El 20 de julio de 1969 el hombre puso el pie en la Luna por primera vez, marcando una de las mayores hazañas de la humanidad en el siglo XX. Un hito que permitió no sólo avances sorprendentes en la conquista del espacio exterior, sino también la innovación de tecnologías de uso cotidiano y terrenal como la de hacer ropa más resistente, agua más pura o el desarrollo de un desfibrilador.
Esa misión espacial logró lo que se creía imposible hasta ese día: aterrizó en la luna una nave espacial compuesta de algunas computadoras que son hoy hasta 1.500 veces menos poderosas que un iPhone 5.
A cincuenta años de ese "pequeño paso para el hombre", el único sobreviviente del grupo de cinco santafesinos que tuvo el privilegio de presenciar el despegue del Apolo 11 desde Cabo Kennedy, contó con lujo de detalles a LT10 la inolvidable experiencia de haber estado en el lugar preciso y el momento indicado.
"Recuerdo todo, hasta los granitos de arena que había en el playón", dice a Todo Pasa el meteorólogo Omar Meynet, quien es también uno de los fundadores del Centro de Observadores del Espacio (CODE) y que compartió el viaje y la experiencia junto a su hermano, Ángel.
(Arriba: Jorge Coghlan, Osvaldo Augusto Sauco.Abajo: José María García Aguiar y Omar Meynet. Foto: CODE)
Pero este era el segundo viaje al Cabo Kennedy, porque los hermanos Meynet venían siguiendo muy de cerca desde acá los pasos previos de la NASA hasta llegar a la luna. En 1965 mandaron cartas a la NASA para presenciar un primer lanzamiento al espacio, misión que también pudieron ver pero que abortó antes de tiempo por problemas técnicos.
La adrenalina de esa primera aproximación hizo que Omar y Ángel juraran volver cuatro años después para el lanzamiento del Apolo 11, sin imaginar que serían unos de los pocos argentinos que tendrían la posibilidad de vivir minuto a minuto el despegue.
Y así fue: 10 días antes de ese 17 de julio de 1969 desde el CODE comenzaron las gestiones a través del gobierno santafesino y otras instituciones para conseguir el financiamiento y viajar a Estados Unidos a presenciar el lanzamiento. Ya con los fondos asegurados, tanto los hermanos Meynet como tres santafesinos más emprendieron viaje a Miami, y de ahí en auto hasta 'Cocoa Beach', preámbulo de entrada hacia Cabo Kennedy.
"Ese día no dormimos", relata Omar. A la medianoche llegaron a la base de lanzamiento sabiendo que los astronautas que iban a participar de la misión, debían dejar el alojamiento dentro de Cabo Cañaveral a las 9:30 de la mañana. Ahí se quedaron con un permiso especial, esperando hasta que a las 4:00 una muralla humana de 500 personas se ubicó en semicírculo para ver salir a Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins.
"Salieron ya vestidos con su traje espacial completo, saludando muy sonrientes y pasaron a un metro nuestro... al alcance de la mano", dice Omar sobre el emotivo momento al que no le faltaron los gritos y las lágrimas de todos los presentes provocados por los héroes del día.
Los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong cuando se dirigen al 'Apolo 11', rumbo a la hazaña de sus vidas.
Toma aérea de la plataforma de despegue del Apolo 11 en Cabo Cañaveral.
De ahí, los cinco santafesinos se dirigieron en traffic directamente hacia el cohete. Se ubicaron a 1.500 metros, "la parte más cercana" de la plataforma de lanzamiento. Entre ellos y el Apolo 11, había sólo una laguna de distancia. Detrás, una tribuna para la gente que quería esperar sentada. No fue el caso de los hermanos Meynet a los que la ansiedad los mantuvo parados durante todo el rato: "El nerviosismo era tremendo, nos mirábamos entre nosotros".
Adelante, dos relojes gigantes que marcaban la cuenta regresiva hasta el despegue de la nave. Tres... dos... uno... hasta que llegó el segundo cero y un silencio abismal se apoderó de la escena. El público enmudeció y llegó el momento de gloria.
Cinco segundos después de encenderse los motores, Omar escuchó "una especie de explosión, como si hubiese caído un trueno al lado nuestro" que permaneció durante los tres minutos siguientes en los que la nave fue lentamente tomando altura hasta agujerear una nube, seguir subiendo hasta verse del tamaño de un cigarrillo en el cielo y perderse en el espacio para "alunizar" tres días después.
Momento del despegue del cohete Saturno V en la misión espacial Apolo 11 desde la base de Cabo Cañaveral, Florida, el 16 de julio de 1969.