Lleva más de medio siglo subiéndose a los escenarios como cantante y ha llevado el tango y la cultura argentina a lo largo y lo ancho del planisferio. A los 85 años, no hay nada que frene a Susana Rinaldi, ni siquiera la pandemia que tantos estragos ha generado en el ambiente artístico. Cada jueves a las 20.30 se presenta en el Teatro Picadero en un encuentro presencial e íntimo con su público donde los deleita con una exquisita selección de tangos, acompañada por el maestro Juan Carlos Cuacci. "En cada función hay un silencio como de un lugar sagrado, sobre todo cuando hablo. Tengo un público muy fiel y permanente. No es gente que porque te vio una vez dejan de ir a verte, siempre tienen un gran interés", cuenta con entusiasmo en una charla íntima con Noticias Argentinas.
Luego de pasar tantos meses encerrada, la artista comenzó a sentir las piernas doloridas, que por momentos le dificulta caminar, pero está claro que eso no representa un obstáculo para su espíritu arrollador. "No soy la mujer que era en ese sentido, pero tampoco soy una tipa que se le ve que no puede moverse", lanza con picardía. ¿Cuál es el secreto detrás de tanta energía? Nada menos que su experiencia.
"Dentro de mí siempre hubo mucho viaje, mucha salida de tu casa. Al mismo tiempo las relaciones que he tenido y algunas conservo con gente que no tiene nada que ver conmigo como ciudadana argentina y sin embargo siempre fui muy bien recibida en todos esos lados. El tiempo transcurrido fuera de casa y las razones por las que me fui -que es algo muy largo como para hablar ahora- son cosas para tomar en cuenta que no he sido una persona que ha aprendido muchas cosas. A todos esos lados llegué como cantante y les hice interesar en el canto popular la importancia para mi país", señala.
-¿Cómo vivís el reencuentro con el público luego de un año y medio tan particular?
-Muy bien. Cuando uno está bien de salud, gracias a Dios, piensa que todos estábamos esperando la vuelta de un país que no podía quedar quemada, sin ninguna explicación de nada en cuanto a por qué pasó lo que nos pasó. Son cosas que te mandan como prueba, de cualquier lado que uno lo imagine. Cada vez se hace más extenso porque no nos es fácil la vida. Hay pregón que dice: 'Vamos a ver cuánto aguanta el ser humano' y nos ha venido de ese lado. Vivamos donde vivamos, cómo recibimos el malestar que recibimos y si salimos adelante el ser humano o no, esa es la imagen que me queda. Y de todas maneras seguimos adelante. ¡Vale vivir!
-¿Cómo lo pasaste vos?
-La primera parte, encerrada. Hay que pensar que el ser humano es un ser que se arriesga a todo llegado el caso y eso es lo que pasamos en este momento. Por suerte, en medio de toda la cosa embromada, es un malestar que no atacó solamente a América Latina, atacó al mundo entero. Hemos sido partícipe de algo para lo cual no estábamos preparados y creo que lo llevamos bastante bien hasta ahora.
-¿En algún momento sentiste miedo?
-No, para nada.
.¿Y a nivel artístico repercutió?
-Cuando hablo con gente de teatro, hay cualquier tipo de conversación menos esta. Y creo que es por el temor del ser humano de decir cosas de las cuales no está totalmente comprometido, porque todos sabemos cómo empezó pero no como termina. En lo personal, no me tiró de un lado para otro la pandemia, porque yo estoy acostumbrada a salir de un lugar y meterme en otro sin saber qué va a ocurrir. He viajado mucho, he estado en países que no tienen nada que ver con el mío y nunca imaginé que algo podía pasar por el acostumbramiento de ese pueblo que no es el mío, por el contrario me dio gran placer caminar por el mundo e ir advirtiendo, para después dejarlo escrito, sobre lo que Dios me permitió ver y analizar.
-¿Siempre tuviste la costumbre de escribir todo?
-Sí. Sobre todo porque he viajado muchísimo, visité distintos lugares del mundo y es más lo que he estado fuera de mi casa que dentro. Entonces eso tiene mucho que ver con el conocimiento de pueblos, de formas de vida, muchas cosas que me resultan muy interesantes. Me nutren y es maravilloso.
-¿Qué hacés con estos registros?
-Son cosas que primero lo dejé para mis hijos y ahora lo dejo para mis nietos, porque eso les va a adelantar la vida y al mismo tiempo les va a dar interés de buscar dónde, cómo y por qué.
-¿Nunca pensaste en hacer un libro?
-No, nunca, pero sería interesante (se ríe).
-¿En Argentina te sentís valorada como en el exterior?
-No es lo mismo, no se puede mezclar... son cosas tan distintas. Hubo gente que creyó que el tango era solo Carlos Gardel y una música que empezaba y terminaba en él. Yo era joven y no podían creer que también lo hiciera, alguno llegaron a decir que estaba macaneando y yo que soy digna propietaria de las razones que me llevan adelante, pedía la posibilidad de dar a conocer la historia del tango más allá de Gardel. Él fue un artista de primera, que recorrió el mundo, que no es poca cosa, pero luego han pasado muchas cosas y siguen pasando, aunque no tanto como cuando yo iba de acá para allá.
-En tu espectáculo no cantás temas de Gardel.
-Así es. No canto nada que ha cantado este hombre extraordinario. Yo cuento y aprovecho de esas palabras, de esas historias que el tango cuenta a la manera de hoy, no a la manera de hace 50 años.
-También hay una parte muy divertida en la que exponés la mala imagen que le daban a la mujer en el tango.
-Sí, y hubo gente que se enojó, pero yo los mandó a la mierda. No me importa nada, porque después se les pasa y hay cosas con las que una se queda completamente absorta. Es raro el pueblo argentino para apreciar determinadas cosas, eso es muy bravo. Acá no hay ningún espacio en el que no han tenido el temor de que no sea bien recibida por el pueblo. Recién cuando viajaba por el mundo y mandaba todos los acontecimientos que había vivido, les dio la pauta de que estaba pasando una cosa demasiado grande y que no se había tomado en mi país de origen. Nos pasa a todos los que cantamos el tango fuera de casa: tenés que tener un éxito en distintos lugares del mundo para que digan que acá pasa algo importante. He sido valorada en el mundo entero y acá si he tenido dos reconocimientos es mucho. Los argentinos somos gente achicada. Tuve que irme al exterior y ser reconocida allí para que me valoraran en Argentina. No hay un reconocimiento, hay una duda permanente.
-¿Es más difícil lograr ese reconocimiento siendo mujer?
-Son muy pocos los que después de mi tuvieron la posibilidad de llevarle a otros el tango-canción. No me han dejado de admirar porque soy una mujer que canta tango, porque mucha gente cree que es un género de los varones. Recién cuando la gente te ve haciendo algo que no creen que puedas hacer, eso es lo que va hilvanando poco a poco lo que vas haciendo en adelante. Después de Gardel, no ha llegado al mundo entero la cantidad de cantantes e intérpretes del tango que he llevado yo al resto del mundo. Imaginate que en algunos países dudaban que el tango tuviera que ver con la palabra y no exclusivamente con la música. Le debo muchísimo al extranjero, porque en todos los lugares donde fui a cantar me han aplaudido y también hubo mucho de descubrimiento. Mucha gente creía que el tango era una danza y nada más y cuando me escuchaban se quedaban tiesos, porque no se esperaban que lo que yo podía transmitir.