Hace treinta años, el radiólogo argentino Julio Palmaz patentaba un invento que revolucionaría la cardiología mundial: el stent expandible, un pequeño tubo o malla metálica que se coloca en las paredes internas de las arterias para normalizar el flujo sanguíneo en aquellos casos en lo que se presentan obstrucciones por la acumulación de depósitos grasos.
Aún hoy, este brillante egresado de la Universidad Nacional de La Plata radicado en EE.UU. se sorprende al hablar del impacto de su descubrimiento. “Nunca pensé el rol que iba a tener el stent en el infarto agudo de miocardio. Se transformó en un salvador de vidas. No pasa un día sin que alguien se me acerque y me diga ‘tengo un stent’, y hasta recibí uno yo mismo”, le contó a Perfil durante su última visita a la Argentina, invitado por el Ministerio de Ciencia.
Desde su invención, el stent permitió reemplazar numerosas cirugías “a corazón abierto” y salvar la vida de millones de personas alrededor del mundo. Sólo en Argentina se colocan aproximadamente 90 mil stent por año (246 por día), en las 370 salas de hemodinamia que hay en el país, según datos del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).
El dispositivo se ha ido modernizando con el tiempo, y en la actualidad existen tres grandes tipos de stents: los tradicionales, los liberadores de droga y los biodegradables que, además de liberar medicamentos e ir disolviéndose con el tiempo, tienen una duración aproximada de tres años.
“Antes era un dispositivo muy rígido y se utilizaba sólo en arterias muy grandes. Hoy, gracias a los avances en tecnología y materiales, es posible tratar arterias muy pequeñas. El uso de los stents se ha ampliado: no solo se colocan para tratar obstrucciones de las arterias coronarias, sino también en carótidas, arterias renales, arterias de miembros inferiores y arterias intracraneanas”, explicó Diego Grinfeld, vicepresidente del CACI.
El invento del stent le valió a Palmaz un gran reconocimiento científico, pero también varios dolores de cabeza. Durante 11 años, atravesó 12 juicios contra tres competidores que reclamaban para si la patente del stent hasta que logró demostrar su potestad. El conflicto, lejos de derribarlo, lo fortaleció.
Desde entonces, Palmaz creó otros cuarenta productos innovadores a través de su empresa, Palmaz Scientific Inc. De hecho, hoy se encuentra trabajando en intervencionismo intraocular. “La innovación es como la llama de una vela en medio del viento. Las ideas disruptivas tienden a ser eliminadas por nuestra mente, que siempre busca una explicación para todo. Por eso hay que aprender a cuestionar”, sostuvo.