La fosfina o fosfano o trihidruro de fósforo (PH3) es un gas incoloro, inflamable, tóxico e inodoro en estado puro, aunque a menudo huele a ajo o pescado cuando se presenta junto a otros compuestos similares. Esta sustancia se encuentra en ambientes como las ciénagas o las heces.
En la Tierra, solo algunos microorganismos anaerobios producen fosfina, además de la que se genera de forma artificial en los procesos industriales. Se utiliza, por ejemplo, en la fabricación de semiconductores para introducir fósforo en los cristales de silicio.
Pero esta semana un equipo internacional de investigadores encabezados por el profesor Jane Greaves de la Universidad de Cardiff (Reino Unido) informa en la revista Nature Astronomy que han detectado fosfina en un lugar inesperado: la atmósfera de Venus.
El hallazgo ha despertado expectación por si alguna forma de vida estuviera detrás de la existencia de este gas en nuestro planeta vecino, aunque los autores apuntan más posibilidades: "El PH3 se podría originar a partir de procesos fotoquímicos o geoquímicos desconocidos o, por analogía con su producción biológica en la Tierra, por la presencia de vida".
En la atmósfera terrestre (con una abundancia de partes por billón a escala mundial) esta molécula se asocia de forma exclusiva con la actividad antropogénica o microbiana, y en el sistema solar se encuentra solo en las atmósferas reductoras de los planetas gigantes, donde se produce en capas atmosféricas profundas a altas presiones y temperaturas, para luego ascender hacia arriba por convección.
Sin embargo, las superficies sólidas de los planetas rocosos, como Venus, presentan una barrera respecto a su interior, y la fosfina se debería destruir rápidamente en sus cortezas y atmósferas altamente oxidantes.