El futuro dirá si el discurso del presidente Macri, inaugurando la sesiones ordinarias del Congreso, es el último que pronuncia como presidente o es el último que pronuncia en su primer mandato. De los cuatro discursos pronunciados desde 2015 este fue el más audaz, el más despojado y, al mismo tiempo, el más dramático y controvertido. No desconoció dificultades, pero expuso una detallada información acerca de lo que el gobierno realiza en las diversas actividades del país. Dijo la verdad, afirman los dirigentes de Cambiemos. Miente, afirma la oposición. Imposible una evaluación objetiva, salvo la que realicen las urnas dentro de ocho meses.
Menem y Cristina. Esta semana en Tribunales. Más de veinte años de presidencias corruptas en la Argentina. Los dos peronistas, más allá de sus diferencias retóricas. Los dos atrincherados en la Cámara de Senadores para no ir presos. Los dos protegidos por el peronismo gracias a la doctrina Pichetto.
Y dígame en una sola frase la diferencia decisiva que encuentra, a la hora de ejercer el poder y beneficiarse con él, entre Carlos Saúl Menem y Cristina Fernández de Kirchner. Una frase; una sola. Ni una más ni una menos.
En estas huelgas salvajes propiciada por el gremialismo docente hay una carga de cinismo cada vez más difícil de disimular. Marchan a la huelga con la certeza de que los servicios que prestan son tan deficientes que finalmente da lo mismo cincuenta o cien días menos de clases.
Se equivocan mis colegas periodistas cuando dicen que los gremios docentes decidieron esta semana no iniciar las clases. Y se equivocan, porque la decisión ya la tenían tomada desde diciembre del año pasado o, para ser más precisos, desde diciembre de 2015. Para Roberto Baradel, el derecho de huelga es el derecho a parar, por lo menos, cien días al año.
A los peronistas que hoy se rasgan las vestiduras apoyando las huelgas salvajes de los sindicalistas docente y se llenan la boca ponderando las virtudes del maestro, les recuerdo que en la historia argentina el régimen que más persiguió, humilló, sometió y discriminó a los docentes, fue el que gobernó entre 1943 y 1955.
Cristina no tiene que explicarle al pueblo si el gobierno de Macri es de derecha o de izquierda, de ricos o de pobres, o si es un sirviente de EEUU. Lo que debe explicar -y no lo hace- es qué pasó con los hoteles, las licitaciones, las regalías petroleras y el tráfico de bolsos.
Si a mi hija menor de edad, un hijo de mil putas la violara y la dejara embarazada, exigiría de inmediato dos cosas: cárcel al hijo de puta e interrupción en el acto del embarazo. Y si un pelotudo o alienado me dijera que el aborto está prohibido y reclamara para mi hija nueve meses de martirio, le recordaría brevemente las disposiciones del Código Penal de 1921 y, acto seguido, lo mandaría a la mismísima mierda por meterse con la salud física y mental de mi hija. Y por pretender sumarle al infierno de la violación, el infierno de un embarazo provocado por una violación infame y mugrienta.
La mayoría del peronismo apoya al chavismo, es decir a la dictadura venezolana. El cálculo oportunista de algunos peronistas explica ciertas reticencias a disimular ese apoyo porque, claro, Maduro en la Argentina es un piantavotos. Pero a no engañarse, para un peronista típico el chavismo es un modelo ideal: liderazgo militar, mesianismo, manipulación de los pobres, demagogia, corrupción, violencia.
Nicolás Maduro está haciendo todos los méritos para tener un final no muy diferente al de Nicolás Ceausescu, con el cual no solo comparte el nombre - Nicolás- sino una concepción despótica, criminal y corrupta del poder. No son los marines yanquis los que van a ajustar cuentas con el dictador, sino el pueblo.
Creo que un político honesto, con un mínimo de respeto por si mismo, aprovecharía la citación judicial de un supuesto "juez tramposo" para explicar su situación y transformar la citación en una tribuna para proclamar su inocencia. Nada de eso hizo. Cristina se defiende con las chicanas de los presos comunes. Se beneficia con las lagunas de la ley, se esconde detrás de los fueros, chicanea procedimientos, aprovecha su situación de poder. Fujimori, Lula, Noriega no eran tan desvergonzados.
