Luis Miguel “El Pulga Rodríguez” llegó como refuerzo al club Gimnasia y Esgrima de La Plata, luego de coronarse campeón con Colón y después de vivir una carrera con todos los condimentos dignos para una serie de tv.
Ídolo en Tucumán, amado en Atlético Tucumán y respetado por los hinchas de todos los clubes del fútbol argentino, “El Pulga” abrió las puertas de su nueva casa en Buenos Aires y contó íntimas historias familiares en una extensa entrevista brindada al diario Clarín.
“El Pulga” inició la charla contando cómo salvó a su mamá cuando apenas tenía un año. Luis Miguel le tiró de la pollera a Bety, cuando ella había tomado la decisión de agarrar un cable de tendido eléctrico para terminar con su vida.
Era un día de lluvia fuerte. Bety estaba decidida y le había pedido a una vecina que sabía escribir que la ayudara a dejar una carta en la que les pedía a su marido Rubén y a sus hijos más grandes, Karina y Walter, que se cuidaran y que cuidaran a Miguel.
“Alguien me habrá puesto ahí, en ese lugar –piensa-. Es algo fuerte. Qué se yo, habrá sido un instinto de nene. Será que no era su hora. Imaginate que yo tenía un año, no fue algo consciente. Si uno es grande, puede levantarse porque la viste mal y estás atento. Pero un nene…”.
Luego relató cómo fue su último regreso a Simoca, su pueblo natal.
Hubo asado, empanadas y pizza. También hubo guiso de arroz, la receta número uno de las manos de Bety. Como siempre su cuñado le puso Coca Cola a la cerveza y como siempre fue al club a jugar al truco con los amigos a los que llama jubilados pese a que apenas superan los 50. “Es que están hechos mierda, los tenés que ver, ya andan todos con stent… Ojo, tienen 55 pero más noches que días. Están bien vividos. Jugamos al truco porque ya no pueden jugar al fútbol”.
Tras bromear sobre el estado de salud de sus amigos, el “10” tucumano relató porque decidió salir de su zona de confort y porque eligió jugar fuera de “El Jardín de la República”
-Era un desafío. Y lo tomé así, en busca de un logro que Colón no había conseguido en más de 100 años. Yo quería demostrar que lo que hice en Tucumán lo podía hacer en otro lado. Y lo logré. Hoy el desafío en Gimnasia es similar.
-Los minutos finales en la coronación de Colón los viviste desde el banco. ¿Qué te pasaba por la cabeza?
-Fueron interminables, es mucho peor estar afuera que adentro. Al principio estás enfocado solo en el partido, en que no nos empaten, en que se termine. Después, cuando pudimos liquidarlo, ahí sí ya pensaba en otras cosas. En mi reflejo de niño, en haber logrado salir campeón en casi todas las competiciones que me tocó: Liga Tucumana, Argentino A, B Nacional y ahora en Primera. Se me venía a la cabeza el recuerdo de mi viejo, a quien le había pedido toda la semana que se me diera esa alegría. Era todo. Era todo resumido en 90 minutos. Y esto en Colón queda para toda la vida. Podrá salir campeón mil veces más, pero la primera es la primera. Digan lo que digan y la cuenten como quieran, es imborrable, es histórico.
-¿La muerte de tu papá te hizo notar de la manera más dura esa distancia con tu lugar de origen?
-Estábamos concentrados para jugar de local contra San Lorenzo y me llama mi hermano para decirme: “Loco, tenés que venirte después del partido porque papá está mal, no sabemos si va a pasar la noche”. Jugué y viajé el domingo a la mañana para Tucumán. Apenas aterrizamos nos llaman para avisar que mi papá había muerto. Te lo juro, apenas pisamos llamó mi cuñada. Fue duro, porque de ahí fuimos a Simoca, lo enterramos, hicimos todo lo que teníamos que hacer… Un mes antes yo había ido a verlo. Estaba lúcido, consciente, pero me dijo: “Hijo, vos ahora te vas. Andá, disfrutá, jugá, esta es la última vez que nos vemos vivos”. Y yo le creí. Porque a él le había pasado lo mismo con un tío al que quería como a un padre. Fue igual, le dijo “venite esta noche al hospital porque quiero irme agarrado de tu mano”. Y así fue.
