Este sábado 15 de octubre se celebra el Día mundial del lavado de manos, una jornada promovida en 2008 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para incrementar el conocimiento sobre esta práctica simple y efectiva que colabora en la prevención de enfermedades y que, en muchos casos, salva vidas.
De acuerdo a los datos difundidos por UNICEF, tres de cada diez personas en el mundo no tienen instalaciones básicas para higienizar sus manos en el hogar y prevenir, por ejemplo, contra patologías infecciosas y transmisibles como el COVID-19. Si bien la importancia de este hábito parece asimilada en la población en general, la historia que tiene detrás está repleta de polémicas y tiene como protagonista a un doctor que fue dejado a un lado por la comunidad médica.
El cirujano y obstetra Ignaz Philipp Semmelweis nació en Hungría en el año 1818 y se dedicó a investigar el motivo de un drama que observó en los hospitales que frecuentó: la alta tasa de mortalidad entre las mujeres tras dar a luz a sus bebés. Un detalle no menor de aquellos tiempos es que los cirujanos -como si se tratara de peluqueros- afilaban sus bisturíes contra la suela de los zapatos antes de entrar al quirófano. Luego, con esos materiales, intervenían en los partos. Algo no estaba bien y Semmelweis lo sabía.
A mediados el siglo XIX las pacientes fallecidas luego de parir se contaban de a miles, por lo que los centros médicos eran conocidos como casas de la muerte u hogares de la peste. Según los registros de la época, la razón de este conflicto era la fiebre puerperal, generada por bacterias que podían afectar al organismo de las madres o de los críos hasta seis semanas después del nacimiento.
Así las cosas, Semmelweis promovió entre sus colegas la instalación de un espacio con agua y con jabón afuera de las salas de las clínicas. Aunque algunos doctores lo trataron de loco e hicieron caso omiso de esta moción, los datos le dieron la razón al cirujano. En la década del 1850 los fallecimientos post parto disminuyeron un 18% y en algunas localidades de Europa llamaban a parir en los hospitales, algo que antes era rechazado por la población.
Sin embargo, el héroe húngaro no logró que su propuesta se arraigue del todo en la medicina mundial y falleció en 1856 como un paria y un mentiroso. Los motivos de su deceso aún hoy siguen sin esclarecerse.
La importancia del lavado de manos
La tortuosa vida del médico húngaro fue un mojón para la humanidad que, años después, se sirvió de su esencial sugerencia para avanzar en buenas prácticas de higiene en los hospitales y en los hogares.
De acuerdo a un estudio realizado por expertos de la Organización Panamericana de la Salud -dependiente de la OMS-, lavarse las manos con agua y con jabón reduce 50% las diarreas infantiles y 25% las infecciones respiratorias. Estas cifras cobraron aun mas relevancia durante la pandemia provocada por el COVID-19.
En diálogo con Infobae, el doctor Mario Boskis (MN 74002) analizó: “Hasta hace muy poco se desconocía el mundo de los microbios. En el siglo XIX los médicos no se lavaban las manos para una intervención. El hábito de lavarse las manos en la población creo que comenzó a generalizarse con la pandemia, pero lamentablemente parece que no vino para quedarse. Todavía hoy vemos que no se cumple adecuadamente y es, sin duda, una poderosa manera de mantener a raya a los gérmenes. Es una técnica fácil de aprender, accesible y económica: no hay excusas para no practicar un buen lavado de manos”.
De todas formas, es importante comprender que esta acción no tiene por qué tornarse compulsiva ni ser una obsesión constante: más bien se trata de un hábito que debe incorporarse a la rutina de cada persona en cantidades adecuadas. En ese sentido, la clave no es lavarse las manos cada dos segundos, sino hacerlo en los momentos indicados y de la manera correcta.
Repasamos algunas instancias:
-Antes de comer y cocinar.
-Antes de amamantar.
-Después de ir al baño o cambiar pañales.
-Luego de sonarse la nariz, estornudar o toser.
-Luego de visitar a un paciente enfermo o contagiado.
-Al estar en contacto con residuos.
-Al estar en contacto con animales.
-Después de tocar alimentos crudos y antes de tocar comidas cocidas.
-Después de llegar a casa.