Ni la genética, ni la riqueza, ni el éxito profesional: lo que más influye en una vida larga y feliz son las relaciones personales. Así lo confirma el Estudio de Desarrollo Adulto de Harvard, una investigación que comenzó en 1938 y sigue vigente, con más de 80 años de datos que demuestran que los vínculos afectivos son el factor más determinante para la salud física y emocional.
El actual director del proyecto, el psiquiatra Robert Waldinger, aseguró que “las buenas relaciones no solo protegen el cuerpo, también protegen el cerebro”. En su charla TED, que superó los 13 millones de vistas, destacó que las personas que gozan de relaciones satisfactorias a los 50 años tienen más chances de estar sanas a los 80.
El estudio, que comenzó con 724 hombres (entre ellos estudiantes de Harvard y jóvenes de sectores humildes de Boston), hoy abarca a más de 1.300 descendientes. Esto permite analizar cómo las experiencias de vida impactan en la salud de las generaciones siguientes.
Uno de los hallazgos clave es que la calidad de las relaciones importa más que la cantidad. Incluso quienes discuten con frecuencia pueden mantener una buena salud si sienten que pueden apoyarse mutuamente en momentos difíciles. Por el contrario, la soledad fue comparada con el tabaquismo o el alcoholismo en cuanto al impacto negativo que tiene sobre la salud. “La soledad mata”, sentenció Waldinger.
El investigador introduce también el concepto de “aptitud social”, que implica revisar activamente las relaciones y fortalecer aquellas que brindan apoyo emocional, alegría y sentido de pertenencia. Según los datos, las personas que cuidan sus vínculos viven más felices y saludables.
El trabajo en red también se refleja en otras investigaciones. Un estudio publicado en BMJ Open en 2016 reveló que el voluntariado entre personas de 45 a 80 años no solo genera nuevas conexiones sociales, sino que además aporta un propósito de vida.
Durante su dirección, George Vaillant (1972–2004) identificó seis pilares del envejecimiento saludable: actividad física, evitar el alcohol y el tabaco, tener mecanismos maduros para afrontar el estrés, mantener un peso saludable, una buena educación y un matrimonio estable.
Aunque probablemente este tipo de estudio no se vuelva a replicar por su extensión, Waldinger espera que continúe creciendo y llegue a nuevas generaciones. Su conclusión es tan simple como profunda: “Es fácil quedar atrapado en el trabajo y olvidar lo importante que son las relaciones. Invertir en los vínculos humanos es una de las mejores decisiones que se pueden tomar”.