El volcán de La Palma en España, en erupción desde el pasado domingo, entró hoy en una fase "más explosiva", según advirtieron los científicos que siguen de cerca su actividad.
La columna de gases ha alcanzado cotas de 4,2 kilómetros de altura y la ceniza llegó hasta el aeropuerto de La Palma, donde se han producido por la mañana retrasos en los vuelos interinsulares.
El río de lava ya arrasó a su paso con 166 hectáreas y unas 350 edificaciones, según el observatorio Copernicus y provocó la evacuación de más de 6.000 habitantes de la isla. En estos momentos, la lava está a un kilómetro y medio del mar, pero su velocidad se ha frenado.
"Una de las lenguas está detenida", dijo a la prensa María José Blanco, directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN), en la comparecencia tras la reunión del Comité Director del Pevolca (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias).
En cuanto a la otra, "sigue su avance, pero mucho más lento que anteriormente", a unos 4 metros por hora, añadió la directora del IGN en el quinto día de erupción. Blanco aclaró que ello no significa que el volcán haya perdido fuerza: "El centro de emisión sigue activo, con una columna [de ceniza y gases] que alcanza los 4500 metros de altitud".
El motivo de la detención o ralentización de una colada es que cada vez le cuesta "más avanzar porque tiene que ir incorporando todo el material que ya está depositado, que ya es de un gran volumen, que está frío en su superficie".
Llegado cierto punto, añadió Blanco, las características del terreno tienen un papel fundamental en el avance destructivo: no solo depende "de la emisión, de la temperatura y de la fluidez de las lavas, también de la topografía".
Además, Blanco confirmó que no se espera de momento que las coladas vayan a llegar al mar, como se temía por las reacciones que ello provoca. "Con las velocidades que tienen ahora mismo y las tasas de emisión que estamos viendo por el centro emisor, hoy no va a llegar al mar, ni mañana tampoco", aseguró.
La llegada de la lava al mar se teme particularmente porque puede generar explosiones, olas de agua hirviendo o incluso nubes tóxicas, según la página del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS).