El primer semestre del 2025 terminó dejando más preguntas que respuestas en Unión. Un equipo que había generado enormes ilusiones al inicio de la temporada y se fue desinflando hasta cerrar el Apertura y el Grupo E de la Copa Sudamericana en el último lugar. Un balance muy pobre, donde el principal talón de Aquiles fue la falta de gol.
En ese contexto, Lucas Gamba terminó emergiendo como el máximo artillero, con cinco tantos repartidos entre el torneo local y la Sudamericana. Un dato que sorprende si se tiene en cuenta que no es un típico centrodelantero, sino más bien un jugador de movilidad, que suele jugar por las bandas o llegar desde atrás. Su aporte goleador fue, en definitiva, un alivio en medio de un panorama seco: si no hubiera sido por él, la cosecha ofensiva habría sido aún más preocupante.
Detrás de Gamba aparece Lionel Verde, con tres goles, mientras que los delanteros que se esperaba que cargaran con la cuota terminaron con cifras muy bajas. Marcelo Estigarribia apenas marcó dos al igual que Jerónimo Dómina, y los casos de José Angulo y Agustín Colazo son todavía más llamativos: la pólvora estuvo completamente mojada.
Que el goleador del semestre haya sido Gamba, que no ocupa naturalmente el rol de 9, es un mérito personal, pero también un dato de alarma para Unión de cara al segundo semestre. Está claro que el equipo necesita reforzar su poder ofensivo si quiere salir del fondo de la tabla y escaparle al fantasma del descenso. El club deberá tomar nota y buscar soluciones, ya sea potenciando a los delanteros actuales o sumando refuerzos que aporten gol.
Por ahora, lo de Gamba fue como un poco de agua en el desierto: valioso, pero claramente insuficiente para cubrir todas las falencias del equipo. El desafío para el cuerpo técnico y la dirigencia será rodearlo mejor, encontrar nuevas vías de gol y, sobre todo, lograr que los delanteros empiecen a cumplir con lo que se espera de ellos. Porque en el semestre que viene, cada gol puede valer oro.