La adicción a la comida es un trastorno psicológico que se caracteriza por una obsesión y dependencia hacia la comida, un comportamiento compulsivo similar al que se observa en otras adicciones.
Pero... ¿es esto lo mismo que un trastorno alimentario? A diferencia de estos últimos, en la adicción a la comida:
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No se produce una preocupación excesiva por el peso o la imagen corporal, sino que existe un impulso a comer en exceso de manera recurrente, incluso cuando no se tiene hambre y a pesar de las consecuencias negativas.
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Tampoco se limita a ciertos tipos de alimentos o nutrientes específicos, sino que puede manifestarse con cualquier tipo de comida.
¿Qué es lo que define a la adicción a la comida?
La adicción a la comida es un trastorno en el que la persona experimenta una dependencia hacia la comida que va más allá del hambre física, lo que se conocería como hambre emocional.
De entre sus posibles causas y factores de riesgos, encontramos que puede ser debida a una combinación de factores biológicos, psicológicos, ambientales, de aprendizaje y sociales:
- Factores biológicos. Por ejemplo, existen determinados neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina, implicados en el deseo de comer en exceso.
- Factores psicológicos. La adicción a la comida puede ser desencadenada por una variedad de factores psicológicos, como la ansiedad, la depresión o el estrés; la comida puede ser una forma de aliviar estos sentimientos.
- Factores ambientales. La disponibilidad de alimentos y/o los entornos estresantes o poco saludables pueden contribuir al desarrollo de la adicción a la comida.
- Factores de aprendizaje. Los patrones de alimentación pueden ser aprendidos a través de experiencias tempranas en la vida, además de poder ser reforzados por la publicidad y los medios de comunicación.
- Factores sociales: la presión social y la influencia de amigos y familiares con hábitos alimentarios poco saludables.
Algunos de los síntomas y señales que pueden indicar una adicción a la comida suelen ser comer grandes cantidades de alimentos en poco tiempo, incluso cuando no se tiene hambre, con dificultades para poder controlarse, lo que se traduce en una pérdida de control y en cambios de ánimo si no puede comer o si se intenta limitar el consumo de alimentos. Esto, en ocasiones, puede llevarnos a evitar situaciones sociales que impliquen comida, como cenas con amigos o familiares, debido a la vergüenza o la culpa.
¿Qué consecuencias podría tener?
Algunas de las más visibles pueden ser los problemas digestivos (reflujo gastroesofágico, dolor abdominal, diarrea…) o el aumento del riesgo de enfermedades crónicas (diabetes, enfermedades cardíacas…). Sin embargo, también a nivel psicológico se puede ver los efectos, como depresión, ansiedad, aislamiento social o problemas de sueño.