"Militante apasionado", califica Daniel Filmus a Néstor Kirchner. ¿Es o se hace? Kirchner, militante no fue nunca, porque primero se preocupó por hacer plata desalojando a la pobre gente y después se preocupó por ser dirigente. Y la única sensibilidad que se le conoce, la exclusiva pulsión que lo dominó, la pasión “santa” que expresó en su vida, se manifestó cuando se arrodilló como un idólatra poseído por la fe para abrazar una caja fuerte.
"Reunión de trabajo", califican periodistas de la farándula la "tenida" en Xanadu a la que asistió Natacha Haitt con el desenlace conocido. Las destrezas del lenguaje en este caso son asombrosas. "Reunión de trabajo" un viernes a la noche, califican los mismos que admiten que había cocaína, LSD, drogas sintéticas y "trabajo" sexual.
El debate de la pedofilia en la Iglesia Católica no es solo un tema policial, judicial, normativo o una reflexión moral acerca de lo que está o no permitido. El tema de fondo, el tema imposible de rehuir es el sexo, la sexualidad: qué hacer con ella, cómo limitarla o cómo liberarla.
Ni brujos, ni oráculos, ni pitonisas, ni hechiceros hubieran imaginado que alguna vez las más altas autoridades de la Iglesia Católica convocarían a algo así como un cónclave para debatir qué hacer con ese intruso que se les ha infiltrado en sus filas y está haciendo desastres: el sexo.
Nicolás Maduro baila, salta y ríe mientras reprimen al pueblo. En todo dictador hay algo de payaso, de payaso siniestro. Bailar, saltar y reírse. Pero a no quejarse, en Argentina también hubo una presidente que bailaba, saltaba y se reía mientras reprimían a la pobre gente o los vagones se estrellaban en Plaza Once.
Sé de dictadores que hambrearon al pueblo; de dictadores que ocultaron el hambre del pueblo; de dictadores que reprimieron a un pueblo con hambre, pero lo que nunca supe es de dictadores que quemen la comida destinada a un pueblo hambriento. Siempre uno puede aprender y asombrarse. Nicolás Maduro lo hizo.
El caso de Natacha Haitt debe ser investigado para saber qué pasó. Punto. Pero a la opinión pública le aconsejaría bajar un tanto los niveles de pulsión conspirativa. La verdad en este caso parece más estar en la superficie que en repliegues oscuros de la realidad. Casas de citas, prostitución, drogas, extorsiones, cuerpos que no resisten años de excesos. Y la incorregible tentación de abogados de iniciar juicios al estado. No hay mucho más ni mucho menos. Para bien o para mal, con Natacha Haitt todo está en la superficie, todo fue y es demasiado visible.
El dictador Nicolás Maduro bloqueó Venezuela. Sorprendentes peripecias con que la historia se empecina en dificultar los relatos del los déspotas. Hasta hace una semana, Maduro aseguraba que Venezuela estaba bloqueada por el imperialismo. Ahora nos enteramos que el bloqueador es él.
Por supuesto que los y las protagonistas de la muerte de Jaitt están “sucios”. Los que se citaron esa noche en Xanadu no eran monjes contemplativos ni monjitas de clausura. Tampoco iban a hacer penintencia. Empezando por Jaitt, que solo alguien dedicado a subestimar la inteligencia del prójimo puede pretender hacernos creer que ella no sabia donde iba y qué iba a hacer Prostitución, drogas, teléfonos celulares que son una cloaca de empresarios, maridos y políticos. No hay nada más, ni nada menos.
Graciela Caamaño no es kirchnerista, pero -oh casualidad- en los momentos importantes siempre coincidió con el kirchnerismo. ¿Por qué esa constante? Porque hay algo que une íntimamente al kirchnerismo con Caamaño más allá de diferencias visibles. Y ese "algo" se llama peronismo.