–¿Y después?
–Adentró mío yo sabía que tenía que volverme para jugar, que tenía que hacerlo por él. Y agarré un colectivo y me fui. Porque encima no había vuelo directo a Santa Fe. Volví solo, en la semana teníamos que jugar las semifinales de la Sudamericana. Salí a las 7 de la tarde de Tucumán y llegué en el micro a las 7 de la mañana del día siguiente. Si me quedaba en Simoca, no volvía más, me quedaba definitivamente.
-¿Lo pensaste?
-Sí, claro. Se me pasó por la cabeza: “Llamo a Colón, rescindo el contrato y me quedo acá”. Te digo algo: a mi viejo nunca le gustó que saliera de Tucumán. Y ese día mi mamá quería que me quedara, me insistía. Pero yo le decía: “¿Qué voy a hacer acá? Si vos me decís que me quedo y papá en dos meses viene, yo me quedo”. Ya estaba mal, pobre, estaba sufriendo. Se quedó sin hacer lo que a él más le gustaba que era salir a andar en moto por el pueblo. No pudo hacerlo más y prácticamente que no tenía vida.
-¿Cómo fueron esas doce horas en micro?
-Interminables. Sin pegar un ojo, pensando. Fue un viaje asqueroso.
Pedro Rubén Rodríguez, Pocholo, el padre de Pulga, el que le compró sus primeros botines en la feria del pueblo a cambio de 30 pesos y a cambio de no comer ese día, no veía los partidos de su hijo.
Salía a caminar por las calles de Simoca. Una sola vez fue a la cancha, el día en que Atlético Tucumán homenajeó al ídolo por haber llegado a 120 goles con esa camiseta. “Salía a la esquina, se quedaba conversando con alguno. Y después se enteraba del resultado. Ahora el que camina es mi hermano, es el que sigue la tradición”, cuenta el delantero de Gimnasia.
La más futbolera de la casa es Bety. Y su pasión no precisa de grandes escenarios. Se canaliza enfrente de su casa, en el club Alto Verde, el clásico rival en la Liga Tucumana de Unión Simoca, donde Walter (el mayor de los 9 hermanos, el Pulga original) y Luis Miguel jugaron de chicos.
“Vos no sabés cómo me puteaba. Es una barrabrava. Una vez jugamos un amistoso de pretemporada y les ganamos 5-0. A los 2, 3 minutos yo ya había metido un gol y ella desde la tribuna me gritaba ‘Hijo de puta, no vengas para casa, hoy no vas a comer’. Yo no lo podía creer. Me acercaba al alambrado y le decía ‘Pará, Gorda, soy tu hijo’. Era así, no había caso. Y ahora sigue igual, se mete con la barra, ahí abajo donde están todos fumando, ella se manda. Cuando van de visitante no quiere ir en auto, va con el colectivo de los hinchas”.
-La madre del Pulga Rodríguez es barrabrava en Simoca…
-Te lo juro. Una vez, no sé adónde jugaban, hizo 40 kilómetros en moto por un camino de tierra. Eran como las 8 y media de la noche, ya estaba medio oscuro, y no volvía. ¿Qué pasó? Cuando estaban viniendo había un control. Y como no tenían papeles en la moto, se desviaron, se metieron por un campo… Cayó toda llena de tierra, con la cabeza blanca. Cuando llegó me dijo “perdón, hijo, pero quería ir a ver a Alto Verde”. Y encima te lo cuenta como un logro. Y la peor fue en un clásico. Jugaban en Unión Simoca y era solo para público local. Yo ya era jugador de Atlético. Le dijimos “mamá, no se te ocurra ir porque no te van a dejar pasar”. ¿Qué hizo? Fue igual. Y quería entrar. Mi hermano, que estaba por jugar, la veía desde adentro de la cancha y no lo podía creer. La cuestión es que la Policía empezó a reprimir, quedó en el medio del lío y la re-cagaron a palos.
-¿Qué cosas de ser futbolista te molestan?
