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Sábado 09 de Mayo de 2020 - 11:42 hs

Se cumplen seis meses de la histórica final de Colón en la Sudamericana

El 9 de noviembre de 2019 Colón estuvo ante la posibilidad más concreta de conseguir su primera estrella en la final de la Sudamericana, donde a la nota la dieron los hinchas con una movilización de más de 40.000 a la Nueva Olla.

Actualizado: Sábado 09 de Mayo de 2020 - 11:47 hs

Se cumplen hoy seis meses de la final de la Copa Sudamericana que jugó Colón ante Independiente del Valle, con quien perdió por 3-1 en La Nueva Olla, que vio a más de 40.000 fanáticos rojingros alentar al equipo, en una movilización que quedó en los anales de esta clase de enfrentamientos en las competencias Conmebol.

La epopeya fue la migración de 40.000 hinchas de Colón a Asunción. Lo inolvidable pasó por lo sentimental, no por lo deportivo. El equipo no pudo devolver ese apoyo masivo con una producción futbolística que les hiciera feliz el regreso. Hasta la magia del entrañable Pulga Rodríguez quedó ahogada con el penal que le atajaron y que hubiera posibilitado meter a Colón en el partido que perdía 2-0. La reacción llegó tardía, a tres minutos del final, con el descuento de Ortiz, pero la desesperación dejó la puerta abierta para el 3-1 que terminó por coronar por primera vez a Independiente del Valle en la Copa Sudamericana .

Colón se había convertido en un superviviente en esta Copa Sudamericana. Como lo había explicado en la previa el director técnico Pablo Lavallén, su equipo, de las cinco series hasta llegar a la final, había tenido que revertir cuatro que en diversos momentos le eran adversas y lo tenían al borde de la eliminación. "Las situaciones límite marcaron a este equipo", era una especie de elogio de Lavallén a sus dirigidos. Ese espíritu de superación no pudo con el muy buen conjunto del español Miguel Ángel Ramírez, que, en esas paradojas del destino, en la primera rueda de esta Sudamericana había dejado atrás por penales al otro equipo santafecino, Unión. En la campaña también fue tachando al Independiente que era dirigido por Beccacece y a uno de los candidatos, Corinthians. Fue un título obtenido por méritos propios el de este club ecuatoriano, que en 2016 había eliminado a River y Boca en la Copa Libertadores y ahora da la vuelta olímpica que hasta este sábado solo figuraba en los sueños.

Fue una final inédita, llena de singularidades. Porque la Conmebol rompió con la tradición de definiciones a doble partido y dispuso que esta Copa Sudamericana fuera la primera competencia continental resuelta en un solo encuentro en estadio predeterminado. Al estadio La Nueva Olla de Asunción fueron casi 40.000 hinchas de Colón, récord para una movilización de simpatizantes hacia otro país. Las peculiaridades no terminaron ahí. Apenas comenzó el partido, las nubes negras que anticiparon la noche descargaron un diluvio. En media hora, la cancha se llenó de espejos de agua, imposible seguir, la pelota quedaba empantanada. Seis minutos antes de la interrupción dispuesta por el árbitro brasileño Raphael Claus, Independiente del Valle se había puesto en ventaja por la única vía posible en ese momento: la vía aérea. El volante argentino Cristian Pellerano ejecutó desde la derecha un tiro combado que cabeceó el zaguero central León, perdido en la marca por Ortiz. En medio de una cortina de agua, la pelota pasó entre las piernas del arquero Burián.

En pleno aguacero, los jugadores fueron a los vestuarios y entró el personal auxiliar con secadores para sacar el agua hacia los costados y perforar la cancha con elementos de punta para facilitar el drenaje.

Colón había salido a esperar y especular con el contraataque ante un adversario con más posesión y buena circulación. Los ecuatorianos desnivelaban por los costados, con Dájome por la derecha y Jhon Sánchez por la izquierda. Este último, cuando a Colón lo le quedó más alternativa que adelantar las líneas para buscar el empate, armó una réplica por la banda que definió para el 2-0.

Porque estaba acostumbrado a remar desde atrás en esta Sudamericana, Colón salió decidido en la segunda etapa. Tuvo una señal positiva que no aprovechó. El árbitro cobró un muy dudoso penal a Morelo, a pesar de que desde el VAR le recomendaron que revisara la acción en el monitor. Se mantuvo en su decisión y el Pulga Rodríguez, que en Belo Horizonte había regalado un exquisito penal con toque y sonrisa incluida, esta vez optó por una larga carrera y un remate fuerte a media altura que atajó Pinos. Iban cinco minutos de la segunda etapa y Colón se quedaba sin una inyección de ánimo para ir por el milagro. No era el día del Pulga; a los 20 minutos, en una cancha que ya estaba pesada, había sentido una molestia en el muslo posterior izquierdo al estirar la pierna para alcanzar una pelota. Siguió porque se lo indicó el compromiso y el amor propio, pero los astros no estaban alineados en favor del delantero tucumano.

Lavallén intentó más profundidad con los reemplazos de los dos laterales por Ortega y Esparza; luego sumó otro delantero, Chancalay, incisivo y desequilibrante en el uno contra uno. Pero Independiente demostró ser muy competente para jugar y defender; un equipo bien trabajado, más allá de los arrestos agónicos de Colón.

En las tribunas, a los estoicos hinchas sabaleros les pesaba más el alma que las ropas empapadas. En un final frenético, con descuento y sentencia del 3-1, la multitud aplaudió a sus jugadores. Una última y memorable postal.

Fuente: Diez en Deportes / La Nación