Estados Unidos se convirtió en el cuarto mercado después de Argentina, Brasil y Paraguay que otorga la autorización total para producir y comercializar el trigo de la firma nacional Bioceres.
Se trata del trigo transgénico tolerante a sequía (HB4), evento que fue desarrollado por investigadores del Conicet y la UNL. La decisión representa el aval de la principal potencia global, que no sólo es el principal productor de granos del mundo sino también el país que tiene uno de los mejores sistemas científico-tecnológico del planeta.
Estados Unidos produce unas 45 millones de toneladas de trigo anuales.
El Servicio de Inspección Sanitaria de Plantas y Animales (APHIS) evaluó al trigo HB4, un desarrollo transgénico que transfiere la tolerancia a sequía del girasol a otros cultivos, y tras un exhaustivo estudio determinó que no presenta un riesgo en comparación con el trigo convencional.
Esta decisión se basó en una revisión detallada que incluyó el análisis del fenotipo de este trigo genéticamente modificado, su posible impacto en el ambiente y sus características.
APHIS concluyó que el Trigo HB4 no representa en sí mismo ni contribuye con plagas vegetales y, por lo tanto, no está sujeto a la regulación descripta bajo el 7 CFR parte 340.
Estados Unidos es el cuarto mercado que otorga la autorización total para producir y comercializar el trigo HB4. Ya se había alcanzado el mismo estatus en Argentina, Brasil y Paraguay (países que representan más del 90 % de la superficie cultivada con trigo de Sudamérica).
Este desarrollo biotecnológico de vanguardia mundial también se está sometiendo actualmente a pruebas de campo en Australia, otro de los grandes productores de trigo del planeta.
El HB4 ya fue aprobado para consumo humano y animal en otros siete países: Australia, Colombia, Indonesia, Nueva Zelanda, Nigeria, Sudáfrica y Tailandia. También se han presentado solicitudes en Bolivia, Filipinas, Uruguay y Vietnam (para consumo humano y animal, y cultivo).
El trigo resistente a sequía fue desarrollado en la Argentina por la doctora Raquel Chan y su equipo del CONICET, junto a un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral y Bioceres.