Uno de los aspectos nutricionales que destacan de la cebolla es que se trata de un alimento bajo en calorías (30 calorías por cada 100 gramos), aunque muy rico en minerales como el potasio, magnesio, azufre, cobre o calcio y en vitaminas C, A, E y B.
Tiene bastante agua y fibra, lo que hace que el tránsito digestivo funcione mejor y ayuda a reducir el nivel de azúcar en sangre, fundamentalmente gracias a las quininas y flavonoides que contiene. De hecho, puede ayudar a los pacientes con diabetes.
Estudios sugieren que la cebolla en polvo, su jugo o extractos derivados de ella presentan múltiples efectos sobre la salud, como propiedades antioxidantes, antimicrobianas, antiinflamatorias e inmunomoduladoras. Asimismo, diversas investigaciones han ahondado en su utilidad en la prevención y tratamiento de algunas enfermedades, como la obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas, colitis, nefropatías, infertilidad y trastornos respiratorios. No obstante, las conclusiones de dichos estudios son prometedoras pero no concluyentes.
En todo caso, las dietistas-nutricionistas ensalzan sus efectos positivos dentro de una dieta saludable. Tradicionalmente, siempre ha estado presente en la dieta mediterránea como un elemento casi indispensable, y es que los beneficios que tiene para el organismo hacen que sea fundamental. Entre sus componentes destaca una sustancia llamada alilo, que se caracteriza por sus propiedades bactericidas y fungicidas, y que también tiene propiedades diuréticas y antisépticas, entre otras.
El procesado o la preparación puede cambiar la biodisponibilidad y el contenido de los compuestos bioactivos de la cebolla; incluso de manera diferente según el método de cocción. Por ejemplo, el contenido de algunos compuestos sulfurados disminuye durante el hervido, pero aumenta al freírse y al cocinarse al vapor o al microondas.
La versatilidad es otro de sus grandes atractivos. Por ejemplo, una cebolla en crudo para una ensalada nos aportará un sabor refrescante, intenso y crujiente que, en conjunto con un tomate y un poco de aceite, es un plato excelente. Si la cebolla está encurtida en agua y sal, sin vinagre, nos proporcionará un prebiótico natural que, además de ser un picoteo saludable, ayudará a mejorar el tracto digestivo y el sistema inmune. Se puede cocinar de mil maneras; se recomienda asarla al horno y condimentarla adecuadamente para obtener uno de los platos más sabrosos y sencillos de preparar.
Se puede considerar un alimento para todos los públicos. Únicamente deben comerla con precaución quienes sufren ciertas patologías, como el síndrome de intestino irritable, por su alto contenido en unos compuestos denominados fructanos, que pueden agravar sus síntomas. Por supuesto, los alérgicos a la cebolla tienen que olvidarse de ella, pero no es una de las alergias alimentarias más frecuentes.