Estar en el G20 no significa que por arte de magia ingresaremos al mundo del desarrollo. Pero no estar allí garantizaría con seguridad nuestro atraso. El G20 hace muchas cosas menos milagros. Por el contrario, su lógica es la cooperación, el consenso y un puñado de objetivos progresistas hacia el siglo XXI que se logran con trabajo, inteligencia y acuerdos.
II
El G20 es la estrategia de paz, desarrollo e inclusión social que el mundo propone hacia el siglo XXI. Esos objetivos son coincidentes con los objetivos nacionales de Argentina. Estar en el G20 es estar en sintonía con el rumbo deseable del mundo.
III
Podemos permitirnos un moderado orgullo porque el G20 se realiza en nuestro país. Desde los tiempos del Centenario, en 1910, los argentinos no recibían a tantos representantes del mundo. Si fuéramos el desastre con que algunos compatriotas se solazan para describir a la Argentina, el mundo no vendría a nuestras costas. De todos modos, lo decisivo no son las ceremonias sino las oportunidades y los logros. Dicho con términos futboleros, el G20 nos permite estar en las grandes ligas y hasta nos habilita alguna buena jugada. Ahora bien, los goles los tenemos que hacer nosotros.
IV
Cuando éramos pibes y nos asustaban con fantasmas, mi tía Cata nos decía que a los que hay que tenerles miedo es a los vivos, no a los muertos. Sabia la tía. En el caso Maldonado, el perverso no es el muerto, son los vivos que usaron su muerte para obtener beneficios políticos.
V
Equivocado o no, Maldonado no merecía morir. Y mucho menos de esa forma. Alguna explicación deberían dar quienes lo acompañaron en la protesta y lo abandonaron peor que a un perro. No conformes con eso, después manosearon al muerto en nombre de miserables cálculos políticos.
VI
El morbo de la izquierda y los K para explicar que Maldonado fue asesinado llegó a confundirse con el deseo. La alienación ideológica y la perversidad política fue tan intensa que es como que deseaban que estuviera muerto. Y que Macri fuera el asesino. Lo siento por ellos.
VII
Sobre el destino de Maldonado dudé en su momento. ¿Accidente o crimen? Todo podía ser posible en un país que no tiene la mejor policía del mundo. Después deje de dudar. La sobreactuación de los K contribuyeron mucho a ese esclarecimiento. Sus mentiras llegaron a ser muy groseras.
VIII
No me alegra la muerte de Santiago Maldonado, como no me alegra la muerte de ninguna persona. Tampoco me alegra que en nombre de los derechos humanos se haya mentido y se hayan urdido operaciones políticas especulando con el dolor y con la muerte.
IX
Hay reglas diplomáticas que se deben respetar, pero más allá de estos límites legales lo que debemos tener presente es que el régimen saudita es una monarquía absoluta carnicera y oscurantista. La riqueza de sus gobernantes es obscena, como obscena es la pobreza de sus súbditos.
X
El príncipe saudí declara que el periodista que descuartizaron en Estambul se suicidó. Indigna semejante cinismo. Pero a no indignarse tanto. Recurrir a la coartada del suicidio para justificar un crimen no es un invento de los sauditas. Si no me creen, pregunten por Nisman.
XI
Arabia Saudita es un régimen teocrático y totalitario. Como poseen petróleo y en el ajedrez de Medio Oriente se enfrenta con Irán, les dejan pasar sus atrocidades. Será "razón de estado", pero ninguna razón de estado puede ignorar el carácter criminal y oscurantista del régimen.
XII
Lucía Pérez habrá sido mala alumna, habrá fumado marihuana, le habrán gustado los hombres más de lo aconsejable, pero, carajo, tenía 16 años y ninguno de sus supuestos errores legitiman su muerte. Esta elemental consideración no la tuvieron los jueces de Mar del Plata. Según ellos, merecía morir. Ni en Arabia Saudita se hubieran animado a tanto.
XIII
"Paren el mundo que me quiero bajar", se decía en otros tiempos. Y el reclamo vale para hoy. Una expresidente multimillonaria y procesada se presenta como la candidata de la izquierda nacional y popular, mientras que un gobierno de "ultraderecha" como Macri procesa a Paolo Rocca.
