80 y 90 podías establecer, en la mayoría de los casos, una relación directa entre el rock y los excesos; era una cuestión cultural. Ahora ya no es tan así: hay más porro y menos merca.
¿Qué otras cosas sentís que cambiaron en estos veinte años?
JC: Muchas para responderlas en poco espacio. Necesitaría media hora más de charla para responder esa pregunta. En cuanto a nosotros, básicamente mejoramos como artistas, como músicos y creo que como personas, aunque en la banda hay algunas panzas y papadas que antes no había (risas). En nuestro país, en el mundo hay más gente, menos cultura, menos conciencia social, más tecnología... las relaciones, las aspiraciones personales, el individualismo, la comunicación... Todo cambió.
Si pudieses regresar en el tiempo; ¿cambiarías algo de lo que viviste con Los Guarros?
JC: Seguramente cambiaría varias cosas, ninguna sustancial; habría hecho más canciones como “Té de cactus” o “Alabada”, me gustan más que el resto. De todos modos tengo muy mala memoria y por suerte no me acuerdo de las cosas feas. Además arrepentirse está mal.
De cara al disco nuevo; ¿qué diferencias hay entre el sonido de Los Guarros de los 90 y el de hoy?
JC: Las nuevas versiones son más contundentes porque ese es el sonido de la banda hoy. El último baterista de la banda versión 90 era el Zurdo pero ahora eliminamos la percusión y quedamos con dos bateros. Sumamos al Indio Márquez en guitarra y le dimos menos preponderancia a los teclados. Cuando juntamos esta nueva versión de la banda en la sala de grabación creamos un nuevo sonido; el resultado con dos guitarras y dos baterías es tremendo, y lo aprovechamos bien, con menos capas, menos líneas de arreglos; el resultado es más sintético y mucho más poderoso. El cambio apareció sólo y después enfatizamos eso al incorporar a Leandro Chiappe con un sampler porque, en lugar de tocar arreglos de academia, crea ambientes sonoros que van por debajo de las líneas de guitarra. Todo el sonido es un completo modelo 2017.