Pato Bellavigna
Enviado Especial
El evento máximo de la cultura rockera tuvo una nueva cita este fin de semana largo de carnaval, en el aeródromo de Santa María de Punilla. Entre los días 18 y 19 de febrero, y según datos de los organizadores, pasaron por el predio unas 200.000 personas.
La mistura entre consagrados y emergentes también se sintió debajo del escenario. El paso de Fito Páez, La Vela Puerca, Divididos o Skay Bellinson se codeó con la frescura de los Trueno, Dillom, Bándalos Chinos y Conociendo Rusia, y lo propio ocurrió entre sus públicos.
La reinvención de un evento legendario se vio tanto en lo generacional como en la variedad musical. La presencia de DJ Tiësto, referente de la música electrónica mundial, y los cierres a cargo de fiestas cómo la Bresh o la Polenta le abrieron la puerta a nuevos públicos que habitaron por dos días este aeródromo convertido en una verdadera ciudad levantada desde cero por su padre y mentor: José Palazzo.
Antes de empezar a narrar cualquier tipo de detalle sobre las dos jornadas, sería menester que retomemos el tema de las dimensiones del predio. Según los cálculos a mano alzada, y gracias a Google Maps, podemos trazar algunas líneas que no llevan a concluir que el complejo del aeródromo tiene unos 2 kilómetros de largo por 1,5 kilómetros de ancho.
Dentro de esa monstruosidad, emergían seis escenarios. Si. No estoy errando en el número: seis escenarios de primer nivel. Entre ellos, podríamos decir que el Norte, el Sur y el Escenario de Montaña fueron los más importantes por los artistas que allí se lucieron. Pero como toda comparación sería injusta, teniendo en cuenta que en los otros tres escenarios (el Boomerang, el Paraguay y La Casita del Blues) se lucieron artistas de la talla de Lisandro Aristimuño, El mató a un policía motorizado o Débora Dixon.
Pequeños bosques, largas llanuras y verdaderos edificios hechos con contenedores, separaban a los escenarios que contaban con zonas de higiene y bares. Entre algunos detalles para mencionar, en esta edición del evento el Cosquín Rock tuvo a su disposición ¡una Fiscalía móvil propia!.
Jornada 1
La primera jornada comenzaba prometedora para el público de paladar rockero, y así lo fue. El rock barrial dio los primero pasos en el escenario norte cuando el sol ya calentaba a los audaces que entraron al predio apenas abrió sus puertas.
El “momento rollinga” fue coronado por los Guasones, mientras en el escenario de Montaña ya sonaban los Estelares.
Cuando el sol empezó a esconderse en las montañas, vistiendo a los seis escenarios con la postal más tradicional de este evento, salieron a la cancha números fuertes como Mateo Sujatovich (Conociendo Rusia), No Te Va Gustar y la Delio Valdes. A esta altura de la tarde la fiesta era total: por momentos el viento de Traslasierra soplaba de un lado y de otro entremezclando canciones y tentando a los aburrido a moverse de escenario.
Pasadas las 21 fue el tiempo de los consagrados en el Escenario Norte: Skay, Dividios y Juanse hicieron cantar una gran masa. Mientras que otros coqueteaban con el escenario de Montaña donde se vivía el emotivo reencuentro de Catupecu Machu a dos baterías.
En simultáneo los más jóvenes saltaban al ritmo del español Reels Be primero, y de Trueno después.
La noche finalizó bailando al ritmo de La Bresh, una fiesta, que junto a varios artistas de la nueva corriente Indie/Pop convocaron a gran parte del público sub-25.
Jornada 2
El domingo comenzó a rockearse cuando a través del viento montañoso se escucharon los primero gritos de “Toti” Iglesias, de los Jóvenes Pordioseros, en el escenario Norte.
Luego la jornada empezaría a brindar opciones de las más diversas y emergentes a la vez: en simultáneo tocaban los Cruzando el Charco y Silvestre y la Naranja. Al finalizar estos dos la mayoría se agolpó en el escenario Norte para ver a los hermanos Andersen de El Plan de la Mariposa.
Más entrada la tarde empezaron a verse “Caras extrañas” y es que Mauricio “Junior” Lescano estaba sobre el escenario Norte reuniendo una vez más al rock de barrio.
En ese momento muchos hubiesen deseado tener el don de la bifurcación, y poder estar en dos lugares al mismo tiempo, porque minutos más tarde y en el escenario norte sonaban los primeros acordes de Las Pastillas del Abuelo. En simultáneo Emanuell Horvilleur y los Bandalos Chinos ‘popeaban’ el atardecer serrano.
El escenario Sur se mantuvo a la altura, y tras la salida de una leyenda cómo Páez recibió a los hermanos Sardelli (Airbag) alentados por un público completamente diverso.
Tras la puesta de sol llegó el que, a título personal, fue el mejor show del festival: Ciro y Los Persas brindó un concierto de más de dos horas, con la Orquesta Sinfónica de Villa María cómo invitados de lujo en gran parte del espectáculo. Una muestra de trayectoria, frescura y conexión con el público respaldados en su asistencia casi perfecta al Cosquín Rock.
Mientras esto sucedía el público trappero disfrutaba de uno de sus máximos exponentes en el escenario Sur, Dylan León Masa, más conocido cómo Dillom.
Como plato principal de la noche, en el escenario de Montaña sonaban los Babasónicos mientras que en el Norte los uruguayos de La Vela Puerca hacían cantar a una multitud. Párrafo aparte para el líder de la formación charrúa, Sebastián Teysera, que tuvo que cantar la última canción completamente a capela por un inconveniente de sonido.
El postre estuvo a cargo de la banda con asistencia perfecta, los que no faltaron a un solo Cosquín Rock desde el primero en el 2001: Las Pelotas. La banda liderada por Germán Daffunchio se lució ante una gran cantidad de valientes que los esperaron hasta cerca de las 00.45 en la madrugada. En la otra punta del aeródromo, el neerlandés Dj Tiësto cerraba una gran jornada para el público electrónico.
Sin dudas el Cosquin Rock es un crisol de públicos, basado en una marea de géneros musicales y generaciones de artistas. Una verdadera experiencia, que merece ser vivida a pleno. Un tilde más en la bucket list de cualquiera que ame el rock (en cualquiera de sus expresiones finales). Un paraíso serrano invadido por cueros, tachas, bandoleras, pelos teñidos y glitter. Tradición y presente de la escena argentina en tiempos de "colonialismos lolaspaloozeros". Un verdadero punto de encuentro para la música nacional y vecina: un valle sagrado para nuestro rock and roll.