El miércoles 13 de septiembre, a los 91 años, falleció Hugh Hefner, el creador del imperio Playboy. Criticado por muchos y reverenciado por otros, lo cierto es que la imagen que viene a nuestras mentes es la de ese anciano de bata, relajado y rodeado por sus “conejitas”.
Pero Hefner fue mucho más que eso, aseguró Luis Güerri, director entre 2008 y 2015 de la revista en Argentina y actual editor de Contenidos Digitales de Artear: “Fue un personaje clave y muy influyente en la cultura de la sociedad norteamericana del siglo XX. No sólo por la revolución de poner al cuerpo femenino en un medio nacional (a partir de diciembre de 1953), sino también por todo lo otro”.
Por ello, reclamó: “Si lo reducimos al estereotipo del tipo que vivía en una mansión en bata rodeado de mujeres, sería muy injusto y no daría cuenta de su legado a nivel periodístico y cultural. Playboy fue en sus inicios, y siempre, un espacio para la libertad. El error es ver hoy el fenómeno Hefner y el fenómeno Playboy de los años ’50, ’60, ’70, con la cabeza y en el contexto de hoy”.
De niño tímido a joven líder
Hefner, contó Güerri en el programa Todo Pasa, creció en un suburbio de la ciudad norteamericana de Chicago. Hijo de una docente y un contador, su familia era muy creyente de la religión metodista y por lo tanto, “muy puritana”.
“Era un pibe tranquilo pero que ya a los 8 años tenía inquietudes artísticas. Lo que más hacía era dibujar historietas”. Y de ellas pasó a las revistas, primero en la secundaria y luego en la universidad, donde estudió Psicología. “Creo que su vida fue un acto de rebelión frente a todo eso”, opinó. “Para entender su búsqueda hay que ver eso”. Y en esa búsqueda pasó de ser “un chico tranquilo e introspectivo” a un joven “más canchero y con perfil de líder”.
Construyendo desde abajo
El imperio Playboy no surgió de un día para el otro ni arrancó con un gran capital. Todo lo contrario. “Hefner lo construyó de a poco y con mucho esfuerzo”. El primer número fue hecho “muy a pulmón”, casi artesanalmente, y con dinero prestado por amigos. Salió sin fecha, porque su propio creador no estaba convencido de que hubiera un segundo número. Pero lo hubo, probablemente gracias a esa ascendente Marilyn Monroe en tapa, cuyas fotos de calendario Hefner había comprado por 200 dólares. Y después de aquel diciembre de 1953 llegarían muchos más, hasta nuestros días. En todo el trayecto, el director “estaba muy presente”.
Para la década de 1970, la revista explotó a nivel financiero y económico, convirtiéndose en una marca global, con el característico logo de la cabeza del conejito. Se llegaron a vender 7 millones de ejemplares en 32 países. Incluso se produjeron películas.
Playboy, hoy y siempre
Conforme pasaron las décadas, la marca “se tuvo que reinventar”, con aciertos y errores. Hoy no supera los 800 mil números y debió achicarse en planta y empleados. Incluso la tradicional mansión fue vendida. Pero la situación debe analizarse en el contexto de “debacle de la prensa gráfica en general”.
“Ninguna revista vende lo que vendía. Pero el producto supo, en la era digital, pisar fuerte en Internet”. Y la marca se conserva, justamente, porque su tradición va “mucho más allá del desnudo”.
“Playboy nunca fue pornografía”, asevera, tajante, Güerri, y lo justifica diciendo que se trata de “una revista de entretenimiento para hombres” pero también un medio “muy consumido por mujeres”. Y de nuevo, exige la reivindicación: “Hefner y Playboy fueron en los ‘70 un espacio que la liberación femenina encontró para grandes textos y grandes periodistas. El tipo iba a los programas de televisión a pelearse con las personalidades más conservadoras de la sociedad norteamericana”.
“Decir hoy ‘Playboy cosificaba mujeres’ es un poco reduccionista. Habrá caído en contradicciones y errores, pero el legado excede a esa mirada”, remató.