-Del fútbol, nada. Lo extrafutbolístico es lo que jode. Hay cosas con las que no coincido con los dirigentes. Pero lo que pretendo es el respeto mínimo a los jugadores. Después, el fútbol es muy dinámico: un día sos el mejor y otro día porque te vas del club sos el peor. Yo trato de disfrutar. Porque más allá de ser futbolista tengo una familia. No los puedo tener a ellos diciéndoles: “Che, no salgan a comer por un año”. O que los chicos no puedan pasear, que solo vayan del colegio a la casa. Yo lo disfruto. Para mí lo más lindo es escuchar a mis dos hijos cuando los llevo al colegio, verlos enojados o contentos por la mañana… Y así también ponés los pies sobre la tierra. Sos jugador de fútbol pero no estás en otro planeta. Por eso cuando me dicen “Che, ¿qué se siente cuando te piden fotos?”. Y yo no siento nada. Cuando veo a uno que se hace un tatuaje mío pienso que está loco.
-¿Y tus hijos cómo crees que viven que su padre sea futbolista?
-El otro día el más grande me dice: “Papá, acá no sos tan famoso como en Santa Fe. Te sacás algunas fotos, pero allá hacían fila”. Y bueno, le digo “mejor, hijo, podemos caminar tranquilos”. O se hace lío cuando ve las fotos de Messi y de Maradona.
-¿Cómo es eso?
-Me pregunta “¿papá, por qué no estás vos ahí?”. Y entonces le explico que Maradona era el mejor del mundo, le cuento todo lo que ganó, lo que hizo. Y que ahora el mejor del mundo es Messi. Entonces vuelve: “Pero vos sos crack, papá. A vos te tienen que llevar con Messi, vos también usás la 10 y sos capitán”. Mirá, hijo, al lado de ellos, no, nada… Y el más chiquito quiere la Copa. Cuando llegué a casa después de salir campeón con Colón lo primero que me preguntó fue dónde está la Copa. Claro, en la tele vio que me la habían dado a mí. Y se pensó que me la traía. Y que quiero la Copa, que quiero la Copa… Ahora mandé a hacer una réplica así tiene la Copa.
La charla va y viene de Simoca. El puente entre aquella infancia con carencias contrasta con la crianza de Bautista (6) y Milo (4). Y ahí la cabeza abre interrogantes, tironea entre el placer merecido y una abundancia sin sentido.
“Es complicado –dice el Pulga-. Ahora cada dos días sacan un juguete nuevo y son cosas re caras. Yo muchas veces les digo que no. Y ellos vienen y te dicen que sí, que dale, que tenés plata. Pero no podés darles todo. Ella (por Paula, su esposa) se pone firme, pero yo soy un poco más blando por todo lo que pasé. En mi caso era todo que no, pero era no de verdad, no había nada (se ríe). Y encima vienen mi suegra o mi hermana a visitarlos y les traen regalos. A mí no me gusta que apenas lleguen, ellos vayan por los regalos. Saludá, por lo menos. Entonces antes de que vengan los agarro. “Escuchen, mañana va a venir la abuela. No empiecen con que el regalo… vienen a verlos y a estar con ustedes”. Al otro día, llegan: “hola, hola, cómo estás, ¿el regalo?”.
-¿Vos con qué jugabas de chico?
-Hace poquito mis hijos me pidieron mis juguetes. Y les di una gomera y unas bolitas. Pero no sabés lo que pasó: le doy la gomera al más grande y no sabía qué tenía que hacer. Entonces le conté que hay que poner una piedra y que yo les tiraba a los pajaritos. ¡Para qué! Me dice: “Papá, eso es maltrato animal”. Bueeeno, hijo, no les tires a los pajaritos. Claro, yo vivía en el medio del campo. Con mis amigos comimos palomas, perdices, lo que encontrábamos.
–¿Tu hijo mayor te vio llorar por la muerte de Maradona?
-Sí, yo estaba solo en la habitación. Prendo la televisión y fue un golpe muy raro. No soy muy demostrativo, si estoy por llorar trato de irme, de pensar en otra cosa. Pero cuando aparecían las imágenes de todo lo que vivió Diego y de la manera en que se murió… Justo subieron y estaba llorando. Nunca me había visto llorar. Y ahí empezó a preguntar y bueno, le conté del Mundial, de todo lo que fue el Diego. Cuando sea más grande le voy a mostrar todos los videos. Pero enseguida ya empieza: “¿Y vos sos mejor que Maradona?”
