Era 19 de agosto. Ese día, viernes, los principales diarios del país se centraban en las reuniones frenéticas que encabezaba el propio Sergio Massa y en las medidas o anuncios que, prometía el propio ministro, iban a traer calma a la convulsionada economía argentina.
Había asumido hacía sólo 16 días y ya padecía el desgaste que ese cargo, y en este país, produce ejercerlo. Acá en Santa Fe, la docencia anunciaba una profundización del conflicto salarial y decretaba un paro de 72 para el 23,24 y 25 de agosto. En el ámbito municipal se empezaba a hablar de “nocturnidad” y Unión volvía a perder, esta vez de local y comenzaba a despedirse del torneo y de la copas.
En nuestra casa chica, pero en el periodismo deportivo “grande”, nos dejaba el “Flaco” Bergesio. Sin embargo lo que sacudió a esta capital, violenta e insegura, fue un hecho ocurrido pasado el mediodía en un comercio ubicado en el kilómetro 1 ½ de la Ruta Provincial 1.
Allí, un joven de 19 años, espero a una trafic que habitualmente hacia una parada en esa panadería con cadetes y cadetas del Liceo Militar “Gral Belgrano” para comprar algunas vituallas y seguir con destino a San Javier. Fue allí que con una frialdad absoluta , MK ingresó al utilitario e hirió de muerte a su chofer, Rubén Isidro Walesberg de 71 años, que se desplomó inerte en la puerta del negocio.
Lo posterior, otra locura, este joven subió a la combi siguió apuñalando a los ocupantes, todos menores de edad y obligó a uno de ellos a conducir para escapar del lugar.
Lo demás es conocido, fue interceptado por la policía en el Km 71/2 de esa misma ruta y detenido por la policía. Hasta ahora se sabe que todos los chicos que iban en la trafic declararon en Cámara Gesell, con detalles precisos, cómo fue el accionar de MK y en forma unívoca, como éste los amenazó de muerte a todos, inclusive a algunos mientras los iba apuñalando dentro del vehículo.
El asesino sostenía que iba a terminar con todos, ya que cada uno de ellos: “eran testigos de la masacre y además lo conocían”. El arma homicida, una cuchilla de tamaño mediano, está incautada. Además de un bidón con nafta y otros elementos de importancia para sostener la culpabilidad y el grado de planificación para cometer el delito del único detenido.
Pero falta conocer el móvil, qué lo llevó a MK a desatar este acto demencial. Los hijos del chofer Walesberg, que se constituyeron como querellantes en la causa, los cadetes y cadetas y sus familiares que están representados por un reconocido abogado penalista de esta capital, quieren saber la respuesta a la única pregunta que aún no la tiene. Por qué MK transformó un viaje de liceístas de regreso a casa, en 6 km de horror.