María Caballero es maestra, pero además de ser educadora es de las que trabajan en escuelas rurales.
“Yo me crié en el campo, en una familia de docentes. Tengo 42 años y desde los 19 estoy ejerciendo y la verdad es que volvería a elegir esta profesión” cuenta María, docente rural de Maciel y que trabaja en la escuela Antonio Arenales 303 de Puerto Gaboto, y hoy le toca una realidad completamente distinta a la que por lo general viven.
“Nos tuvimos que adaptar, todos, sobre todo nosotros en los que las condiciones que tenemos no son las más indicadas” comienza relatando María en De 10, programa que se comunicó con ella para contar su historia en el Día del Maestro.
“Mi trabajo al no tener algunos teléfonos, otros internet, se hace muy difícil la cuestión de la conexión. Entonces me tomo el trabajo, como hacen muchas de mis compañeras rurales, de pasar por las tranqueras de sus casas, dejo una bolsita con actividades y a la semana las paso a buscar” explica la docente.
Otro gran desafío cumple María, ya que al vivir a 10 kilómetros de la escuela, suele ir hasta allí a bordo de la chata y luego se dirige a una estancia donde viven la mayoría de sus alumnos. Casa por casa les lleva las actividades a sus 26 chicos, que en muchos casos son hermanitos.
“El trabajo que uno hace en la zona rural es de vocación. Todas nos estamos manejando así, porque no hay otra manera. En mi caso tengo muchos padres que no terminaron la educación primaria, entonces la educación es familiar” acota.
Además, firme por su amor al trabajo, María explica que el perfil de alumno rural es distinto y especial ya que “valoran todo, lo poquito o mucho que uno le puede llevar. La ruralidad es muy especial. Uno trabaja con los chicos todos juntos en un mismo salón con chicos de diferentes edades, y antes de ser docente sos mamá porque tenés chicos desde primer grado a séptimo”.
Hoy, en el Día del Maestro, y para no perder la costumbre, María estaba corrigiendo las tareas para que el lunes sus alumnos puedan tener las devoluciones y seguir trabajando en sus actividades. “No saben lo que extrañan, es lo único que tienen, para ellos el aislamiento es normal, salen una vez cada tanto” cerró la entrevistada.