XIV
Lo sucedido el sábado cerca de la cancha de River fue muchas cosas menos una tragedia. Tragedia fue la de Once y Cromagnon. Con su pavorosa lista de muertos. El afán destituyente hace perder el sentido de las proporciones y hasta el sentido del ridículo. Luis D'Elía y Vicky Donda más que siniestros son patéticos.
XV
Boca- River. La casualidad, el destino o los dioses urden sus celadas para nuestro anémico orgullo nacional. Que Paraguay, paraíso de narcotraficantes, contrabandistas y cuatreros se ofrezca a garantizar lo que nosotros no sabemos hacer, es algo vergonzoso y algo delirante.
XVI
Pasó lo que pasó, pero no hubo ni muertos ni heridos graves. Lo más resonante son las miserias de los directivos de los clubes decididos a montar escándalos políticos para ganar una copa sin jugar. Insisto una vez más en lo que denomino "la inflación de los conflictos”.
XVII
Desde el punto de vista político, preocupa que el partido Boca-River no se haya podido jugar. Y preocupa porque permite sospechar que el poder político, en el sentido más amplio de la palabra, no puede o no sabe que hacer con multitudes en las calles. El tema trasciende a Macri.
XVIII
Si se hiciera una encuesta, apuesto a que el ochenta por ciento de la hinchada de River hubiera apedreado al ómnibus de Boca. Demás está añadir que lo dicho vale para la hinchada de Boca, Racing o Villa Tachito. Los "barra brava" agravan todo, pero no llegaron en un plato volador.
XIX
Puede que algún barra brava haya arrojado alguna piedra sobre el ómnibus de Boca, pero en el ambiente del fútbol no es necesario ser barra brava para cometer esa tropelía. Se acusa a los barra brava y se omite que en el fútbol criollo toda la hinchada es mayoritariamente salvaje o cómplice.
XX
¿Qué diferencia hay entre barra brava e hinchada? Difícil responder. Es como diferenciar una banda de una gavilla; o al Espíritu Santo del Hijo o del Padre. A vuelo de pájaro diría que la diferencia reside en que las mismas salvajadas unos la hacen gratis y los otros la hacen por plata. Un sociólogo diría que la barra brava “racionaliza” su pasión y viven de ella. Los otros, los hinchas, son vividos. Algunas mentiras oficiales que hay que desenmascarar: que el salvajismo en los partidos de fútbol son producto de una minoría; que los partidos de fútbol son una fiesta.
XXI
Las canchas de fútbol son las letrinas instaladas para que la sociedad vomite lo peor de sí. La pasión de los hinchas tiene poco y nada que ver con el deporte. Es la pasión de la tribu, de la horda, de la jauría. Personas que hallan en el fútbol el pretexto para liberar frustraciones, resentimientos, fracasos.
XXII
Aleccionador. En conferencia de prensa, Rodolfo D'Onofrio reitera la cantinela de "la minoría" de violentos, y de pronto debe escapar como rata por tirante porque una de esas "minorías" avanzan hacia su despacho para lincharlo. A no engañarse. Y a no mentir. No son minorías, son mayorías.
XXIII
Dirigentes deportivos, políticos, gremialistas, lúmpenes, mafiosos están en el negocio del fútbol y la violencia. Pero esto es posible porque "la pasión" del hincha lo habilita con su salvajismo, su culto al instinto. No son una minoría. Decir esto es una coartada. El "tablón" es funcional y cómplice. La barra brava no inventa a la hinchada; es al revés: la hinchada inventa a la barra brava. Es el órgano podrido el que da vida a los gusanos y no a la inversa.
XXIV
Fútbol habrá siempre. Primero, son muchos millones de pesos en juego; segundo: esa pasión es una vía de escape a otro tipo de pasiones más costosas; tercero: el juego gusta. Pero admitamos que convivir con estos espectáculos es tan edificante como convivir con la mierda. El fútbol e inevitable, pero entonces la tarea es aislarlo, desodorizarlo
XXV
No me importa el color de las camisetas. El fútbol como pasión (no como juego, que es competencia, belleza) en la Argentina de hoy es un acto de barbarie, un culto a lo irracional, a lo instintivo, a lo salvaje. Las tribunas son las cloacas de la sociedad. Allí se expresa lo peor de la condición humana. ¿Hace falta probarlo?