-¿Cuando te llamó Gimnasia enseguida hiciste la conexión con Diego?
-Sí. Yo había hablado cuando estuvo dirigiendo el Diego pero no se dio porque tenía contrato en Colón y no se podía rescindir. Es especial. Porque conversás con un utilero y te cuenta una cosa, un compañero te cuenta otra… Son cosas que quedaron grabadas. Ellos vivieron lo mejor y lo peor del Diego. Y lo escuchás de personas directas, no es que te lo dicen los medios.
No mira fútbol ni series, aunque se animaría a ser actor
La combinación de nombres no tiene nada que ver con el cantante mexicano. Remite a dos tíos, uno de cada lado del árbol genealógico. Aunque el Pulga no se achica y dice que, al igual que el Luis Miguel más famoso, aceptaría que se realice una serie sobre su vida. “Sí, me animo actuar, qué problema hay –tira-. Y sino mando a mi hermano que es igual”.
No quiere asegurarlo, pero cuando cuelgue los botines seguramente se inclinará a la política. Está afiliado al Partido Justicialista, tiene un vínculo cercano con el vicegobernador de Tucumán Osvaldo Jaldo y su hermana Karina es concejala en Simoca.
“Por ahora lo canalizo a través de ella. Estamos siempre ayudando. No me gusta la política, me gusta ayudar. Pero sé que es una manera de hacer política. Ahora, por ejemplo, estamos ayudando a unos amigos del pueblo que no tienen trabajo estable y por la pandemia dejaron de hacer las changas que les daban de comer. Me vinieron a pedir ayuda. Y yo no les puedo pagar un sueldo para que se queden en su casa. Entonces le buscamos la vuelta y están haciendo trabajos de construcción en casas de familia que tiene los materiales pero no puede pagar la mano de obra. Van y hacen un baño, por ejemplo. Y sabés lo que es para esa gente que estuvo un año para comprar los materiales, tener un baño presentable, digno…”.
-¿Mirás fútbol?
-No, nada. Pero no soy de la tele en general. No miro series, si ponemos una película, la empiezo y me quedo dormido. No me gusta.
-¿No te enganchaste con la Copa América o con la Eurocopa? Por ejemplo un Alemania-Inglaterra a las 4 de la tarde…
-Nooo, estás loco. A las 4 de la tarde menos, estoy durmiendo. Llego del entrenamiento, comemos, jugamos un poco con los enanos y me duermo la siesta como a las 3. No me despierto por un partido ni loco.
¿El fútbol local te aburre? ¿Aguantás 90 minutos?
-No, no aguanto. Salvo que sea el equipo en el que juego. Pero otro no.
–¿Cuánto aguantás?
-Y, digamos 20, 25 minutos.
-¿Por qué elegiste a Gimnasia?
–Porque el desafío es muy grande. Tenemos la Copa Argentina en la que estamos a tres partidos de jugar una final. Muchos dicen “para qué se fue a Gimnasia que va a pelear el descenso”. Y cuando me fui a Colón también estaba peleando el descenso. Y aun así en dos años y medio llegamos a la final de la Sudamericana (NdR: perdió ante Independiente del Valle en 2019) y salimos campeones del torneo local. Todo el mundo sabe cómo empieza la historia pero nadie sabe cómo termina. Yo veo que vamos a pelear con todo por el objetivo de salir campeón.
–¿Por qué sentís que te quieren hinchas de todos los clubes?
-No tengo ni idea. Por suerte jamás tuve un problema en la calle. Los hinchas del archirrival de piden fotos, me pasaba en Tucumán con los de San Martín o en Santa Fe con los de Unión. Es raro, la verdad, no te voy a mentir. Pero lo vivo con normalidad. Algunos compañeros me dicen “che, no se puede salir”. Pero, loco. ¿Cómo no podés salir? Si yo voy a comer afuera, voy a pasear con mi familia a un shopping y nadie me dice nada. Obviamente te pueden pedir fotos o un video, pero no es algo agresivo. ¿Qué me cuesta hacerlo?