Desde el 3 de diciembre, cuando pasadas las 17.30 José Alonso asumió formalmente la presidencia de Colón, en el club no hubo margen para transiciones largas ni tiempos de adaptación. Lo que venía por delante era sabido: una agenda cargada, urgencias económicas y compromisos impostergables que obligaban a actuar de inmediato.
La nueva dirigencia recibió una institución con múltiples frentes abiertos y, sobre todo, sin recursos propios. Para empezar a ordenar la casa, fue necesario recurrir a aportes externos provenientes de los propios dirigentes y de ingresos por publicidad, una estrategia clave para afrontar los pagos más urgentes.
La prioridad era poner al día al plantel para luego avanzar en las negociaciones de rescisión de contratos. Solo en ese rubro, se desembolsó cerca de 400.000 dólares, un paso indispensable para encarar la reestructuración deportiva sin conflictos pendientes.
En paralelo, se avanzó en uno de los compromisos más pesados: la deuda con Alberto Espínola. Colón cumplió con el pago de 375.000 dólares, a los que se sumaron 12 millones de pesos más intereses, operación que ahora permite aguardar el levantamiento de la inhibición en FIFA, un punto clave para poder operar con normalidad en el mercado.
Otro frente que la dirigencia decidió atacar sin demoras fue el interno. Se cubrieron los salarios del personal del club y también los respectivos aguinaldos, buscando llevar tranquilidad a los empleados y normalizar el funcionamiento cotidiano de la institución.
En total, en apenas 20 días, la nueva conducción encabezada por José Alonso destinó casi un millón de dólares para resolver los principales problemas económicos y administrativos de Colón. Un esfuerzo significativo que marca el tono de una gestión que, desde el primer día, eligió ir al choque para poner de pie a un club que necesitaba respuestas inmediatas.