Un “lloratorio público” fue instalado en las afueras de la casa Central de la Universidad de Chile y tiene como objetivo ser un refugio para quienes necesitan descargar su llanto.
La cabina para llorar, que se instaló en el centro de Santiago, corresponde a una propuesta artística de Ángela Ramírez Sanz, artista visual de la universidad local y la Kunstakademie Düsseldoft, y fue realizada por la compañía Exfibro, que utilizó fibra de vidrio para elaborarla.
La artista visual explicó que la idea surgió mientras caminaba por la calle y observó que en una esquina había “una mujer peruana llorando amargamente. Era tanto su llanto que me acerqué para preguntarle si podía hacer algo por ella”, añadió la autora de la obra. Y la respuesta de la señora fue “sólo necesito llorar”, sin que fuera posible hacerlo en su hogar, pues allá la esperaba su familia.