El 29 de abril de 2003 pasó a la memoria de los santafesinos como una de las jornadas más trágicas de su historia, si no la más trágica. Ese día, el río Salado irrumpió y arrasó con un tercio del ejido urbano, dejando 130.000 afectados y 158 muertos.
En aquel momento, las autoridades políticas daban endebles (cuando no incorrectas) explicaciones de lo que estaba sucediendo. El ingeniero de la UNL Marcelo Berrón fue uno de los primeros en salir a contradecirlas y a exponer la verdad de lo ocurrido.
"Lo que me motivó a hablar y a escribir fue la mentira que bajaba desde el gobierno de la provincia hacia la ciudad de Santa Fe", contó en el estudio que LT10 montó este martes en el Concejo Municipal.
"Se dijeron frases muy desafortunadas en aquel momento desde la Casa Gris, como 'a los ingenieros se les mojaron los papeles'. Eso fue una mentira y una infamia, y como ingeniero y como santafesino no se lo podía dejar pasar de ninguna manera. A esta inundación del Salado se la quiso hacer pasar como una tragedia natural, y la verdad que de natural no tuvo absolutamente nada".
Berrón dio su explicación experta. "El agua empieza a ingresar por un orificio que tenía la defensa, que era el tramo III no ejectuado entre calle Gorostiaga y Estado de Israel. Empieza a ingresar el día de las elecciones, el 27 de abril a las 2 de la tarde. Cuando la política estaba preocupada por ir a buscar a la gente para votar, la ingeniería pedía a gritos que se cierre el terraplén provisorio, que estaba perfectamente proyectado e identificado", acusó.
"Se generó un río paralelo, con orificio de entrada en calle Gorostiaga y sin salida. Ese río paralelo quedo 'represado' entre las cotas naturalmente altas de la ciudad de Santa Fe y el terraplén de la avenida de circunvalación propiamente dicho. Hubo 2,40 más de agua adentro del casco urbano de la ciudad que en el río Salado propiamente dicho", continuó.
Además, aseveró que hubo un aviso previo de lo que podía pasar. "El río salado 45 días antes ingresó a la ciudad por calle Gorostiaga. el 15 de marzo había un arroyito que no tenía más de un metro de ancho, que se colaba por calle Gorostiaga y llenaba los reservorios de la avenida circunvalación. Se sabía perfectamente que esa zona era el talón de Aquiles de la ciudad, porque había un terraplén de arena que no tenía más de un metro de altura que se había construido días antes".
Berrón prosiguió con su relato. "Después de ese 15 de marzo, el río bajó mucho. Hasta el 27 de abril, que toma la misma cota que calle Gorostiaga y empieza a colarse por esa zona, y luego termina abriendo una brecha lateralmente. El agua jamás superó la cota de los terraplenes de defensa como nos quisieron hacer creer. El el tema no era la altura, sino la no ejecución del tramo III, que provocó un desastre artificial".
"Este fenómeno de natural no tuvo nada, fue una catástrofe totalmente evitable", concluyó.